Trabajar con proveedores chinos

El año pasado leí un libro titulado «Poorly Made in China» (Mal hecho en China), escrito por un americano llamado Paul Midler que trabaja, o trabajaba, de intermediario entre fabricantes chinos y empresas americanas. En el libro cuenta sus aventuras y desventuras con los proveedores chinos y son historias que, vistas desde la distancia, son tan absurdas que resultan divertidas. Claro que si te ocurren durante tu trabajo no te hacen ni puñetera gracia. Si tienes experiencia importando productos desde China y lees el libro, probablemente cada dos páginas digas en voz alta: «¡Es verdad! ¡Esto también me ha pasado a mí!».

En mi anterior trabajo, mi colega español y yo sufrimos muchos dolores de cabeza provocados por nuestros proveedores. Muchas veces hablábamos del tema y pensábamos que nuestros problemas se debían al tipo de producto que comprábamos y los precios irrisorios que nos demandaban nuestros clientes. Puede que esto fuera parte del motivo, pero en otros sectores también tenían dificultades parecidas con sus proveedores (esto lo supe después de leer el libro y hablar con amigas que también trabajaban comprando en China). Así que no es que estuviéramos trabajando con los peores proveedores del país, ¡lo mismo le pasaba a todo el mundo!

¿Qué clase de problemas teníamos? Pues de todo un poco. Envíos que se retrasaban, productos que llegaban a destino y no cumplían con las especificaciones, problemas de calidad… En el libro, Paul Midler cuenta el caso de unos champús cuyas fragancias se habían elegido previamente. Tras unos meses trabajando con el proveedor, el cliente recibió un cargamento de champú cuya fragancia no era ninguna de las escogidas por él. Cuando le preguntan al proveedor, su respuesta es: «Pero si también huele muy bien». Yo tuve un problema parecido con unas piezas de madera que llegaron con un color diferente al aprobado por mi cliente. La respuesta del proveedor fue: «Bueno, pero es madera, ¿no?».

En otra ocasión habíamos estado buscando durante mucho tiempo un proveedor para fabricar una pieza de metal. No era algo complicado pero nos costó bastante encontrar a alguien que lo hiciera como necesitábamos. Tras varios meses y al borde de la desesperación por fin recibidos unas muestras aceptables que fueron aprobadas. Se negoció un precio con el fabricante y se le pasó el pedido. Cuando llegó el primer cargamento, que estábamos esperando con suma urgencia, casi nos da un soponcio: el color del metal no era el mismo que las muestras y el tratamiento superficial estaba mal hecho (con lo que la pieza de metal se oxidaría en algunas partes). Llamamos al proveedor para quejarnos y su primera reacción es negarlo todo y decir que lo que hemos recibido es exactamente igual que las muestras aprobadas. Siguió en sus trece hasta que les enviamos una foto comparando las dos piezas y se veía claramente que eran diferentes. Por fin lo reconoció, ¿y sabéis qué dijo? «Ah, pero es que si quieres que sean exactamente igual que las muestras entonces el precio tiene que ser más caro». Si lo hubiera tenido delante me habría tenido que aguantar las ganas de darle un guantazo. Pero, alma de cántaro, ¿para qué quiero que prepares muestras si luego vas a fabricar lo que te dé la gana?

También estaban los proveedores que anunciaban a bombo y platillo en su página web que cumplían con todos los estándares internacionales y pruebas de laboratorio, pero si yo quería un certificado de que sus productos cumplían los estándares europeos tenía que mandar muestras y encargar los tests yo misma, ellos no tenían ningún certificado. ¿Cómo sabían entonces que su producto iba a pasar los tests? «Es que un cliente anterior los hizo y lo pasó». Ya, claro. Y no tienes copia del certificado. Un proveedor de ese estilo juró y perjuró que su producto pasaba los tests y que si no los pasaba él nos pagaría lo que costaran las pruebas. Enviamos las muestras al laboratorio y el resultado fue que el producto no cumplía los requerimientos mínimos. Todavía estoy esperando que ese proveedor cumpla con su palabra y pague las pruebas.

¿Y qué decir de los que ponen fotos falsas de sus instalaciones en su página de Alibaba? He visto imágenes de plantas deslumbrantes, con suelos relucientes de limpios, y al llegar a la fábrica del proveedor encontrarme con un taller cutre lleno de mierda hasta el techo.

Mi colega español, que tenía varios años de experiencia con proveedores chinos, era el encargado de aprobar las muestras. Su estrategia era ser muy firme al principio y no aceptar nada que tuviera un mínimo potencial de defecto. Y es que hay un truco muy utilizado por los fabricantes y que también aparece en el libro: la calidad de los productos va disminuyendo con cada envío. Al principio los proveedores ofrecen un precio muy barato para conseguir los pedidos y luego van recortando de donde pueden para conseguir más beneficios. Por ejemplo, pueden cambiar la materia prima o cualquier componente por otros más baratos. Así, si te descuidas, al cabo de unos meses estarán recibiendo productos que no tendrán nada que ver con lo que aceptaste en un principio. Paul Midler escribe en «Poorly Made in China»: «Los fabricantes no veían la atención por la calidad como algo que pudiera mejorar sus perspectivas de negocio, sino como una barrera para obtener más beneficios». Creo que este es el motivo principal por el que hay tantos escándalos alimentarios en China: hay muchos fabricantes sin escrúpulos a los que les importa un pimiento si la gente se envenena con sus productos, mientras no les pillen ellos estarán forrándose metiendo ingredientes de ínfima calidad o directamente perjudiciales.

No todos los proveedores chinos son como los que estoy describiendo aquí, pero lamentablemente muchos de ellos sí cumplen el perfil. Mis consejos para todos aquellos que estén interesados en importar productos chinos:

– Firma un contrato antes de comprar nada, donde estén bien claras las especificaciones del producto, posibles penalizaciones por retrasos en los envíos, etc. Es muy posible que no sirva para nada ya que si realmente hay problemas y el proveedor es un caradura, si te metes en juicios en China puede ser peor el remedio que la enfermedad, pero al menos el proveedor intuirá que vas en serio.

– Envía tus pedidos con la máxima antelación posible. La mayoría de los proveedores fabrican sobre pedido y empiezan a trabajar cuando reciben el anticipo acordado. Desde que el proveedor empiece a comprar los materiales hasta que recibes el cargamento (al menos en España), lo normal son unos tres meses. Es muy probable que haya retrasos en la fabricación, sobre todo en los primeros pedidos.

– Mantente en contacto con el proveedor. Probablemente tu contacto sea una chica del departamento de ventas. Escríbele con frecuencia y asegúrate de que todas tus instrucciones se han entendido perfectamente. Envíale todo lo necesario lo antes posible (diseños, planos, etiquetas, packaging, etc).

– Cruza los dedos y ponle una velita a tu santo favorito.

Y recuerda, si el precio parece demasiado barato para ser verdad, probablemente lo sea.

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