El fin de semana pasado nos invito nuestro buen amigo chino Terry y su esposa Yuki a pasar un día de playa en Shenzhen con toda la familia. Ellos viven desde hace años en esta ciudad y se conocen sus rincones al revés y al derecho por tanto el paseo prometía y generó expectativas que se cumplieron con creces. En verdad lo bien que lo pasamos, lo amables y cordiales que fueron, lo calentita que es el agua del Indico y otras maravillas del viaje no es de lo que me interesa escribir en detalle , como sabemos la alegría ajena debe ser de las cosas más fomes y poco empáticas de relatar.
Día de Playa en China
Lo interesante era ver como había sido asimilado el tema balneario en esta cultura que tiene esta mezcla entre lo milenario y lo extraterrestre. Y es que como ya lo he dicho o insinuado la clase media china no tiene más de 10 años de existencia masiva y el pueblo está ávido a de consumir como los extranjero todas las bondades de la vida que por décadas les estuvo vedada. Sin ir más lejos esta playa a la que fuimos llamada “Península de Gansos “ se abrió hace unos años ya que estaba clausurada por el temor de las autoridades a que la gente cruzara varios kilometros a nado por el mar escapando hasta Hong Kong.
Lo primero que nos llamó la atención es que en la carretera había muchos puestos callejeros de venta de artículos playeros, muy parecidos a Chile en septiembre con lo de los volantines. Acá en cambio los productos a la venta colgados en mallas verticales y provocando un efecto colorido tecno-tropical, eran trajes de baño y flotadores circulares tipo flotador de patito inflados.
Llegando a la playa y siguiendo con el tema vestuario los hombres usan preferentemente sunga –no haré más comentarios- y las mujeres se quedaron en la época victoriana y lucen unos verdaderos vestidos de playa hasta las rodillas, incluso algunas parecen burkas o momias llenas de paños enmarañados que usan para cubrirse el cuerpo completo. Y es que era cierto lo que nos decían por ahí, los chinos no toman sol. Van a la playa al atardecer y a la noche. Le temen a los peligros de la insolación –sabios ellos- pero además hay un factor cultural, un canon importante de belleza es cuan blanca es una mujer. Entre más lechosa más linda y entre más morena más similar a la clase campesina que se identifica como más pobre y de nivel inferior.
Luego el mar esta lleno de flotadores tipo de patito de aquellos que tanto se ofrecen en el camino y cuando digo lleno me refiero a llenísimo. Para nuestra sorpresa no son de uso sólo de niños, todo el mundo le lleva su flotador, mujeres, hombres, abuelitos y por cierto los infantes. En contraste toallas extendidas en la arena ni una, para que si ni se asolean.
Luego la comida. Todo el sector de sombra estaba lleno de parrillas a carbón, con numerosas familias y amigos que cocinaban con brochetas todo tipo de carnes normales y otras que mejor no saber que eran ni de que parte del animal. Y debajo de las parrillas y alrededor de los comensales restos de conchas, palitos, bolsas, carnes y suciedad por montones. Pero lo más intragable era que debajo de unos grandes toldos cercanos a los estacionamientos tenían un cabrito que faenaron ahí mismo, lo colgaron y le sacaban las lonjas e interiores de todo hasta dejarle solo la cabeza y un hilo de no sé que colgando. Varias gallinas también eran acogotadas ahí mismo en caliente. Como siempre la comida en China y esto de exhibir las cabezas tipo Francia 1789 Versión culinaria tiene mucho de cavernícola y es de las cuestiones culturales más difíciles de aceptar.
En todo caso con todos los contras, rarezas y chinadas las playas de Shenzhen están sorprendetemente bien y bonitas y no contaminadas y bien limpias para una ciudad industrial de más de diez millones de habitantes. Hasta pececitos en la orilla … No está mal.