El día 30 de septiembre del año 420 murió en Belén Jerónimo de Estridón, San Jerónimo para los cristianos, traductor de la Biblia del griego y el hebreo al latín, y patrón de los traductores. Su versión de la Biblia, la Vulgata, se convirtió en el libro más leído de la humanidad. Por pasar a la historia con esta gran hazaña debajo del brazo, se le eligió como patrón de una profesión que la gran mayoría de las veces pasa desapercibida, pero sin la que, sin embargo, no podríamos vivir. Y no exagero, como bien dijo Scheherezade Surià el año pasado por estas fechas en su blog En la Luna de Babel, la traducción salva vidas, resuelve casos, fomenta la economía y, como no, hace accesible la literatura y acerca culturas lejanas.
Una experta en acercar culturas lejanas es Alicia Relinque Eleta: docente, investigadora y traductora de chino. Una de las pocas traductoras juradas de chino de toda España, ha traducido a autores como Wang Shifu, Guan Hanqing, Liu Xie, Ji Junxiang, Zhai Yongming o Du Fu. Es doctora por la Universidad de Granada (tesis: Hacia una poética china clásica. El corazón de la literatura y el cincelado de dragones), donde desde 1994 imparte asignaturas como Teoría de la Literatura, Teoría y Crítica de la Literatura en China, Literatura China y Literatura Comparada y Estudio de Género: imágenes de mujeres en la literatura china. Podría seguir ampliando la lista de méritos, sin embargo, creo que es de mayor importancia remarcar la dulzura y simpatía de Alicia. Cualquiera que la conozca estará de acuerdo conmigo. Es una profesora querida por todos, que derrocha naturalidad, y que siempre está dispuesta a ayudar a los demás. Hoy, ha accedido a concederme una entrevista con la que he querido presentaros a toda una profesional de la traducción y, así, aunque sea por un día, hacer un poco más visible esta preciosa profesión.
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Por lo que he podido ver en tu currículo estudiaste Lenguas y Civilizaciones Orientales en París ¿Por qué comenzaste a interesarte por oriente?
En realidad, comencé a estudiar Derecho y chino al mismo tiempo (en 1977). Mi interés no era tanto “oriente” como China, y más concretamente, el chino. Mi intención entonces era entrar en la carrera diplomática (craso error para alguien con mi carácter), y la carrera de Derecho daba una formación muy completa. Yo había estudiado francés desde siempre, y me matriculé en la Escuela de Idiomas de Madrid para estudiar, además, inglés, alemán y chino. La elección del chino se debía a que supuse que era una lengua que conocía poca gente en España y que, además, en Asia Oriental era una lengua de referencia. Y aunque estuve durante años compaginando el derecho y las clases de idiomas, desde el primer día el chino me enamoró. De hecho, era a lo que más horas de estudio le dedicaba. Jamás me quedé una noche para preparar un examen de Derecho, pero con el chino podían darme las tres y las cuatro de la mañana, y no sentía cansancio ni aburrimiento. Era una especie de fiebre por estudiar más, por aprender más esta maravillosa lengua.
Cuando terminé la licenciatura en Derecho, mi intención era ir a China con una beca. La pedí pero me la denegaron, así que tuve que buscar una alternativa. En Madrid ya había cursado todo lo que se podía estudiar de chino (la escuela de idiomas, clases particulares de chino, un curso que se abrió de lengua en la Universidad Autónoma de Madrid), ya no podía avanzar más en Madrid. Sabía que en Francia había buenas universidades que impartían chino, así que escribí a varias de ellas y la que me aceptó fue París 7 Jussieu. Así que me fui allí esperando que al año siguiente me concedieran la beca para ir a China. En París tuve que compaginar el trabajo en un hotel, en la cafetería y limpiando habitaciones, con los estudios para poder pagarme mi estancia, pero mereció la pena. Allí entré ya en contacto con magníficos profesores y comencé a estudiar otras materias aparte de la lengua.
Esta pregunta no podía faltar: ¿cuánto tardaste en aprender chino?
Creo que no puedo utilizar el verbo en pretérito indefinido. Todavía hoy siento que estoy en el proceso, después de casi 40 años.
¿Cómo entraste en el mundo de la traducción?
Con toda naturalidad, creo. Durante mis estudios en la EOI de Madrid, la profesora Feng Zhumei –a quien no podré agradecerle nunca toda su generosidad y sabiduría- nos enseñó unos poemas de la dinastía Tang. Me parecieron bellísimos y me dolía que en España poca gente supiera de ellos. Fue entonces cuando decidí convertirme en profesora de literatura china, para aprender y enseñarla. Y desde siempre pensé en la traducción como un aspecto esencial en el aprendizaje y la enseñanza de la literatura china. Luego fueron llegando las cosas: para mi tesis doctoral elegí trabajar con El corazón de la literatura y el cincelado de dragones de Liu Xie (s. V). En principio era un estudio del texto, pero para conocerlo bien, tenía que comprenderlo bien, y en ese proceso, me di cuenta de que yo misma iba traduciendo para mí. Después, cuando entré en la universidad, necesitaba proporcionarle a los alumnos más material traducido. Y así seguí.
¿Crees que tu formación en Derecho te sirvió para convertirte posteriormente en traductora jurado de chino?
Como carrera, creo que Derecho es de las especialidades más completas: proporciona no sólo formación jurídica, sino también se adquieren conocimientos de historia, política, administración, conocimientos lingüísticos (para poder argumentar a favor o en contra de una norma concreta…). Siempre me he alegrado de haber estudiado derecho. Y a la hora de elaborar escritos jurídicos, el dominio de ese lenguaje específico es una ventaja. Como traductora jurado de chino, tuve que desenvolverme en juzgados, notarías, redactar escritos mercantiles… Sí, sin duda, mi formación de Derecho me ha ayudado mucho.
Durante varios años fuiste traductora de películas chinas, ¿nos podrías contar algo de esa experiencia?
Al año de llegar a Pekín, tuve la suerte de que se pusiera en contacto conmigo la Corporación Nacional de Películas Chinas. Necesitaban lo que entonces llamaban “un experto de español”, alguien nativo que puliera las traducciones que ya habían realizado traductores que tenía la corporación. Normalmente los expertos no sabían chino, pero como yo sí lo hacía la colaboración con los tres traductores que allí trabajaban fue fantástica. La profesora Yang, el señor Chen y Ouyang Xue se convirtieron en grandes amigos. Para mí fue, por una parte, una escuela magnífica de aprendizaje –la traducción era para subtitulación, así que teníamos que traducir y condensar el texto-, además de la ocasión de conocer –y experimentar- de primera mano el mundo laboral chino. Entraba a las 8,00 y salía a las 17,00 de la tarde: a las 10,00 de la mañana hacíamos un pequeño descanso para hacer gimnasia, a las 12,00 comíamos en el comedor de la empresa, después antes de volver al trabajo un poco de baloncesto en un patio que allí tenían; por otra parte, a veces discutíamos con “el jefe”…. Me hizo sentir una más.
Has traducido literatura china, como la novela Jin Ping Mei en verso y en prosa, de El Erudito de las Carcajadas. ¿Cuál es el libro que has disfrutado más traduciendo? ¿Qué dificultades encuentras al traducir del chino?
Sin duda, Jin Ping Mei es la traducción que más he disfrutado –y sufrido-. El sufrimiento vino derivado, primero, de su duración en el tiempo. Fueron seis años, de los cuales los tres últimos tuvieron una intensidad casi enfermiza –me levantaba a las 5,45 de la mañana para poder estar sentada en el ordenador a las 6,00, paraba apenas para comer y hasta las 0,30 de la noche no me retiraba a dormir, todos los días de la semana, todos los días del año –esos años sólo me tomé de vacaciones del 23 al 25 de diciembre-. Tuve suerte de que entonces no tenía una gran carga docente, así que excepto las pocas horas que le dediqué en ese tiempo a la docencia, mi única tarea –podría decir que mi única vida-era la novela. Por otra el sufrimiento llegó por su dificultad. La novela está escrita en una mezcla de registros, recoge poemas, escritos jurídicos, recetas de los platos más sorprendentes, tratamientos médicos, un lenguaje culto, pero, sobre todo, un lenguaje coloquial –pero coloquial del siglo XVI- y con modismos locales de regiones sureñas, que había que trasladar a la versión en español. A lo largo de la obra aparecen caracteres que no están registrados en ningún diccionario, sólo la consulta de estudios específicos sobre esos “caracteres inexistentes” realizados en China (tuve la suerte de que a partir de principios del siglo XXI en China ha habido mucha investigación sobre la novela) me permitió comprender qué significaba. Hubo momentos en que estuve a punto de rendirme porque, realmente, no entendía qué significaba alguna frase. Un buen consejo de una amiga, la magnífica traductora Anne-Hélène Suárez, me sirvió muchísimo “Déjalo descansar una semana, luego lo verás”… Y funcionaba. Por otra parte, la magnífica factura de la novela -apasionante como pocas para comprender la naturaleza humana-, añadido al hecho de haber sido capaz de superar todas las dificultades que presentaba, me hacen sentirme muy orgullosa de ese trabajo.
Las dificultades de aquella traducción se pueden resumir en una palabra: “todas”
Actualmente trabajas en el Departamento de Lingüística General y Teoría de la Literatura de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Granada, donde impartes Teoría y Literatura china, entre otras asignaturas. ¿Disfrutas más la traducción o la investigación y la docencia?
Me encanta la docencia, disfruto y aprendo dando clase. Pero si pudiera vivir de la traducción, sin duda lo haría. Y una pequeña corrección al enunciado de tu pregunta, es verdad que la docencia y la investigación van de la mano; pero también que la traducción y la investigación lo hacen igualmente. Y en el caso de la literatura clásica, que es a lo que yo me dedico, aún más. Te pondré un ejemplo: en el capítulo 88 de Jin Ping Mei aparece el carácter 槍 (qiang). El significado del carácter es un arma de cañón alargado que dispara proyectiles, en resumen, un “fusil”, un “trabuco”. Naturalmente, hablando de un texto compuesto en China a finales del siglo XVI se plantea la duda de si ése será realmente su significado, puesto que la incorporación de este tipo de armas se realizó en Asia Oriental a través de los viajeros europeos (comerciantes, militares, misioneros). Era imprescindible conocer la fecha concreta de llegada de las armas de fuego a China –sobre todo en una novela como Jin Ping Mei cuya datación es incierta todavía-. Consulté libros de historia de las armas de fuego que indicaban que hasta mediados del siglo XVII no habían llegado las armas a China. Seguro que eso no podía ser, porque por muy tardía que fuera la redacción de Jin Ping Mei, hay constatación de su circulación en la segunda década del XVII. O es que el carácter había que traducirlo de otra manera, o bien debía encontrar alguna otra fuente de información. Por fin, en la Biblioteca de la Universidad de Pekín encontré un manuscrito de la 1560 en el que se reproducían ilustraciones de armas llevadas por occidentales a China, y claramente allí aparecía la imagen de un trabuco. Solo el rastreo de aquel carácter –un único carácter- me llevó dos semanas (la novela tiene diez millones de caracteres, más o menos).
¿Qué opinas sobre la situación actual de la traducción del chino en España?
Primero decir que en España tenemos algunos grandísimos traductores de textos clásicos: Laureano Ramírez, Anne-Hélène Suárez, Albert Galvany Iñaki Preciado, etc. Pero, por otra parte, el territorio de la traducción del chino se presta especialmente a que se traduzca de cualquier manera, “…como es chino”. Lamentablemente, en el caso de la literatura china, sobre todo clásica, un alto porcentaje de las traducciones no llegan ni siquiera a un nivel mínimo de rigor.
¿Algún consejo para la gente que quiere aprender chino? ¿Y para los que queremos dedicarnos a la traducción profesional de chino?
Primero, decirles que el chino es una lengua maravillosa, pero que requiere mucho esfuerzo. Hay que estudiar, estudiar y estudiar, y después, estudiar, estudiar y estudiar. Una vez una alumna me dijo que a ella le gustaba traducir chino, pero que no le gustaba estudiar chino. Yo no dí crédito a aquellas palabras. No se puede traducir chino si no se hincan muchos codos. Es una lengua compleja, con registros muy diferentes, que exigen un esfuerzo enorme. Por otra parte, es imprescindible leer mucho en español (o en la lengua a la que traduzcamos). Leer y leer. Si alguien pretende traducir literatura, y no conoce los recursos estilísticos y retóricos de su propia lengua, no llegará muy lejos. El español, en nuestro caso, es también una lengua hermosísima, que hay que conocer bien.
La traducción es una cuestión de tiempo, para hacer bien una traducción hay que invertir muchas horas de estudio, muchas horas de análisis, muchas horas de redacción y muchísimas horas de revisión. Son malos tiempos para esto –son malos tiempos para la lírica-, pero sin un tiempo de maduración no se consiguen resultados decentes.
Y lo más importante de todo, hay que ser honestos, hay que ser honrados, con el texto y con los lectores.
Quiero agradecer a Alicia el tiempo que le ha dedicado a esta entrevista y por sus magníficas respuestas, también por su comprensión ante una entrevistadora novata como yo. Si hasta ahora pensaba que eras una profesora y persona excepcional ahora me quito el sombrero ante tu gran dedicación por esta profesión. ¡Gracias!
Una idea sobre “Entrevista a Alicia Relinque Eleta en el Día del Traductor”
Totalmente de acuerdo Gabriel. De China podemos sacar los mayores provechos pero necesariamente debemos tener normas de trabajo bien definidas. A diferencia de otros mercados productores donde el fabricante asume el control y la calidad de tus productos, en China eres tu el máximo responsable de llevar a buen termino tu mercancía……un saludo.