Cartas de Jingzhai (静斋记事) – La China de finales de los años 70

Pocas son las veces que me animo a escribir reseñas, si es que se las puede considerar como tales. Sin embargo, tras recomendarlo hasta la saciedad a familiares y amigos, Cartas de Jingzhai me estaba pidiendo a gritos que hablara un poquito de él aquí. Hay libros que uno sabe que es toda una injusticia no compartirlos.

La chica y el vendedor
Houhai, Beijing

Descubrí el libro a través del blog Reflexiones Orientales de Pablo Rovetta. Al principio de la entrada que lo presentaba se podía leer la primera frase del mismo: “Un día a principios de 1968 papá anuncia que nos íbamos a vivir a China. Yo acababa de cumplir 13 años”. Cómo no va uno a interesarse por un relato así. Pronto pasó a formar parte de mi lista y no tardé en encontrarlo en formato electrónico en Amazon. Sí, sí, lo sé, la comodidad de las nuevas tecnologías se come poco a poco mi estantería de libros en papel.

Cartas de Jingzhai (静斋记事). Reminiscencias estudiantiles en China 1976-1981 cuenta la historia de Víctor J. Ochoa-Piccardo, un chico venezolano que visita China por primera vez en el año 1968. Dos años después su familia decide volver a Venezuela, pero para aquel entonces China ya había dejado su huella en el protagonista. Más tarde en 1976 se le presenta la oportunidad de volver a Beijing para proseguir con sus estudios de arquitectura en la universidad de Tsinghua y no duda en aprovecharla. El libro recoge las cartas que enviaba a sus familiares durante esos años entre 1976 y 1981.

Para mí, una de las características más interesantes del libro es precisamente que muestra los pensamientos e impresiones del autor en aquella época. No está el tiempo de por medio, enemigo de la memoria y amigo de alterar los recuerdos. No vemos el Beijing de los años 70 desde el punto de vista actual. Vemos el Beijing de los años 70 con los ojos del Víctor de aquella época, lo cual es muy diferente. Con las cartas que él envía a su familia, descubrimos China al mismo tiempo que él lo hace. Haciendo uso de las palabras del autor, en esta obra se muestran sus «inconsistencias, burlas y críticas, tormentos y angustias, incomprensiones, idealismo, infantilismo e ingenuidad, omisiones y exageraciones». Cabe destacar que aunque es un relato dirigido a una audiencia familiar, no aburre en ningún momento y precisamente esos pequeños detalles de la vida diaria, sus rutinas y reflexiones son a menudo las partes más curiosas e interesantes del libro.

Por otro lado, el período histórico en el que se desarrolla no podría ser más interesante. El protagonista aterriza en Beijing dos semanas después de la muerte de Mao, con la que se ponía fin a la “Revolución Cultural”. Nos da la oportunidad de vivir en persona (o casi) todo eso que nos han contado (o no) los libros de historia.

Grupo de estudiantes
Habitación de Víctor y su compañero Tang Kai

Otro motivo de alabanza es la imparable ansia y lucha por integrarse en la comunidad china de Víctor. En aquella época el contacto entre chinos y extranjeros no era tan habitual y cosas como salir a comer juntos a un restaurante podían causar una llamada de atención de las autoridades o consecuencias todavía mayores. Cuando llegó a Beijing, en la residencia del Instituto de Lenguas los chinos y los extranjeros no podían compartir habitación, comían en comedores diferentes…Desde el minuto uno Víctor y otros compañeros intentan romper estas barreras que los separan. En este sentido me encanta su conclusión en uno de los fragmentos en los que reflexiona sobre el tema: “Me desespera la idea de quedarme sin aprender”. Es también de admirar su insaciable curiosidad, la cual en diversas ocasiones nos ayuda a conocer en mayor profundidad la vida cotidiana de la población china de aquella época por la que se interesa a menudo el autor.

Ascenso de Hua Guofeng al poder
Tiananmen

Yo, que he llegado a China casi 40 años después, pagaría por ver el Beijing de aquella época con mis propios ojos, a falta de ello, ha sido todo un placer poder descubrirlo a través de los de Víctor. China ha avanzado a una velocidad de vértigo en todos estos años y sin embargo en ocasiones leo párrafos del libro y parece que en el fondo, nada haya cambiado. Al fin y al cabo los extranjeros seguimos cargando nuestras maletas con quesos, chocolates y café o abusando de la amabilidad de familiares y amigos para recibir de vez en cuando algún paquete de supervivencia. El Beijing de entonces, aunque cada vez más escondido y transformado, mantiene todavía su esencia y como dice el autor: “Me provoca escribir cuentos cuando atravieso esos barrios tradicionales”.

A medida que iba leyendo el libro he ido subrayado cientos de reflexiones, de las cuales muchas de ellas pienso que todavía se pueden aplicar a la China de hoy en día. Aquí os dejo dos. La primera: “Siempre fue –y lo sigue siendo- un ellos y nosotros. La segunda dice así “Dudo que en alguna parte de la Tierra las contradicciones se den con tanta agudeza”. Ambas deben ser interpretadas en su contexto (para lo que tendréis que leer el libro) pero estoy segura de que muchos de los que vivimos en China podríamos hacer analogías con alguna que otra experiencia vivida en este lado del mundo.

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