¡Buenos días a todos!
Continúo firmemente con mi propósito de compartir con vosotros todas mis experiencias, viajes y recuerdos de China en este blog. Esta semana os quiero hablar de la famosa Ciudad Prohibida, que todos conocemos por películas como El Último Emperador (Bertoluci, 1987) y, otros, porque hemos tenido la suerte de visitarla en persona. Y en varias épocas del año.
Foto: Obsérvese lo orgulloso que se muestra el chino totalmente espontáneo que se metió en nuestra foto.
La Ciudad Prohibida, conocida por los chinos como Palacio Antiguo (gùgōng 故宫), fue construida por el emperador Yongle de la dinastía Ming entre los años 1406-1420. Bueno, él la mandó construir (no os lo imaginéis remangado poniendo piedra sobre piedra), y ha sido la residencia de los emperadores chinos Ming y Qing durante 500 años. En 1987 fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, dada su magnificencia y el gran papel que este complejo ha desempeñado en la historia del gigante asiático. Se compone de unos 980 edificios, abarca 72 hectáreas y está rodeada por 3 costados de jardines imperiales. La entrada principal se encuentra frente a la plaza de Tian’anmen. La estampa más típica es la que podéis ver más arriba en la fotografía: la puerta de Tian’anmen con el retrato del presidente Mao Zedong y las consignas «Viva la República Popular de China» y «Viva la unidad de todas las personas».
Todo el recinto está rodeado por un foso de 6 metros de profundidad y una muralla de unos 8 metros de altura.
Foto: El foso se congela en invierno. ¡Así de bajas son las temperaturas!
Tras atravesar la puerta de Tian’anmen, accedemos a una gran plaza en la que encontramos las taquillas y varios edificios circundantes. Y una horda de gente intentando venderte guías turísticas de la fortaleza. Y otra horda de gente intentando hacerte fotos de tapadillo. O sin tapadillo, a las bravas. Y ya una vez atravesada esta zona, llegamos de verdad al recinto imperial. La entrada cuesta entre 40-60 yuanes, dependiendo de la temporada, y hacen descuento si presentáis la credencial de estudiante.
Los leones chinos, también llamados «perros fu» o ruishi 瑞獅 son los guardianes y protectores de la familia. Suelen ubicarse por parejas en las puertas y entradas tanto de casas como de recintos sagrados para ahuyentar a los malos espíritus. El león macho, normalmente situado a la izquierda de la puerta, sujeta una esfera con su pata, mientras que la hembra, a la derecha, aprisiona a un cachorro de león. Toni, el señor que nos hizo de guía turístico a mi madre y a mí en una de las visitas, aseguraba que el león también era un símbolo de la protección del emperador, y que el orbe representaba el mundo y el cachorro, a sus hijos, es decir, a todo el pueblo chino. 可以 (keyi).
No se pueden visitar todos los pabellones, ni por asomo. La entrada está permitida solo en algunos, pero la Ciudad Prohibida tiene un museo que exhibe algunas piezas que merece la pena ver y, en general, no se echa en falta el poder meterse por donde uno quiera. Y, aunque se pudiera, no daría tiempo a verlo todo.
Detrás de la residencia de los emperadores chinos se encuentra el parque Jingshan 景山, una colina artificial que también abarca una buena extensión y desde la que se pueden obtener vistas magníficas de la Ciudad Prohibida y del centro de Beijing.
Foto: Vistas desde el parque Jingshan
A mis amigos y a mí la visita nos llevó toda la mañana. Una vez vistos palacio y parque, mi recomendación personal es que os deis una caminata por los hutong 胡同 de las cercanías y que os perdáis por sus pintorescas callejuelas. Nosotros dimos con un humilde restaurante de baozi 包子, y alimentamos tanto nuestros estómagos con la deliciosa comida como nuestras almas con la amabilidad de los dueños, que hasta me dejaron grabarlos en video mientras cocinaban.
Y con visitas como estas, podéis pasar un día magnífico con vuestros amigos en Beijing. Y cuando volváis a casa caminando por cualquier calle al azar, mientras buscáis la estación de metro o la parada del autobús, si tenéis suerte, al girar una esquina os encontraréis con una perla como esta con la que yo me di de bruces aquel día.
Ahí, en el mismísimo centro de la ciudad, en la maldita capital del país; ahí lo llevas, el pollo colgao de una percha en la puerta de mi casa, en mitad de la calle. Porque yo lo valgo.
Y por eso Beijing es un lugar maravilloso. Porque nunca, nunca, por más que lo conozcas o lo hayas visitado, jamás dejará de sorprenderte. ¡Nos vemos la semana que viene con otro post cargado de anécdotas! Pasaos por mi blog LaoWai (老外) para ver más fotos sobre este y otros temas.
¡Gracias por leerme!