8 puntos a considerar antes de subir a un taxi en la China profunda

Una de las ventajas que ofrece el transporte en China es lo barato que nos sale montar en taxi a los que ganamos algo más que la media nacional. Sin embargo, aunque los taxis de las ciudades más desarrolladas ofrecen un servicio muy similar al que podemos estar acostumbrados en casa, subirse a uno en la China profunda puede ser una experiencia, como poco, “singular”.

Y es que, por mucho que los taxis en Wuhan o en Changchun salgan bastante más baratos que en Pekín, Shanghai o Guangzhou, llegar a sacarle el máximo partido a su servicio implica estar al corriente de varias de sus peculiares costumbres y circunstancias profesionales:

1-Atención, vienen emociones fuertes: esto es lo primero que hay que barajar antes de parar a un taxi en la China sin ley, porque lo más probable es que el conductor le meta zapatilla de la buena y se ponga a adelantar coches en plan Hollywood. Además, es probable que se sienta más tentado a exhibir sus “habilidades” de conducción ante un cliente extranjero que ante uno local, así que al loro porque el viaje puede ser realmente movidito.

En mi caso, no suelo dudar en pedirles que conduzcan más despacio, pero lo más normal es que reaccionen con desconcierto, como si nunca antes nadie les hubiese soltado semejante ocurrencia. Hace poco volví a tomar un taxi en Wuhan, ciudad conocida por el temperamento de sus gentes, y aunque se lo pedimos muy educadamente, el conductor se tomó lo de ir más tranquilo a modo de ofensa, y nos respondió que si no confiábamos en sus habilidades al volante, era mejor que nos bajásemos inmediatamente.

2-¿Dónde $!%@# está el cinturón de seguridad?: como muchos sabréis ya, en la mayor parte del país todavía reina una despreocupación total hacia esta medida de seguridad, y los miembros de este gremio del transporte siguen sin entender muy bien el favor que podría hacerles en caso de sufrir un accidente.

Si subimos en el asiento de delante es muy posible que el cinturón funcione debidamente, y recomiendo encarecidamente abrocharlo siempre, por muy gracioso que le parezca al incauto chofer. Sin embargo, si montas en la parte de atrás, lo más probable es que no aciertes a anclar el cinturón, porque, o se ha colocado una funda que tapa los puertos, o estos se han quedado enterrados en lo más profundo del asiento.

3-Si se para y es legal, un salto y para adentro: tanto en Changchun como en otras muchas ciudades donde los taxis no abundan, muchos de los conductores abren la ventanilla para preguntar a los clientes por su destino antes de que suban a bordo. Pero no penséis que lo hacen a modo de cortesía, pues lo que ocurre es que gran parte de ellos tienen una idea del tipo de trayecto por el que van a trabajar, y si tu plan no encaja en esa idea, acelerón y chupando el polvo que te quedas (con posible cara de lerdo incluida).

A veces te encuentras con que sólo quieren ir al aeropuerto o a las estaciones de tren, otras veces no quieren hacer trayectos cortos, y casi nunca se animan a una carrera larga, porque muchos carecen de GPS y no tienen ni idea de a dónde leches quieres ir. Así pues, lo mejor es que, en cuanto pare el taxi, y nos aseguremos de que no estamos subiendo a uno ilegal, abramos la puerta y nos colemos rápidamente en el interior, ya que una vez dentro, les costará mucho más negarse a llevarnos.

4-Éramos pocos y montó la abuela: aunque es una costumbre beneficiosa para el ahorro de combustible y para la protección del medio ambiente, lo cierto es que a veces resulta un poco cargante que el conductor pare cada tres por cuatro a ver si hay algún cliente que vaya en la misma dirección. No obstante, cuando eres tú el que lleva un buen rato esperando a pillar un taxi, agradeces que en muchas partes de China todavía se pueda compartir trayecto, por mucho sea una práctica ilegal y el conductor pueda llevarse el doble de lo estipulado por la tarifa.

5-Si llueve, mejor el autobús o el metro: una de las cosas que más temía en Wuhan era que cayese un chaparrón justo cuando dependía de un taxi para volver a casa, y es que ese simple suceso meteorológico podía llevar completamente al traste cualquier esperanza de encontrar uno libre. Supongo que el fenómeno se debía a que la demanda por parte de los transeúntes aumentaba repentinamente en los periodos pasados por agua, aunque yo prefería pensar que era todo parte de una maligna conspiración.

6-Ojo con el cambio de turnos: otro de mis favoritos entre los “misterios del taxi chino”. Por lo general, en muchas ciudades hay un par de momentos del día en los que los taxistas cambian de turno, y las probabilidades de poder encontrar uno dispuesto a llevarnos caen en picado (o es que realmente había una conspiración contra mí). Además, da igual el horario en que trabajes, porque seguro que el cambio de turno toca justo cuando tienes que entrar y salir de la oficina. Estoy por llamar a los que llevan la ley esa de Murphy para que lo comprueben.

7-Sin (especial) miedo de que nos timen: Por mi breve aunque más o menos intensa experiencia con los taxis en China, diría que no son un gremio que time más que cualquier otro, y exceptuando casos muy concretos en los que el pellizco estaba muy a huevo, la gran mayoría de las veces he recibido un trato de lo más honesto.

De todos modos, lo mejor para evitar disgustos es ignorar los taxis que no lleven contador, o los taxistas que no quieran usarlo y propongan un precio que, generalmente, ya han pactado con otros compañeros. Ante estos casos, relativamente comunes en estaciones, aeropuertos, y zonas turísticas, lo mejor es probar en las paradas especialmente habilitadas para los taxis, o alejarse un poco de las zonas-trampa y esperar a que pase uno que no vaya a la caza de viajeros despistados.

8-No se pierde nada por chapurrear un poco: generalmente, fuera de las grandes ciudades, donde todo el mundo se ha cruzado con algún extranjero, a los chinos les hace bastante gracia encontrarse con personas procedentes de lugares lejanos. Por eso, si subimos a un taxi en una ciudad no demasiado cosmopolita, lo más normal es que el conductor sienta curiosidad por saber de dónde venimos, y trate de preguntarlo como pueda.

Obviamente, cada uno es libre de actuar como le parezca, y entiendo que haya gente que prefiera no hablar con el chofer, pero a mí me parece que el esfuerzo merece la pena, no sólo por las mejoras que podría motivar en el servicio recibido, sino por lo enriquecedora que puede resultar la conversación, por muy rudimentaria que sea.

Para empezar, buena parte de los taxistas del país sabrá ubicar tu zona de origen sólo con que les digas el nombre del equipo de futbol de primera división más cercano a tu municipio. Además, a estas alturas no es raro que conozcan gente que estudia español, o tiene algún negocio relacionado, por lo que no sería de extrañar que nos presentase alguna oportunidad inesperada (o alguna idea de bombero). A mí me han ofrecido desde “gangas” inmobiliarias hasta meterme a entrenador de un equipo de fútbol, todo ello con muy buena intención.

En fin, toda una experiencia esto de subirse a un taxi en la China profunda.

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