«Nunca la comida es solamente algo que se come”
-Margaret Visser (traducción propia)
La gente a menudo me pregunta de dónde viene mi pasión por la comida y me he es siempre difícil encontrar una respuesta sencilla. Quizás, el haber crecido en un ambiente con dos culturas (mi papá es ecuatoriano y mi mamá es polaca), fue el primer paso que abrió mis ojos al hecho de que la comida tiene varias expresiones y manifestaciones culturales. Muy pronto llegué a darme cuenta de que no todos en Quito comen lo mismo que nosotros a la hora del almuerzo, y que no todas las mamás preparan pescado para la cena de Nochebuena -una costumbre muy polaca.
Mi madre, una dama delicada pero de férrea voluntad, luchó ferozmente por mantener las tradiciones polacas en casa. Al haber dejado su país de origen para comenzar una vida nueva en Ecuador junto a mi papá -después de que los dos se graduaran en Cracovia-, no era mucho pedir. Decidida y testaruda como ella es, lo logró. Mi hermana y yo aprendimos el idioma polaco, celebrábamos las festividades polacas, leíamos libros en polaco y comíamos platos polacos en casa. Bueno, no siempre era comida polaca. A lo largo de los años, se introdujeron algunos platos ecuatorianos en el menú hogareño, pero siempre observando las restricciones dietéticas de mi mamá (nada de mariscos, ni lácteos, ni grasas, ni cebollas). La comida casera era deliciosa, pero mi hermana y yo deseábamos ir más allá. Además de las salidas familiares a restaurantes, mi papá solía llevarnos a probar platos típicos preparados en carritos en la calle o a fondas y salones a los cuales muchos valentones no se atreverían ni a entrar. Pero, sin duda, fueron éstos los lugares en dónde el verdadero sabor de la cocina local nos fue revelado.
Mientras más sabores descubría, más crecía en mí el deseo de experimentar en la cocina. Y es así como empecé a comprar y a coleccionar libros de recetas. A pesar de que mis proyectos iniciales raramente fueron coronados con éxito, y mis raros brebajes y extraños potajes a pocos cautivaban, fueron éstas las primeras pisadas que di en la cocina
Cuando llegó la hora de ir a la universidad, tuve que empezar a cocinar con más frecuencia y no solamente en “ocasiones especiales”. Estudié en Varsovia, lo que me ayudó a expandir mis horizontes tremendamente. Nunca antes en la vida había yo estado rodeada por personas provenientes de un conjunto tan rico de culturas de alrededor del mundo, cada una de ellas con su propio estilo de cocina y apreciación por la comida. Es un episodio en mi vida cuyo impacto sigo sintiendo incluso hoy.
El verdadero punto de inflexión, me parece, vino cuando me mudé a Italia. Fue allí en donde aprendí a apreciar al ingrediente por su frescura y calidad – por su esencia. Poco a poco llegué a comprender la importancia de dominar una técnica de cocina; el valor de la estacionalidad y localidad de los productos; y, el significado de la simplicidad – la combinación perfecta de unos pocos elementos que brillan juntos y crean un maravilloso todo. Esta experiencia me cambió profundamente y es, en realidad, cómo me apasioné por la cocina, la historia de la gastronomía, la diversidad regional de los alimentos y todo aquello relacionado con el mundo de los alimentos.
Ahora que la vida nos ha presentado una nueva aventura emocionante y nos ha traído a la China, Marcin -mi esposo- y yo, hemos continuado explorando los límites de nuestras papilas gustativas … literalmente. La gran variedad de cocinas regionales, sabores, texturas y olores que este país tiene que ofrecer, puede ser solamente eclipsada por la rica historia que tras de ella se encubre. Para mí, una experiencia culinaria es completa únicamente cuando lo que comemos va de la mano con lo que aprendemos sobre el contexto en el que un plato se integra.
La comida es un fenómeno complejo y conlleva consigo una experiencia social: ¿Quién cocinó un plato para nosotros? ¿Para quién preparamos una comida? ¿Con quién nos sentamos a la mesa? ¿Quién nos dio la receta? La comida también contiene información sobre la historia, la economía, la política, las tendencias sociológicas, las tradiciones culturales y hasta los desarrollos lingüísticos en un lugar determinado. Pero, la comida es, sobre todo, una ocurrencia sensorial: ¿Cómo sabe un plato? ¿Nos gusta? ¿Nos ha decepcionado? ¿Por qué? ¿Lo recordaremos? El sabor es, al fin y al cabo, lo que perdurará en el fondo de nuestras mentes y lo que nos hará regresar a un lugar en el futuro o nos obligará a evitarlo.
Este blog bisemanal nació como un intento de canalizar todas esas ideas, experiencias, ilusiones, expectativas y proyectos relacionadas con la cocina. Quisiera compartir mis percepciones acerca de aquellos lugares que han dejado una fuerte impresión en mi cerebro y en mis paladar; sobre las personas que han contribuido a la creación de dichas experiencias; y, de ser posible, compartir mis opiniones acerca de los sabores degustados. Espero sinceramente que estas piezas sean una lectura fácil y ligera para aquellos que también sienten una pasión por la cocina; o, para aquellos que como yo, han viajado a este país y se han decidido a seguir el serpenteante camino para descubrir los «secretos» de la cocina y de la vida en China.