El gran autogol de China: La crisis de Hong Kong

Hong Kong es una región administrativa especial de siete millones de habitantes que pertenece a China. Fue colonia Inglesa desde 1842, pero puntualmente  en  1898, presionado por Inglaterra, China lo cedió en arriendo por 99 años lo que expiró en 1997. Posee Bandera, fronteras, legislación independiente, libertades públicas, y sobre todo una cultura cosmopolita propia de la amalgama de sus orígenes orientales y europeos. Su ingreso per capita es más alto que el promedio de Europa occidental, es centro financiero mundial, foco cultural de Asia, destino turístico de alto flujo, etc.

Durante el proceso de devolución, dada su importancia estratégica y el apego a su ex colonia, se negoció explícitamente que debía mantener su status especial y diferenciado de Mainland,  lo que implicaba resguardar su economía y las libertades ciudadanas hasta el año 2047  en que se produciría la integración completa. De esta manera si bien pertenece en términos de soberanía a China funciona como una nación autónoma bajo el famoso concepto “Un estado dos sistemas”. Un tema importante a tener en cuenta es que a finales del mandato británico el último gobernador Chris Patten comenzó a proyectar reformas democráticas en la colonia en orden a que después del traspaso se implementaran elecciones libres. Esto fue tomado con mucho recelo y molestia por las autoridades chinas.

En estos diecisiete años China ha respetado y se ha beneficiado del status de Hong Kong. Muchos negocios e inversiones empresariales que en la República Popular resultan una complicación manejarlos producto de la burocracia y la corrupción son canalizados eficientemente a través de este paraíso fiscal considerado por años el lugar del mundo con mayor libertad económica y de emprendimiento. Pero las ventajas han sido mutuas ya que la devolución se produjo justo en el momento en que la economía del gigante asiático tomó su mayor impulso aportando grandes flujos de capital y millonarias inversiones en diversas industrias.

China ha tratado de influir y hacer prevalecer su “forma de gobernar”  en la política Hongkonesa. Esto lo ha logrado con parcial habilidad al influir en los grupos más poderosos e incumbentes de la sociedad que se han visto beneficiados económicamente de la integración y sus negocios. Pero al mismo tiempo ha actuado con torpeza al tratar de introducir leyes como la de “educación patriótica” que pretendía avanzar en la homogenización de la enseñanza al estilo sesgado del continente. Dicha ley debió ser retirada ya que los estudiantes, profesores y diversos grupos ciudadanos protestaron activamente por su implementación. Cuestión no menor porque implica que el pequeño territorio ya le dobló la mano una vez a su nueva “metrópoli”. En ese tema estuvo fuertemente involucrado Joshua Wong un adolecente que fundó el movimiento estudiantil Scholarism y que es actor fundamental de las actuales manifestaciones

El dilema actual está relacionado con las elecciones del Jefe Ejecutivo del año 2017 que deben ser llevadas a cabo por primera vez por sufragio universal. Sin embargo, Beijing nuevamente apostó a lo rudo y estableció que los candidatos debían ser aprobados por un comité electoral afín al régimen comunista lo que en la práctica puede significar el control de dichas elecciones.

En este contexto resulta interesante constatar que una decisión así del gobierno que se efectue en otra ciudad cualquiera del país incluidas las que están pegadas a Hong Kong como Shenzhen o Guangzhou no causaría mayor repercusión y sería acatada con cabeza gacha. La China continental lleva anestesiada en su prosperidad económica más de veinte cinco años, su última revuelta fue a fines de los ochenta con Tian an Men. Pero la polis de Hong Kong es totalmente diferente, mucho más conscientes y orgullosos de sus derechos y libertades. Tomemos en cuenta que desde después de la segunda guerra mundial han tenido una prosperidad y estabilidad muy distintas a los de sus congéneres del norte que pasaron por la revolución cultural maoísta con sus problemas de hambre, violencia y control del pensamiento.

Por lo anterior,  Beijing al tratar de imponerse “a lo China”, cometió el error de movilizar a los Hongkoneses y amplificar un asunto que no era al parecer del todo crucial. Al fin y al cabo por razones principalmente de estrategia económica ambos territorios están ligados indisolublemente por tanto cualquiera que sea el gobierno que se instale en la ex colonia todo seguiría más o menos igual.

Para peor el torpe Jefe Ejecutivo afín al régimen Leung Chun-ying comprobó que la represión puede ser un boomerang; con sólo lanzar gases lacrimógenos y dispersar a los manifestantes en las primeras protestas -cuestión que en otros países sería casi un juego de niños- provocó la indignación de los ciudadanos que salieron por miles a apoyar las demandas democráticas, además alentó a los movimientos sociales “Ocuppy Central” y “Scholarism” que multiplicaron sus adherentes y por ende su poder negociador. Pero la amenaza más seria,  y esto asusta mucho a Beijing,  es que la notoriedad de la crisis pueda contagiar  a otras regiones y despertar de la siesta a los chinos.

Por más que se especule en Hong Kong no habrá un Tian an Men, los contextos son demasiado disímiles, sería impensado un acto de represión y violencia a esa escala en un territorio plagado de extranjeros y empresas transnacionales de alcurnia. Podría apagar la luz en el acto del territorio especial con todas sus ventajas y repercutir mediáticamente a un nivel mayúsculo. Además y como ya lo ha dicho Gran Bretaña su ex colonia no le es indiferente. Por más que los voceros chinos insistan en repudiar la intervención extranjera no se inclinaran a generar  un conflicto geopolítico de esas dimensiones.

Uno de los asuntos en que más podría afectarse China si no se resuelve con delicadeza el conflicto es su anhelada aspiración de re incorporar Taiwan. Justamente los líderes del PC han avanzado en la línea de que la isla pierda su estatus de estado independiente a cambio de que funcione como Hong Kong en el mismo esquema de “un estado dos sistemas”. Los de la isla de Formosa están viendo con lupa lo que pasa cruzando el mar y no van a estar dispuestos a volver a la gran nación si eso va a significar perder sus libertades.

En otro plano, en las manifestaciones la gente gritó consignas que planteaban que ellos no eran chinos sino hongkoneses. Esto tiene que ver con un arraigado sentimiento nacionalista,  los de Hong Kong  se perciben con razón más educados y civilizados que los chinos a los que miran un tanto como bárbaros. El flujo cada vez mayor de turistas y trabajadores que pasan la frontera han aumentado estos roces. Tampoco el alentar el fuego del separatismo es algo que le sea indiferente al gobierno central, ya con el Tíbet y las zonas de influencia musulmán tienen suficientes controversias y trabajo.

Por tanto parece ser que no le quedara más a Beijing que recular o negociar aunque sea con elegancia. Conceder parece ser en este caso el mal menor. El juego de la política siempre permite perder la partida aparentando que en verdad se la gano. De hecho ya se ha invitado a la oposición Hongkonesa a dialogar sobre las reformas y democráticas y no sería extraño que algo se esté hace rato preparando en la cocina.

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