El dilema de elegir escuela en China

Para los extranjeros con hijos que viven o quieren mudarse a China, un tema muy importante desde el inicio es el de las escuelas. Como casi todos queremos que nuestros niños obtengan esa difícil combinación de que aprendan y sean felices, añadiendo el que aprovechen estos años para aprender inglés, chino y la cultura local, esta tela tiene mucho paño que cortar.

Partamos por los precios – y hablo sólo de mi conocimiento de Shenzhen y Guangzhou – un colegio privado internacional, esto es para extranjeros expatriados, no cuesta menos de 1200 dólares mensuales, muchos, USD 1500  y no pocos, USD 2000 por niño. El pago es semestral o trimestral “cash” y en adelantado, nada de cuotas, cheques o demases. Sus tarifas se reajustan anualmente y con una inflación no menor al diez por ciento. Claramente están pensadas para gente sin conciencia del dinero -marcianos- y como esos seres no existen, sólo los que no tienen más alternativa o las empresas transnacionales que envían a sus ejecutivos con sus familias a tamaña aventura son los que  pagan. Con esos valores incluso en mi querido “Chilito” educo como a cinco hijos y logro que mi perro hable arameo. ¡Si!!! Es de locos… ¡carísimo!!! La ventaja es que el niño o muchacho se encontrará en un ambiente diseñado para él, con compañeros que viven su misma realidad, clases en inglés y si no tiene el idioma, lo nivelan con paciencia. Además, en orden a las características de sus pupilos, la introducción del idioma y la cultura local se maneja con gradualidad.  Estas escuelas están acreditadas mundialmente lo que permite que cuando vuelvan a sus países puedan continuar los estudios en su mismo nivel. Las hay con currículum estadounidense, inglés, canadiense, francés, japonés, coreano, etc.

¿Qué tienen en contra además del precio? Que son verdaderas burbujas de niños extranjeros más o menos “bien”, reforzado con  el hecho de que no admiten a estudiantes chinos (la ley no lo permite) lo que aisla aun más a los estudiantes del entorno en que están viviendo.

Luego, está la alternativa de colegios privados chinos con curriculum en inglés. Una escuela así vale entre 1000 y 600 dólares mensuales y también debe ser pagada al contado. Los niños que asisten a ella son mayoritariamente chinos aunque muchas tienen una importante minoría de chicos extranjeros que no pudieron o no quisieron pagar las internacionales.

Yo diría que como todo en la vida tienen de luz y de sombra. Lo bueno, pueden llegar a mezclar muy bien la disciplina y rendimiento oriental con la creatividad y visión más panorámica de Occidente. Además, permite a los niños compartir con chicos locales que serán la mayoría de su curso lo que los inserta y los aleja de vivir en “ghettos”. Las clases de chino son de verdad por lo que aprenden muy bien el idioma. Lo malo, tampoco son baratas sino todo lo contrario y exponen a los pequeño, aunque sea parcialmente, a los aspectos menos graciosos y luminosos de la cultura oriental y china en particular que me da pie para pasar a la alternativa tres.

La tercera opción naturalmente es que los niños estudien en un colegio chino de currículum estatal. En este caso los precios son razonables como usualmente ocurre con los de su tipo en el mundo. Muchas familias que he conocido valoran el hecho que en estas escuelas esté garantizado que los chicos se comporten bien que la exigencia sea oriental o sea extremadamente exigente y que la obediencia sea vertical y muy estricta.

En base a la experiencia recogida y la de muchos amigos y conocidos me atrevo a decir que para la mayor parte de los occidentales resulta imposible imaginar a nuestros hijos estudiando en un colegio chino tradicional. Más aun, me atrevo a decir que es quizás el aspecto en que la brecha y choque cultural es más profundo.

Comenzando con lo idiomático, las clases son impartidas en chino Mandarín, un lenguaje muy difícil de asimilar. En vista de esta barrera sólo niños bastante pequeños que tienen una capacidad muy grande de aprendizaje -propia de su edad-  pueden aspirar a integrarse no sin dificultad. Pero entre más grande sean se le hará más difícil o derechamente imposible.

Luego está la concepción educacional de oriente. En China las escuelas son tremendamente exigentes. Se educa no para aprender solamente sino para ser el mejor. Se asume que los niños en edad escolar deben vivir para estudiar. Es tanto así que usualmente los niños siguen yendo a la escuela también los sábados y domingos a reforzar materias o bien tienen actividades extra programáticas como asistir a un instituto de inglés, clases de piano o diferentes deportes. Pero todo esto,  no con un fin recreacional sino derechamente competitivo para ojalá ser un campeón o un gran virtuoso de la disciplina seguida. Por tanto el que inscribe a su hijo en una escuela china para que este sea “feliz”, se desarrolle  emocionalmente en armonía con la naturaleza, y otras vainas de corte humanista tan propia de nuestro hemisferio… que quede claro, eso aquí no existe. Trabajo duro es la consigna.

Respecto a la disciplina, esta tiene el aspecto positivo que los niños chinos se comportan perfectamente bien en clases y van a ella con el clarísimo y casi único fin de estudiar, cuestión que nos resulta increíble en nuestros países donde se mezcla la educación con lo social, los alumnos solo quieren salir a recreo y todo el sistema está en crisis de identidad y metodología. Sin embargo, dicha disciplina no es nada gratis, ya que se sustenta en premisas como el que los directores y los profesores son seres todopoderosos que simplemente hacen un traspaso de conocimiento a una audiencia sumisa. Un niño no debe jamás cuestionar a su maestro. Si lo hace genera efectos culturales graves en China como dañar el face (algo así como el honor-imagen) del maestro. Este asunto lleva a que sea de público conocimiento que en muchos países asiáticos los niveles de eficiencia sean los más altos del mundo, pues el modelo genera por así decirlo “buenos soldados”,  pero la creatividad e iniciativa se ven gravemente dañadas. Esto es evidente al punto que en el mercado laboral se requieran profesionales extranjeros en las áreas en que se precisa cierto talento.

Respecto a lo anterior, es muy común ver en patios de escuelas que dan a la calle a los niños en formaciones militares ensayando marchas y canciones, mientras alguna autoridad les habla por micrófono o megáfono dándoles arengas, haciendo un discurso o una exaltación patriótica. Está permitido (socialmente, no por ley) castigar a los niños incluso físicamente en el aula. A pesar de que va comenzando cierta retirada en esto, aún es muy común que los profesores golpeen a los niños. Es totalmente válido que se usen ejemplos de reforzamiento negativo como decir “ustedes en esta prueba mostraron ser grandes alumnos no como Pedro que es un tonto”. Nuevamente, esta situación es – como dicen los argentinos – bien difícil de bancar cuando nuestra concepción educativa es bastante liberal y no marcial.

Otro gran y complejo asunto es el de los regalos. Se usa mucho que los padres le hagan obsequios a los profesores, lo que parece a simple vista muy amable y normal. El problema es que muchas veces si no reciben presentes de determinado niño éste se puede ver apartado y no tomado en cuenta por el profesor. En palabras más duras, el regalo puede funcionar como una verdadera competencia de soborno para buscar que el maestro le preste más atención” a mi hijo que a los otros”.

Ahora, no quiero con esto cometer el grave error de plantear que nuestra educación es maravillosa y estos chinos están locos y equivocados. Quizás ellos haciendo un análisis parecido vean nuestras escuelas y digan cosas tan evidentes como: para qué van a la escuela los niños laowais si sólo molestan y se quieren ir de allí todo el tiempo; o critiquen la existencia de cigarrillos y drogas; o muchas otras cosas más en que al menos estamos complicados. Por lo demás es cosa ver de revisar la prueba de rendimiento internacional PISA y ver donde están los estudiantes orientales y los latinoamericanos. Simplemente digo, volviendo al inicio que en la situación de tener que buscar colegios en China para nuestros hijos resulta muy difícil que aceptemos el tipo de educación local porque es muy, demasiado, diferente con nuestros usos culturales.

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