En noviembre del año pasado, en México se anunció que el Presupuesto de Egresos 2014 planteaba una asignación de casi 82 mil millones de pesos para el Programa de Ciencia, Tecnología e Innovación (CTI), o sea un aumento de 12% que incluye un 20% de aumento para el CONACYT, lo cual es de celebrar. Pero aunque el número suena grande y el crecimiento es desde luego bien recibido, en términos más amplios sigue siendo inferior al 0.5% del PIB, en contraste con el promedio de 2.3% de los países de la OCDE. China destina un 1.7%, que en números absolutos es gigantesco, dado el tamaño de su economía.
Ahora bien, del aumento anunciado, se especificó que “el 24.8 por ciento se destinará a becas de posgrado; 12 por ciento al Sistema Nacional de Investigadores; 23 a innovación, y finalmente 12 por ciento a realización de investigación y publicaciones científicas”, según palabras de Irazema González, secretaria de la Comisión de Ciencia y Tecnología de la Cámara de Diputados (Notimex, 11 de noviembre, 2013).
De nuevo, todo eso es encomiable y seguramente todos esos rubros necesitan mucho más dinero para poder seguir avanzando. Pero a lo que voy es: que todo ese apoyo a la ciencia se enfoca en la educación superior: en quienes ya pudieron llegar a un nivel muy avanzado y que ya están convencidos del valor de la ciencia y de su trabajo dentro de ella. Esa cantidad de gente en nuestro país es patéticamente pequeña. Cada vez que se anuncian mejoras al presupuesto de ‘Ciencia’, se deja de lado una parte fundamental: la creación de conciencia popular de la suprema importancia de la actividad científica en la sociedad, como fuerza no sólo de desarrollo económico, sino humano en el sentido más amplio.
Lo que quiero decir es que no existe en nuestra sociedad una narrativa coherente que muestre la imagen del científico como un héroe, un pionero, un aventurero digno de admiración y a cuya posición es muy deseable aspirar. En los años 70s y principios de los 80s hubo un esfuerzo importante por apoyar programas de amplia difusión como ‘Cantinflas Show’ (1969-72), el popularísimo ‘Odisea Burbujas’ (1979-84) o bien las cápsulas de ‘El Libro Gordo de Petete’ (importación de Argentina), que si bien tocaban temas de historia y cultura general, tenían temas científicos en por lo menos uno de cada cinco episodios. El lema de Petete era “¡Una sólida cultura es la herencia más segura!”; una de las canciones más populares de Burbujas era “El Tesoro del Saber”; y todos los programas mencionados tenían revistas periódicas relacionadas con su imagen.
En pleno siglo XXI, el único programa mexicano de amplia difusión enfocado de esa manera es La Dichosa Palabra, de Canal 22 y que acaba de cumplir una década al aire, pero que se centra en lenguaje e historia. No tenemos programas nacionales que presenten a la Ciencia de esa forma, y nos limitamos a usar traducciones del Discovery Channel y otros canales extranjeros, que si bien son ricos en contenidos, no contribuyen a lo que menciono como una ‘Gran Narrativa’, que promueva en los niños de educación básica ese deseo ferviente por saber y descubrir. Rodolfo Neri Vela y Mario Molina son figuras importantísimas, pero muy alejadas del imaginario popular y que salen a colación sólo rara vez por algún aniversario o alguna otra coyuntura, y no como los iconos que deberían de ser por derecho propio.
Recordemos que en 1980 se emitió el legendario programa de divulgación científica ‘COSMOS: Un Viaje Personal’, del finado Carl Sagan. Sus trece capítulos fueron la serie más exitosa en la historia de la televisión pública hasta ese momento y no perdió ese título sino hasta diez años después. Y sí, leyó bien: COSMOS fue un programa hecho en televisión pública (Public Broadcasting System), el equivalente de nuestro Canal 22. Otros países tienen una aguda conciencia de la importancia de crear esta ‘narrativa’ de la Ciencia en la conciencia pública para que más niños pequeños se interesen en ella desde temprano, y no sólo ofrecer más becas a quienes han llegado a los niveles superiores. De hecho, este año se empezó a emitir una actualización de COSMOS, discutiendo los más recientes avances científicos en un formato parecido al original, pero ahora con Neil deGrasse Tyson – un eminente astrofísico – como presentador.
México tiene sin duda estudiantes e investigadores de calidad mundial. ¿Cómo es posible que no estén presentes en nuestra narrativa? Michoacán es un caso emblemático: a partir de 2006 muchos estudiantes de secundarias y preparatorias han ganado de forma consistente premios regionales, nacionales e internacionales en el área de robótica, compitiendo en foros muy prestigiosos. En 2012, estudiantes del CECYTEM arrasaron en la Expo Ciencias Nacional y en el Torneo Internacional de Robótica, con lo que fueron a representar a México en la Cumbre Internacional de Ciencia y Tecnología en Perú, y en el Torneo Internacional de Robótica en Guatemala. En 2013, en el Campeonato Mundial de Robótica en Missouri, estudiantes michoacanos dejaron atrás con su robot ‘Machine’ – que costó 8 mil pesos – a robots estadounidenses de 8 mil dólares. El mismo año, en Calgary, Canadá, ganaron el premio Rookie Inspiration Award – organizado por la NASA – con un robot que podía atrapar un frisbee. La competencia ‘Robomatrix’ ha sido creada en Michoacán para encontrar a los mejores proyectos, enviarlos a la competencia nacional en Guadalajara y de ahí a competencias mundiales como Infomatrix Rumania y Robotchallenge Austria.
Un país que conoce desde hace milenios la importancia de la educación – en particular de la técnica – y de su narrativa en el tejido social, es China. Desde antes de Confucio (551-479 aC), el educador por excelencia, se ha considerado a la educación y el conocimiento técnico como la forma más deseable de movilidad social, y en nuestros días el énfasis que han colocado en el desarrollo de la tecnología y la ciencia para superar su atraso, ha sido fenomenal. Como ejemplo pongo una de las narrativas más conmovedoras que he visto en mucho tiempo, y que muestra perfectamente cómo el estatus de la Ciencia – con su sentido de universalidad, de colaboración y de aventura – puede imbricarse profundamente en el tejido social:
En diciembre 14 de 2013, China se convirtió en el tercer país en hacer llegar un artefacto a la Luna, y el primero en hacerlo en cuatro décadas, con un explorador lunar programado para una misión de tres meses. El país entero fue testigo de la hazaña y se creó una enorme ola de orgullo nacional. Ahora bien, en la mitología china, Chang-E es una mujer mágica que vive en la Luna y que tiene como mascota a Yutu, el ‘Conejo de Jade’. Estos fueron los nombres escogidos para referirse al módulo de aterrizaje y al explorador de terreno, respectivamente.
Una internauta, en el equivalente chino de Twitter, se dio a la tarea de narrar en primera persona las aventuras del explorador Yutu, y era seguida por millones. Sin embargo en enero 28, el pobre Conejo de Jade tuvo un problema técnico y tras varios días de intentos, tuvo que cancelar su misión después de mes y medio de exploraciones. Sus palabras finales, narradas por el internauta y que causaron miles de mensajes de simpatía, un renovado sentido de trascendencia, y no pocas lágrimas, fueron estas:
“Aunque debía ir a dormir, mis amos descubrieron un problema con mi sistema de control. Así que estuvieron trabajando toda la noche para tratar de corregirlo. Creo que sus ojos están ahora tan rojos como mis ojos de conejo. Pero creo que a pesar de sus esfuerzos, no pasaré esta fría noche lunar. Chang-E aún no sabe de mi problema. Si al final no puedo ser reparado, les pido a todos ustedes que la consuelen cuando se quede sola.
“Antes de venir a la Luna, estudié la historia de los exploradores lunares. Casi la mitad de los 130 que han venido hasta aquí han tenido éxito; el resto no pudieron concluir sus misiones. ¡Pero así es la exploración del Espacio: con su gran belleza, hay que aceptar un gran peligro! Yo no soy más que un pequeño punto en la gran aventura espacial de la Humanidad.
“El Sol se ha puesto, y la temperatura está bajando rápidamente… quiero decirles un secreto: no estoy triste. ¡Fui el protagonista de mi propia aventura! Y como todos los héroes, también me encontré con un problema en mi camino.
“¡Continúen tras de mí! Buenas noches, Tierra. Buenas noches, Humanidad.”
Una idea sobre “La importancia de la Ciencia como ideal, narrativa y aventura”
He viajado mucho por China, especialmente en el sur, y tengo que decir que en el sur de China se come perro y rata de forma relativamente habitual. En provincias como Guangzhou, Guangxi, Guizhou y Yunnan no es raro ver rata y perro. Perro es muy común en ciudades sobretodo de mediano tamaño y rata por lo que yo he visto más por zonas de campo. El perro parece ser que es una comida ¨muy caliente¨ como le dicen ellos, muy adecuada para el invierno y para reponer.
Personalmente creo que no debemos de estigmatizar este tipo de alimentos, pues igual que nosotros comemos conejo ellos en bastantes zonas comen perro. Lo que no se puede hacer en principio es comerse al perro del vecino pues es su mascota.
Saludos a todos y gracias por compartir el artículo.