Cuando nos apeamos del taxi después de haberle dicho que parara en medio de una calle oscura, y llegamos a un más oscuro callejón con un cartel de madera semiiluminado junto a una puerta, también de madera, en apariencia cerrada, Adrien, que es suizo y llegó a la ciudad hace unos meses, me mira con cara rara y me suelta un “pero dónde cojones encuentras tú estos sitios”.
Pero no, no soy la única…