10 Curiosas delicias que he disfrutado en China

Uno de los temas más recurrentes del mundo chino es su cocina, la cual es muy posible que en breve pase a ser considerada como la primera del mundo, por encima incluso de la francesa.

Personalmente, siempre me ha encantado comer, y aunque ahora no se me nota demasiado, en casa desde pequeño me han tenido que llamar la atención para que no acabara comiéndome los cubiertos del ansia con la que zampaba los deliciosos platos de mi madre.

Por otra parte, al provenir de una zona rural donde todavía se mantiene la costumbre de comer vísceras, cuando llegué a China no encontré grandes dificultades a la hora de aceptar muchas de las especialidades locales.

Estos dos factores han hecho que aprecie y disfrute mucho de las casi infinitas delicias que ofrece China, entre las que, personalmente, destaco las siguientes:

-Morcillas de pato: Este plato lo descubrí en un viaje al maravilloso pueblo de Feng Huang, en la provincia de Hunan. Allí se servían al estilo del célebre “huoguo”, una cacerola al fuego en la que van hirviendo junto a otros ingredientes, como setas y verduras. Puede que a algunos les de asco el tema de la sangre, pero una vez que se ha cocinado bien, y queda mezclada con el arroz y las especias que le añaden, está riquísima.

-Burro: El burro es uno de los platos especiales del Norte de China, y una auténtica delicia que para nada nos tendría que sonar extraña teniendo en cuenta todo el caballo que se come en España, costumbre que, dicho sea de paso, suena bastante salvaje a oídos de los chinos.

Lo probé por primera vez en un viaje en tren de Pekín a Lanzhou, y la verdad es que está muy bueno, aunque a veces me da un poco pena por el cariño que le tengo a este animal. Se puede comer como cecina, en filetillos cocidos, estofado, asado, etc.

-Ancas de rana: Ya había probado las ranas antes de venir a China, y recuerdo que a mi tío, que pasó muchos años en Francia, le gustaban especialmente. Pero las ranas al estilo de Sichuan son una jodida maravilla culinaria para cualquiera capaz de tolerar el peculiar picante de esta provincia, y muchos chinos se vuelven locos por ellas.

A pesar de que cuando vivía en Wuhan me llegué a acostumbrar a la comida picante, ahora que llevo tiempo sin probarla sudo como un cerdo cada vez que me como un buen plato de ancas, pero ni la quemazón de la boca, ni la que viene durante el momento de “descomer”, me han apartado de volver a pedirlas.

-Pezqueñines: No os asustéis porque estos pezqueñines suelen venir de la piscifactoría, y aunque la idea de comérselos de un bocado, incluida cabeza, pueda sonar poco apetecible, lo cierto es que, una vez bien fritos, están cojonudos.

Yo tuve una temporada en la que estuve enganchado a los que venden en las bolsas al vacío, los cuales, dicho sea de paso, son capaces de reventarte una almorrana de lo picantes que pueden llegar a ser (según indique la bolsa), aunque acaban siendo casi más adictivos que las pipas.

-Angulas: ¿Hay angulas en China también, o qué hostias pues? Sí las hay, aunque las que yo comí eran más bien angulones. Puede que no sean tan ricas ni preciadas como las de Bilbao, pero las que preparan en Wuhan, bien fritas y con picante, están también muy buenas, y además son mucho más baratas.

El problema está en que son un poco complicadas de comer, porque en China acostumbran a separar el tracto digestivo (de color negro, y donde va los desechos) antes de comerlas. Todavía me acuerdo de la cara que puso mi suegro cuando me vio metérmelas enteras a la boca y masticarlas con mierda y todo.

-Pollo a la cazuela: Este es un plato de lo más popular y extendido por todo el país, sobre todo por lo económico y sencillo que resulta prepararlo. Y os preguntaréis: ¿qué tiene de especial ese plato?

Pues bien,  en su versión más “pija” es posible que se incluyan algunas de las mejores partes del pollo en la sopa, por lo que no hace falta temer a lo que uno vaya a extraer del fondo de la sopa.

Sin embargo, en la versión estándar (para pobres), no es raro que haya todo tipo posturas que normalmente descartamos en Europa sumergidas en el caldo, por lo que hay que andarse con ojo. Recuerdo que una vez me tocó la cabeza de la gallina, con cresta, pico y todo, y en otra ocasión, los anfitriones me reservaron nada menos que el útero, donde se podían apreciar varios huevillos formándose.

-Tofu apestoso: Durante los primeros días tras mi llegada a Wuhan, me sorprendió mucho el apestoso olor a mierda que reinaba en algunas de las calles más transitadas, hasta que descubrí que el hedor no provenía de las tuberías, como yo pensaba, sino del tofu super-fermentado que vendían en la calle.

Dentro de esta especialidad distingo tres tipos principales: el tofu semi-apestoso, que huele mal pero sabe bien; el tofu pestilente, que huele a culo y sabe… bueno, también sabe a culo (con ese no puedo); y el tofu viejo, que se parece un poco al roquefort o al queso de cabrales, y que está realmente bueno con carne.

-Oveja: No, amigos, no me refiero al cordero, que constituye una auténtica delicia en todo el noroeste del país, sino a la oveja, más bien vieja, que todavía gusta mucho a mi madre y mi tía, y que sin duda me aseguraré de que prueben si un día se animan a venir.

El plato más delicioso de oveja que he degustado lo comí en Changchun, y aunque estaba realmente increíble, lo cierto es que tenía un sabor fortísimo, y me repitió durante más de un día, para desgracia de mi novia.

-Gusanos de seda: Este es quizás el plato más exótico de la lista y seguramente el que menos gracia me ha hecho, aunque los más pequeños se dejan comer. En Jilin se sirven fritos con especias y guindillas, y la verdad es que tienen un gusto muy especial, fuerte y sabroso por fuera, aunque por dentro saben a una mezcla entre requesón y madera podrida. Por otra parte, aunque era el aspecto que más reparos me producía, la textura resulta aceptable y el interior de los gusanos no guarda ninguna “sorpresa” viscosa, así que ni tan mal.

-Paloma asada: Antes de que se convirtiera en prácticamente un lujo, la paloma salvaje era uno de mis platos favoritos en casa, donde mi madre la preparaba con salsa de cebolla y chocolate (deliciosa), aunque, desgraciadamente, hace muchos años que me comí la última.

Por eso, cuando, en una cena a la que fui invitado en Gansu como cooperante, nos ofrecieron paloma asada, me dejé los palillos en la mesa y acabé devorando con zarpas y dientes más de media bandeja, para el asombro del resto de invitados más “finolis”.

A mí siempre me ha parecido un plato muy normal, pero sé que a mucha gente del Norte de Europa le suena raro, y más todavía si la paloma es doméstica, como fue el caso. No saben lo que se pierden.

En fin, esa ha sido mi lista de las delicias que me han parecido más interesantes en lo que llevo viviendo en China. Por supuesto, me dejo un montón de platos de lo más exótico; de esos que llaman más la atención, pero que quizás no constituyen un “manjar” para la mayoría de los chinos.

Como es muy posible que muchos contéis con vuestra propia lista de platos preferidos, os invito a que la compartáis a través de un comentario, y así de paso me sugerís nuevas ideas a pedir cuando salga a comer.

¡¡Que aproveche!!

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