El Sol y la Luna. Mitología china.

El Sol y la Luna son los astros más importantes de nuestra galaxia y, al mismo tiempo, las deidades principales de muchos relatos mitológicos en varias culturas.

Dichas deidades chinas son representadas tanto en la historia de “Yi y los diez soles” como en la de “Bau Chu y la búsqueda del Sol”. Estos relatos son muestra de la gran importancia que la Luna y el Sol han tenido en la cultura china, motivo por el cual vale la pena recordarlos.

Yi y los diez soles.

En la mitología china, la historia de Yi y como derrotó a los diez soles es famosa. Un día, diez soles aparecieron en le Cielo, alterando el ciclo de la naturaleza. El desastre era inevitable, pues la luz y el calor eran exagerados. No crecían los vegetales y hasta las rocas comenzaban a derretirse.

Los diez soles eran descendientes de Di Jun, el dios del Este. Normalmente, los soles cruzaban los cielos por turnos, pero un día se aburrieron de esta regla y se revelaron contra su padre, jurando permanecer en la bóveda celeste para siempre.

El rey Yao preocupado por el destino de su reino y del mundo, pidió ayuda, y Di Jun envió a la tierra a Yi, quien era un dios menor, pero era un gran arquero. Yi venía acompañado de su hermosa esposa, Heng-O.

Ya en la tierra, Yi, quien contaban sólo con diez flechas, comenzó a disparar a los soles, derribando uno por uno sobre la tierra como si de piedras se tratara. Cuando tocaban el suelo, los soles se convertían en cuervos dorados.

Sin embargo, el mundo necesitaba un Sol, así que el rey Yao robó la última flecha de Yi y permitió que el último Sol permaneciera en la bóveda celeste.

Yi y su bella esposa, Heng-O, fueron expulsados de los Cielos por los dioses enfurecidos y vivían exiliados en la Tierra. Sin embargo, Yi temeroso de la mortalidad partió en busca del lobo aullante Xi Wang, el cual poseía las dos últimas gotas de una pócima para lograr la inmortalidad.

Si dos individuos bebían una gota cada una, entonces podrían permanecer en la Tierra como seres inmortales. Si solamente un individuo bebía las dos gotas, entonces ese individuo sería inmortal, pero viviría en el Cielo.

Heng-O, avariciosamente, bebió ambas gotas y se dirigió al Cielo, pero acabó en la Luna. Yi la buscó por todos lados sin parar, hasta que un día Xi Wang se apiadó de él y lo transformó en dios del Sol.

Yi se instaló en el astro que no había derribado y allí descubrió que Heng-O había volado hacia la Luna para esconderse y vivía ahí en un palacio. Finalmente, Yi y Huang-O se encontraron en el cielo como el Sol y la Luna. Por eso, cuando la Luna aparece llena significa que Heng-O está sola, pero cuando se aprecia sólo la mitad, Yi la está visitando.

Bau Chu y la búsqueda del Sol

Lui Chun era un granjero que vivía a las orillas del Lago del Oeste, en Shanghái, detrás de la Montaña de la Piedra Preciosa.  El Sol salía todos los días por el este, pero una mañana se formó una tormenta y un grupo de nubes negras se reunió alrededor del lago, tras lo cual se vio caer al Sol detrás del horizonte.

Más tarde las nubes se desvanecieron, pero inexplicablemente el astro había desaparecido. Las plantas comenzaron a morir, el mundo se enfrió y se envolvió de oscuridad, y la gente no sabía qué hacer sin luz solar.

Entonces Lui Chun preguntó al anciano más sabio de su pueblo, en dónde podría hallar al Sol. El anciano respondió que los demonios del Mar Oriental seguramente lo habían robado, porque su luz y calor los asustaba.

Por lo tanto, Lui Chun decidió salvar al Sol y, de esta forma, comenzó su peligroso viaje acompañado por un ave fénix dorada. Si éste moría, entonces el ave fénix regresaría a su casa.

Un día, el fénix dorado regresó a casa de Lui Chun y su esposa se desmayó al darse cuenta de que su esposo había muerto. Sin embargo, mientras yacía en el suelo dio a luz a un crío que alcanzó una altura de cuatro metros y medio, el cual fue nombrado Bao Chu. Años más tarde, Bao Chu supo de la proeza heroica de su padre y juró que también saldría en busca del Sol.

La búsqueda de Bao Chu duró varios meses, viajando por lejanas montañas y ríos congelados. Algunos campesinos amablemente le brindaron algo de tierra en un saco, que él colgó en su hombro.

Al llegar al Mar Oriental, Bao Chu vertió la tierra del saco en el agua, y ésta se convirtió en una cadena de islas. Bao nadó de isla a isla hasta llegar a la última. Cuando pisó la tierra ésta, la isla se hundió hasta el fondo del mar, llevándose a Bao Chu junto con ella.

En el fondo, no sólo encontró demonios, sino también al Sol dentro de una enorme caverna. Con la ayuda del fénix luchó contra el rey de los demonios y devolvió el Sol al cielo. Después de tal proeza, cayó agotado al océano y murió.

El fénix dorado regresó a casa de la madre de Bao Chu y, no obstante que la mujer supo que su hijo había muerto, se alegró de que el Sol volviera a llenar el cielo con su brillo.

Todas las mañanas, los campesinos recuerdan al hombre que les devolvió al Sol, y en su honor llaman Bao Chu a la estrella que brilla en el Este, justo antes del amanecer.

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