Tropiezos en Beijing Parte II

Volvíamos cansados con mi padre de visitar el Palacio de Verano en Beijing, recorriendo a pie una de las principales arterias aledañas a la plaza de Tian An Men, buscando un lugar para comer antes de llegar al hotel.

En medio del denso hormigueo de gente, propio de un barrio comercial con muchos mall y negocios, íbamos desprevenidos andando por un boulevard. De pronto nos aborda una pareja. «Hi, nice to met you! Where are you from?» Él era un muchacho chino de unos 26 o 27 años, peinado cool, ropa elegante pero casual, con un pañuelo cruzado al cuello y una chaqueta estilo europeo café apropiada para el clima otoñal. Ella se veía más joven, de tez blanca bien guapa y también vestida de frío, pero con mucha gracia.
“De Chile”, les respondimos. «Ahhhh! Chile, el país más largo del mundo desde donde China importa cobre. ¿Y buen vino el chileno, no?» «…y cuéntennos ¿cómo fue ese terremoto?» El tipo hablaba un perfecto inglés y se veía -dado que Chile es casi un accidente en el mundo- que era bastante culto e informado.
Y así nos siguió hablando de cuándo habíamos llegado, qué nos había parecido China, qué habíamos visitado, etcétera, etcétera. Y nosotros le seguíamos más menos la conversación respondiendo el cuestionario.
Le pregunté si eran novios, «no sólo somos amigos», «ella no habla mucho inglés». Me pareció extraño que mientras él se veía seguro y canchero, la chica se notaba nerviosa y constantemente desviaba los ojos alrededor como testeando si venía alguien, sonriendo con incomodidad.
El muchacho nos siguió interrogando sobre miles de cosas muy amistoso. Sin embargo, algo raro percibí. Era excesiva cordialidad e interés para unos desconocidos. Claramente no éramos los únicos turistas que habíamos pasado por Beijing. Lo de Marco Polo fue hace ya hartos siglos. Entonces salí jugando, les dije que había sido un gusto conocerlos y que ya nos marchábamos. «Pero no se vayan sigamos compartiendo, qué tal si vamos a tomar unas cervezas a un bar que conozco por acá cerca».
Miré a mi padre y él me la devolvió con expresión que eligiera yo. Ellos eran bien magnéticos e interesantes. Se veían cosmopolitas muy por encima del promedio chino. La chica seguía sonriendo, tratando de agradar pero con sus pupilas enfocando nerviosa por ambos flancos. Yo dudé qué hacer. Me sentía mal de rechazarlos pero por otro lado evidentemente el asunto era curioso. «No gracias estamos cansados hemos recorrido todo el día el palacio de verano». Insistió: «¿Pero, cómo? Queremos conocerlos y conversar, a ella también le agradan mucho».  Nos fuimos despegando con amabilidad, pero más firmeza. El tipo no paraba de insistir. Al último nos miró con cara de desprecio y nos dijo algo enojado en chino que no comprendimos naturalmente.
Me sentí muy contrariado y con cargo de conciencia de haberlos rechazado, quizás había sido descortés y me había derrotado la paranoia. Nos íbamos con mi padre discutiendo de todo ello,  habíamos avanzado un par de cuadras y de pronto nos paran: «Hi, where are you from?» «¿Do you speak Spanish, right?» Era un par de chinas altas, guapas y muy bien vestidas. Luego de responderles, «Ohhh! Chile el país del vino y el cobre….» Y siguieron cual Wikipedia contando detalles de Chile. Hablaban también perfecto inglés y eran demasiados amistosas.  «¿Qué tal si vamos a tomar un café a un lugar que conocemos acá cerca?»
Era casi el mismo discurso, el mismo aspecto cosmopolita y nivel de inglés, insólito conocimiento del país y, lo más raro, interés desmedido en nosotros como si fuéramos gran cosa. «No gracias estamos cansados», les repliqué. «Pero ¿por qué? Si vamos sólo un rato así practicamos nuestro inglés y compartimos con ustedes que se ven tan simpáticos». Yo les repliqué que muchas gracias, pero que definitivamente no y ahí se acabó la cordialidad y se alejaron con un «Fuck you!» «Poor loosers and stupid guys!» Mi padre me dijo coqueto «a estas sí que les debimos haber aceptado el café» y se rió. Y eso que tenía 77 años…..
Yo por mi parte estaba con la mente perturbada y desconcertado por la coincidencia de los dos casos y al mismo tiempo violentado por los finales abruptos y medio agresivos.
Y seguimos adelante unas cuadras más. Y otra vez siento a mis espaldas un nuevo «Where are you from?» Me doy vuelta y otra pareja sonriente y a la moda. Ni les respondí agarré a mi padre de un ala, y a ritmo de trote, tomamos como pudimos un taxi y al hotel.
Luego y hasta hoy he analizado qué pudo ser. Claramente no fue una coincidencia. ¿Prostitución? Con el muchacho queriendo ofrecer a la amiga y, más tarde, las chicas ofreciéndose ellas mismas. Pero por el aspecto no parecía comercio sexual. Excepto que por alguna razón en esta calle hubiese sido más sofisticado.
También he pensado que pudo ser un «cuento del tío» o sea que llegados al café nos inventarían una historia dramática de enfermedad, tragedia y desgracias para sacarnos dinero u otro truco que nos haría despertar en una bañera llena de hielo con un riñón menos.
Vaya a saber uno, aun sigo desconcertado de lo ocurrido. He buscado historias similares por Internet y nada. Claramente no fue nuestro desodorante ni que por fin el mundo decidió que Chile es el lugar más fascinante de la galaxia ¿Alguien tiene una hipótesis? ¿A alguno más le ha pasado?

Deja un comentario

5 ideas sobre “Tropiezos en Beijing Parte II”