Kowloon, la obra de LRM Performance repleta de influencias asiáticas

Si trabajáis en prensa cultural y tenéis la suerte de estar en Madrid, quizá podéis conseguir que los chicos de LRM Performance –aka “Locus”– os inviten a asistir a uno de sus ensayos de Kowloon, su última pieza performática basada en la famosa península de Hong Kong y que mezcla las tradiciones de la performance occidental con una estética plagada de referencias asiáticas.
 
 
Greg Girard ‘Kowloon Walled City Night View
 from SW Corner’ 1987
Las obra, de 56 minutos de duración y compuesta de 22 secciones cuyo hilo conductor es la música creada por David Aladro-Vico, toma como punto de partida la Ciudad Amurallada de Kowloon en Hong Kong, derribada en 1994 y psteriormente convertida en el Kowloon Walled City Park, por el que seguro que muchos de vosotros habréis paseado. Kowloon fue una anomalía política en Hong Kong heredada de la época imperial, una suerte conglomerado inmenso de edificios abigarrados sin apenas luz, ventilación, ni agua corriente que por su condición de enclave ‘alegal’ albergaría una gran cantidad de prostitutas, fumaderos de opio y dentistas sin titulación y que finalmente fue derruido en 1994 por las autoridades de Hong Kong.
Sin embargo si estáis esperando ver una obra narrativa en la que se represente la historia de la ciudad, quitáoslo de la cabeza. Kowloon, como todos los trabajos anteriores de LRM Locus, se basa en la búsqueda de las emociones a través de la danza, el movimiento, la música tradicional y contemporánea o la arquitectura, evitando expresamente la narración mediante la inclusión de la mayor cantidad posible de influencias, cuidadosamente ensambladas para generar emociones en lugar de un hilo conductor o concepto.
Quizá las influencias son de procedencia muy variada, como por ejemplo las que hacen referencia al trabajo del arquitecto y fotógrafo estadounidense Gordon Matta-Clark (1943-1978), pero para nosotros las más interesantes son las que provienen del arte asiático.
En cuanto a la música las influencias de Pierre Henry, Phil Niblock o Alvin Lucier se mezclan con material de procedencia asiática: Gamelán de indonesia,  Gagaku japonés (el Hichiriki y el Sho), música tradicional china (la Suona, el Hulusi, gong XiaoLuo), de Tailandia (gongs) y de Hong Kong (Houguan).
También se recogen referencias del cine asiático como la obra del taiwanés Tsai Ming-Liang que se refleja en el sentido de la composición de la imagen, el tiempo y el movimiento y tipo de acciones de los personajes o, por las referencias a los sonidos de la naturaleza, los espíritus  que aparecen y desaparecen y la narrativa no lineal, el trabajo del tailandés Apichatpong Weerasethakul. Influencias de la obra de  Wong Kar-Wai también están presentes a través del sentido de la luz y la arquitectura de Hong Kong. E incluso el cine de animación japonés está presente a través de influencias de Hayao MiyazakiSatoshi Kon o Koji Morimoto.

Por último la danza (magníficamente interpretada por la joven bailarina china Zhihan Chen) con sus movimientos cuidados y lentos,  también denota el influjo de la estadounidense Trisha Brown, del colectivo de artistas japoneses Dumb Type  o deLegend Lin Dance Theater de Taiwán.

Sin embargo todas estas influencias son sólo una referencia ya que al tratarse de un proceso creativo no conceptual, es el propio espectador quien debe de realizar sus propias asociaciones e interpretaciones de una forma libre.
Sin duda una gran obra de producción con meses de trabajo a sus espaldas que merece la pena ser disfrutada por todos aquellos a los que nos apasiona la cultura asiática.
 
 
 

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