Estresado por el Taichi en Chile y China Parte II

Una vida equilibrada espiritual, emocional y laboralmente ayuda a tener una existencia armoniosa, combatir el estrés y tomarse las cosas con calma. Esa fue mi súper cliché conclusión al salir de la tina que es algo así como mi templo de las reflexiones y los análisis. Varias de mis más importantes decisiones vitales las he tomado en conjunto con Manfred, mi patito de hule.


Este tiempo en China ha sido de gran presión y estrés y necesitaba una actividad que me sacara del trabajo y las preocupaciones. Le pedí ayuda a mi gran amigo Gonzalo López Pardo en Chile que es maestro de yoga, el me recomendó su disciplina pero en China no hay Yoga meditativo sinó más bien gimnástico que no me gusta. Y así, sin aprender que la historia es para no repetir los errores del pasado, me inscribí en taichí .


El grupo es liderado por una profesora delgadita y pequeña muy exigente y unos siete a diez chinos. Todos se juntan al borde de un lindo parque que hay acá abajo de mi condominio.

El ejercicio comienza con el calentamiento que consiste en ir siguiendo a la maestra en el movimiento de cada una de las partes del cuerpo en forma circular. Al final se hace una elongación tocándose parado la punta de los pies y luego inclinándose en el suelo con las piernas totalmente estiradas y abiertas para un lado y para otro. Todo esto último un imposible total para mí que desde que era bebé y me chupaba mi pie nunca más he logrado estirarme con flexibilidad. Esto que para mis compañeros orientales es solo una previa a mí me deja duchado de sudor, agarrotado y extenuado.
A continuación vienen unos movimientos básicos del taichí en coordinación con movimientos de piernas y brazos hacia derecha e izquierda que más o menos logré captar como a la cuarta clase.

El momento crucial es cuando la Laoshi (profesora) pone una música china zen con su parlante portátil muy kitsch de figura de auto que se le iluminan sus foquitos de colores y mis compañeros se ponen a hacer los ochenta y seis set de movimientos que incluye la disciplina. Un baile portentoso, a ritmo lento, con giros, llaves, saltos, contorsiones, etc. Todos en perfecta coordinación con su propio cuerpo y entre el grupo mismo. Les pones trajes tradicionales del país y perfectamente puedes creer que se trata del ballet nacional de China, son secos. La primera clase le pregunté a la profesora que balbucea inglés cuanto tiempo toma lograr todos estos movimientos esperando que me respondiera algo así como diez años o toda una vida de trabajo. Me respondió «solo tres meses». Efectivamente, mis gráciles compañeros muchos de ellos sólo llevan un tiempo en clases, otros, un par de años. Ahí se me hizo un cortocircuito, para mí sólo hacer uno de esos movimientos puede tardarme los tres meses y el total tres generaciones o lo que dure la raza humana en la Tierra.

Mientras los chinos hacían su rutina de movimientos que dura como treinta minutos la profesora me ponía en una posición con las piernas medio flectadas, mirando al horizonte con los brazos hacia adelante y los pulgares hacia arriba, tal como se ve en la foto que adjunté arriba. Como los guardias ingleses del palacio de Buckingham casi sin pestañar en «situación de momia es». Siendo una posición habitual del taichí es como estar castigado con el gorro de burro.

Luego, la clase continua con una sesión de elongación que consiste en acercarse a un muro y suspender en 75 grados cada pierna apoyándola en la pared y quedarse así unos diez minutos por cada una. Otra tortura china que mientras la hago requiero concentración total, mientras sudo y tiemblo como jalea y que para mis amarillos compañeros es como un minuto social para conversar hablar de la vida y los dumplings con sus extremidades extendidas.

Ya llevo cumplidas doce clases y he llegado a la conclusión que con Manfred tomamos una mala decisión. La profesora ya perdió toda la paciencia conmigo. No puede creer que a duras penas he aprendido y mal, uno de los 86 set de ejercicios . Se para al frente mío y trata de que siga sus movimientos de brazos y siempre me enredo y los hago al revés por el efecto espejo de tenerla al frente y por ser negadísimo para estas cosas. Se desespera que mis piernas no se muevan de manera armónica con mis brazos y muchas veces se agacha y me las mueve ella como si yo fuera una marioneta y tratando de comprobar si son de palo y si los extraterrestres de Chile tenemos articulaciones.

Claramente la tengo desconcertada y le habla a mis compañeros en chino repitiendo la palabra Laowai (extranjero) tomándose el pelo, agarrándose la cabeza y con cara de desesperación. La logré sacar de su punto zen, le tengo hinchado el yin y el yang.

Igual trata de ser amable, me pasó un libro y un video para que estudie tres horas diarias taichí. Yo le explico que no lo haré porque este espacio es para relajarme y distraerme no para estudiar y estresarme. Para eso está el trabajo. Y trata de entenderme. Pero va contra la naturaleza de ellos. Como ya he explicado para los chinos no hay actividad sin rigor, estudio y dedicación. Relajarse es un concepto para los extranjeros.

En conclusión estoy esperando que se me cumplan los plazos y luego a buscar otra cosa. ¿Serviré para el circo chino?

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