El historiador Fernando Iwasaki Cauti lamentaba, a principios de los noventa del siglo pasado, que los estudios historiográficos peruanos habían fragmentado la investigación sobre las diversas comunidades que llegaron al Perú en el siglo XVI. Existen estudios sobre la presencia de europeos y sobre los esclavos traídos de Africa, pero poco se sabe de otros colectivos étnicos. Pocas noticias, dispersas, hablan de la presencia de personas asiáticas en Perú a principios del siglo XVII.
En aquel entonces, el virreinato de El Perú se mantenía por orden imperial fuera de las rutas del Pacífico. Sin embargo, «la fluida circulación de mercaderes, burócratas, clérigos y pasajeros diversos» que menciona el autor tanto por vía del Pacífico (tocando tierra en la Nueva España) como por el Atlántico, muestran evidencias de la presencia asiática en aquel Virreinato americano desde el siglo XVI.
La mayoría de los asiáticos permaneció en México, pero algunos fueron remitidos al Perú, entre la servidumbre de magnates o de alguna otra forma de trabajo forzado o esclavo. El padrón de Lima de 1613, citado por Iwasaki, señala la presencia en la ciudad de 114 personas de tal origen: 38 era chinos o filipinos, 20 japoneses, y los restantes de la ¨India de Portugal¨, categoría que comprende a varios malayos y un camboyano. Agrega el autor que:
«Tan sólo 8 de los 114 asiáticos reconoció haber ingresado al Perú a través de México, a la vez que 17 de ellos admitieron expresamente ser esclavos. La mayoría de los empadronados trabajaba en un taller artesanal, mientras que las mujeres parecían confinadas a los servicios domésticos. Apenas 5 orientales dependía de mercaderes, 2 eran esclavos de sacerdotes y 4 eran propiedad de un mismo dueño. Poco es lo que aportan los datos en realidad, y quizás sea más útil conocer el número de años que algunos llevaban en Lima al momento de realizarse la encuesta: 6 personas habían llegado al Perú entre 1580 y 1590; 3 entre 1590 y 1600 y 8 entre 1600 y 1610».
El dato aportado líneas arriba abre el apetito respecto a la actividad e influencia de extranjeros asiáticos en Lima. Un pequeño dato oculto en el Diario de Lima, escrito por el clérigo Juan Antonio Suardo (quien arranca su crónica el 15 de mayo de 1629) señala un tema asiático en la vida cotidiana de Lima de aquella época. Se refiere a las fiestas de canonización de los mártires cristianos de Japón, celebradas en julio de 1629 y reiteradas en 1633. Estos mártires incluyeron a seis religiosos franciscanos y tres jesuitas, a más de una veintena de ¨japoneses familiares que les ayudaron¨. El cronista indica que «los padres de San Francisco hicieron grandiosas y costosas fiestas para celebrar la canonización de algunos santos de la religión, que padecieron en el Japón, por nuestra fe católica, que dicen se gastó como 10,000 pesos».
Las celebraciones consistieron en oficios, procesiones, salvas, cánticos e invenciones de fuegos, engalanamiento de las dos iglesias mayores de San Francisco y San Pedro y de las casas (de las congregaciones) del trayecto, y sermones en las iglesias principales de Lima, durante una semana (del 6 al 14 de julio de 1629), según registra el cronista Suardo.
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Fernando Iwasaki Cauti, Extremo Oriente y Perú en el siglo XVI, Mapfre, Madrid, 1992. p 235.
Una idea sobre “Chinos en Perú. 2”
A mí nunca me ha pasado. Bueno, sí me ha pasado que me hayan intentado cazar, pero nunca lo han conseguido. Hasta dónde sé, no se trata de prostitución, sino que te llevan a una tetería o cafetería (o lo que sea), y luego te traen una cuenta desorbitada para que la pagues tú. Y si no la pagas, te traen a la policía y ya la has cagado.
Por culpa de esta práctica, estando en Osaka («la cuna de la Yakuza xD) una señora de unos cincuenta años (sin pintas «raras» ni nada) me invitó a tomar un té en su propia tetería, pero tuve que rechazarlo por temor a que pudiera haber tenido algún problema similiar.
pd: pensaba que todo el mundo sabía estas cosas, aunque en un hostel de Shanghai conocí a un brasileño al que se la colaron y tuvo un problema gordo.
* Sacado de un blog:
Tanto en Shanghai como en Pekín intentaron timarme varias veces, pero venía con los deberes hechos y ya me los conocía de antemano: En el primero, el timo de la ceremonia del té, una pareja de chinos jóvenes que se hacían pasar por turistas me pidieron que le hiciera una foto, usando eso para iniciar una conversación e invitarme a una “famosa” ceremonia del té en un local cerca de allí. Obviamente ellos están compinchados con el local, y al acabar la infusión te encuentras con una factura de unos 50-60€. ¡Paaam! Cara la broma, ¿eh?. El otro timo más frecuente, el de las estudiantes de arte, me lo intentaron hacer en Pekín: Dos chicas jóvenes se me acercaron y empezaron a hablar conmigo con la excusa de que querían practicar el inglés. Obviamente yo sé que no soy tan guapo como para que me entren a pares, así que ahí ya sospeché algo. La conversación sigue hasta que te dicen que son estudiantes de arte y que exponen en un local cerca de allí, momento en el que te llevan a una galería para que compres piezas de arte originales que en realidad están impresas en masa.