Manuel Montobbio recomienda…»Las relaciones hispano-chinas. Historia y futuro»**

¿CUARENTA AÑOS DE LAS RELACIONES HISPANO-CHINAS?

Una aproximación desde el libro colectivo Las relaciones hispano-chinas. Historia y futuro, coordinado por Xulio Ríos (Madrid, Libros de la Catarata, 2013)

Cuando los occidentales hablamos sobre China nos vienen a menudo a la cabeza o a la lengua frases que se nos han quedado a ella asociadas, con las que pretendemos desentrañar o explicar, aprehender tal vez la esencia de aquello que no conocemos del todo, pero que intuimos como diferente, distinto, importante. Recordamos, por ejemplo, el “Cuando China despierte…” de Napoleón; el “Todavía es demasiado pronto para valorar sus consecuencias…” con que Deng Xiao Ping respondió a la pregunta sobre su valoración de la Revolución Francesa.

Todavía es demasiado pronto, incluso para los occidentales que vivimos el tiempo como el tigre que te devora los ojos del verso de Borges, para valorar las consecuencias del despertar de China. Pero sentimos, sabemos, vivimos que ha despertado… E intuimos – tal vez con la conciencia de que no somos de ello del todo conscientes, tal vez sin ella… – que ese despertar va a marcar, a definir nuestra era como la Revolución Francesa, a construirse en argumento central de la Historia por vivir.

Lo sentimos, sabemos y vivimos ahora; mas no hace cuarenta años, punto de partida del horizonte hacia el que mira hacia atrás este libro. Horizonte cierto y al tiempo falso; pues si tal es el tiempo de las relaciones diplomáticas hispano-chinas, lo es de las relaciones con esta China de la República Popular. Mas no con China: se remontan éstas más allá, más antes; de alguna manera incluso al siempre y hasta antes de éste. Pues anterior al de España es el ser de China. Anterior desde luego al de la España constituida en Estado y monarquía común creadora de una de las primeras diplomacias de la Edad Moderna, la que llegara a China desde el Pacífico y con ella se encontrara en Filipinas, e incluso antes enviara por tierra al Gran Khan la embajada de Rui de Clavijo.

Anterior, y en cierto modo germinal. Pues si, como dijera María Zambrano en España, sueño y verdad, España no es solo un país, sino casi un continente, y se pierde su mirada en el horizonte del Atlántico, lo es por su ser en América y más allá. Mas no fue ese pasar de la mirada a la acción, ese partir para ser en América, un partir al encuentro de ésta; sino de China, esa por cuyo Gran Khan pregunta insistentemente en su primer viaje a los indígenas del Caribe, como queda reflejado en el diario de éste. Y llevó ese mirar más allá en el horizonte que se pierde en el mar – de Vasco de Gama, de Magallanes y Elcano, de tantos otros – finalmente a España hacia China, hizo no del Atlántico sino del Pacífico el que vino a llamarse el “lago español” – como lo denomina el historiador australiano Spate en su referencial The Spanish Lake – y del galeón de Manila/la nao de China el cordón umbilical vía por la que fluyeron no sólo las relaciones entre China y España, sino también entre ésta y Occidente y Europa.

Recuerdo que en la etapa germinal de mi contacto y experiencia vivencial de Asia, cuando entre 1992 y 1994 desempeñé la Segunda Jefatura de la Embajada de España en Yakarta, para Indonesia y Singapur, en uno de mis primeros viajes de trabajo a Singapur visité al Director del Institute for South East Asian Studies – uno de los referentes académicos y think tank de referencia internacional para el conocimiento de la realidad de la región – y le pregunté por la visión, el conocimiento, la importancia que se le daba a España en la región. Para mi sorpresa de miembro de una generación de españoles que ha vivido nuestra presencia en ella como un llegar tarde a donde otros estaban hace tiempo, como reto y nueva frontera de nuestra política y acción exterior, me respondió que España estaba profunda e ineludiblemente presente en la región, en lo que son sus habitantes y sociedades hoy, que sin España difícilmente sería su realidad la que es. Pues la llegada, la presencia de España, su establecimiento en Filipinas, detuvo en su momento la expansión del Islam – ¿se imagina lo que hubiera podido pasar si hubiera llegado a Japón?, me preguntó mientras continuaba su reflexión -, y a partir de ella se relacionaron sus economías con el mundo occidental, se expandió la presencia y dominación de sus potencias en sus sociedades, llegó a ellas su modernidad destructora o transformadora, la vivencia y experiencia del otro. De España llegó allí la globalización que en su ola o fase contemporánea de la de la sociedad de la información nos trae a ellos a España.

A veces no somos del todo conscientes de lo que somos, pues somos lo que somos ahora, y lo que hemos sido, lo que somos ante nosotros mismos, y ante el otro. Otro que como ningún otro ha sido y es para nosotros – el nosotros de los españoles, los europeos, los occidentales, de nuestra civilización, todo aquel que podamos concebir que presuponga un otro, unos otros, un ser frente al otro o los otros – el de China. Pues si venimos de una civilización más allá de cuyos límites acechaban los bárbaros, también acechaban éstos tras la larga muralla que protegía al Imperio del Centro del que viene la China de hoy. Pues si nuestras luchas han sido fundamentalmente las que se han dado entre las religiones del Libro, las del narcisismo de las pequeñas diferencias, diferencias en definitiva de familia, violencia de convertir en otros a quienes vienen del mismo nosotros… desde tiempo inmemorial, desde el origen de las civilizaciones y su conciencia de tales, el otro ha sido el que habitaba en el mítico y buscado Imperio del Centro, cuyas sedas y productos buscábamos traer a nosotros, primero por el Mediterráneo hasta que dejó de ser del todo el Mare Nostrum, después más allá de Finisterrae hasta hacer del Pacífico el lago español.

Y es por ello que hablar de cuarenta años de relaciones entre España y China con ocasión del establecimiento de las relaciones diplomáticas entre España y la República Popular de China en 1973 es en parte cierto y en parte no. Por ello que al tiempo que el cumplimiento de cuarenta años del establecimiento de relaciones diplomáticas entre con esta China constituye ocasión para hacer un alto en el camino y volver la vista atrás, contemplar y reflexionar sobre el camino recorrido, lo es también para adquirir la conciencia de que las relaciones con China van más allá, de más acá vienen; de que es necesario contemplarlas en gran angular, con la tímida conciencia de que cuarenta años no es nada, de que frente a China siempre será pronto para valorar del todo sus consecuencias. Mas sin poder evitar que se nos venga a la mente ese proverbio chino que dice que con un solo paso se inicia un camino de más tres mil leguas – que tan a menudo se nos viene, como otros citados, al hablar de China – ; con la conciencia, también, de que hemos dado ese paso, y muchos otros tras él, hemos hecho camino al andar, y en el camino estamos. De que si esos cuarenta años son apenas un suspiro en la Historia que sólo pueden aprehenderse en el gran angular de ésta, la reflexión sobre ellos, sobre el camino recorrido, lleva como el yin al yang a la reflexión sobre el camino a recorrer. Y de que ésta necesita también de gran angular hacia delante, de luces largas, preguntas o señales sobre lo que podamos encontrar en el horizonte del futuro, sobre hacia dónde podemos y queremos ir. Hacia dónde, por qué y para qué, de nuestras relaciones con China y su sentido.

Tal es el planteamiento inicial del capítulo que con el título “Luces largas. Reflexiones gran angulares sobre las relaciones hispano-chinas” con el que he contribuido al libro colectivo Las relaciones hispano-chinas. Historia y futuro, coordinado por Xulio Ríos, publicado por Libros de la Catarata. Pues si el cuarenta aniversario de las relaciones diplomáticas entre España y la República Popular China amerita ese alto en el camino, esa reflexión sobre el camino recorrido y a recorrer, tal es precisamente la que se obtiene al recorrer sus páginas, tanto por el qué como por el quiénes.

Por el qué, pues quien se adentre en sus páginas, tras la presentación de Xulio Ríos, director del Instituto Galego de Análise i Documentación Internacional y del Observatorio de Política China, y una de las personalidades que ha contribuido decisivamente al conocimiento de China en España, se sumergirá en la visión histórica de cómo se establecieron y desarrollaron la relaciones tras la llegada de los españoles a Filipinas; en la reflexión de futuro que aborda mi capítulo; en el desarrollo de las relaciones diplomáticas cuya aniversario conmemoramos de la mano de Andrés Herrera; en los ejes, utilidades y aspiraciones de la sintonía política sino española, de la de Xulio Ríos; en la visibilidad de la imagen y marca de España en China, con Augusto Soto; en la transición de la invisibilidad a la espectacularidad de la inmigración china en España, con Joaquín Beltrán; en la “larga marcha” de las relaciones de género en España y China, con Amelia Sáiz López; en los activos para una relación cultural ascendente entre China y España, con Inma González Puy; en las bases para un impulso educativo y científico común, con Manel Ollé; en China en los medios de comunicación, con Daniel Méndez Morán; para concluir con un epílogo de Eugenio Bregolat, tres veces Embajador de España en China y por ello profundo conocedor de China y sus relaciones con España, sobre el pasado, presente y futuro de las relaciones hispano-chinas.

Por el quiénes, pues una de las transformaciones que ha conllevado en estas décadas el desarrollo de las relaciones entre España y China ha sido la emergencia de un grupo de académicos y expertos en la realidad china, su Historia y su cultura, que han dado lugar a la publicación de libros de referencia para el conocimiento de China por el lector español, buena parte de los cuales se encuentran entre los coautores de este libro para ofrecer una visión poliédrica del desarrollo de éstas mirando hacia atrás y hacia delante.

Las relaciones hispano-chinas. Historia y futuro se configura así en un libro necesario en un momento necesario. Además de para la celebración o la conmemoración, constituyen los aniversarios ocasiones para la reflexión, en general y especialmente éste que acontece ante la perspectiva de la emergencia de China a la que asistimos y vamos a asistir en la próximas décadas, que hace de la relación con ella elemento esencial del posicionamiento internacional de España. Toda reflexión es un diálogo, un camino, que empieza y no acaba con lo dicho en este libro. Dice un proverbio chino que basta con un solo paso para iniciar un camino de tres mil leguas. Hemos dado el paso, y en el camino andamos

** Manuel Montobbio es diplomático

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