El extraño caso del regateo chino

La culpa de todo la tiene Lonely Planet. Pero un momento que me estoy adelantando.

Es bien sabido que el regateo es un arte prácticamente olvidado en Occidente, aunque en Latinoamérica sobrevive todavía. Todos los precios están fijados para que todo mundo los respete y son sólo los vendedores quienes ofrecen unilateralmente sus descuentos. Pero en el resto del mundo —África, Oriente Medio, Asia Central y Asia Oriental— sigue tan vivo como lo ha estado siempre; es la forma natural de entender las transacciones aunque para nosotros los occidentales pueda parecer excesivamente desgastante.

El caso es que en China el regateo es también la forma natural de comprar en los mercados, pero desde que se hizo la “fábrica del mundo” y además cuna de piratería, ese concepto de regateo —para los occidentales— ha sufrido una transformación sorprendente.

Cuando llegué a China hace 15 años, había comunidades extranjeras bastante pequeñas comparadas con las que hay al día de hoy, y todos teníamos que depender del conocimiento de quien ya tenía por lo menos unos cuantos meses más viviendo aquí, o bien de las guías de viaje que por aquel momento empezaban a hacerse más populares, en especial la hoy omnipresente Lonely Planet.

Y ahí empezó el desastre.

Una de las primeras cosas que había que aprender era eso del regateo, pero en ese momento era simplemente aprender las reglas básicas: que existe, que no puedes regatear en restaurantes ni en tiendas de lujo, y que dependiendo del producto, como extranjero se puede ofrecer desde un 50 hasta un 70% por él (claro, en lugares donde se van a comprar artículos para turistas), para de ahí empezar el proceso de estira y afloja.

Pero esta práctica se convirtió en muy poco tiempo en deporte y en reto, más que en una sencilla aceptación de la forma de comprar cosas en China. Los extranjeros prácticamente se volvieron locos con la práctica: cada día llegaba uno más con una nueva anécdota de cómo había bajado el precio a la mitad, a la tercera parte, a la décima parte. Y todo esto fue reforzado por las famosas guías de Lonely Planet, que no son muy culturalmente sensibles que digamos (o no lo eran en aquel entonces, hace mucho que no veo una) y que animaban al viajero a ofrecer la quinta parte de lo que pidiera el vendedor en los mercados. Para estos tiempos, los que vienen a China ya saben que vienen a regatear y regatean de esa forma salvaje; los rusos son quizá los peores de todos, que regatean hasta en restaurantes y ofrecen 10 yuanes por algo cuyo precio inicial es de 500.

Es una barbaridad.

Ahora bien, es sabido que China fabrica cosas en gran volumen y por eso puede vender barato, eso no es discutible. Pero los precios que se ofrecen en los mercados no son “de robo” como parece ser la mentalidad de quienes practican el regateo hardcore con singular alegría. No le basta a un entusiasta extranjero el ver un artículo a 100 yuanes, por el que en su país pagaría 800, no: tiene que obtenerlo a 30. Es ya de una ridiculez exagerada. Los chinos mismos no regatean así, y se quedan boquiabiertos de las barbaridades que ven poner a los laowais en las calculadoras cuando se las pasan diciéndoles “You say how much”.

Cuando un chino va a comprar algo y quiere regatear (que no es el 100% del tiempo), de hecho lo más común no es que ofrezca una cantidad en contra de la cantidad que le presentan, como hacemos los extranjeros. Lo normal es usar frases como “eso está muy caro” (太贵了) o bien “¿es tu precio más bajo?” (最低吗?), así como decir que el otro día lo había encontrado ahí cerca más barato, o que “no es de otra ciudad”, para dar a entender que sabe lo que cuesta tal o cual cosa. Generalmente, después de un regateo de este tipo, el precio baja entre un 10 y un 30 por ciento, aunque por supuesto en algunos casos puede ser mayor. Sin embargo, a ningún chino se le ocurriría ofrecer 10 yuanes por una bolsa por la que están pidiendo 500, eso es un insulto descarado, y el que alguien sepa el precio de producción de un producto no es excusa para ofrecer esa cantidad a un vendedor, a quien le ha llegado después de pasar por muchos intermediarios. Simplemente, no es razonable.

Una amiga de México acaba de ser testigo de la práctica: un grupo de españoles descendieron como pirañas al mercado decididos a no pagar más de 80 yuanes por una bolsa Louis Vuitton. Mi amiga se quedó desconcertada. Me dijo, “aunque no tuviera la marca de LV, simplemente el ver una bolsa con la calidad que vi en ese lugar, para mí sería una ganga en 600 yuanes, porque en México no la puedo encontrar por menos de 1000”.

Desde luego, el resultado de todo esto es un encarecimiento generalizado y una distorsión del proceso de regateo, porque los vendedores, disparan los precios cuando ven aproximarse a un extranjero para ver si de ahí pueden obtener la ganancia que obtenían cuando los tenían más bajos y el regateo no era tan infame. Y han aprendido a decir “tacaño” en casi todos los idiomas occidentales.

Ahora bien, este fenómeno ha infectado a los compradores chinos que salen a otros países. Creyendo que esta forma rapaz de regatear es propia de los extranjeros (porque como digo, no es china), llegan a Occidente y hacen lo mismo, causando por supuesto indignación por donde pasan, pues si nosotros no estamos acostumbrados al regateo, menos lo estamos a que nos ofrezcan una miseria insultante.

Hace unos días estuve en un mercado de artesanías de México y platicando con uno de los vendedores, me enteré de que esto ha estado pasando ya por varios años. Ya les ponen las cruces a los chinos y han tenido que subir también todos sus precios, porque los compradores de este país llegan ya usando la misma táctica que han visto usar a los extranjeros en China: ven un collar de turquesas de 3000 pesos y ofrecen 500, lo cual es simplemente odioso.

De modo que tenemos una escalada de hostilidades regateadoras, que empezó hace alrededor de 15 años que los extranjeros empezábamos a llegar en cantidad a China. Y por un malentendido: no querer aceptar una práctica más bien inofensiva y habiéndola convertido en toda una guerra.

¡No sean tacaños, paguen los 500 yuanes! Es (casi) una Louis Vuitton.

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