¿Es China un país de empollones?

Ocurrió durante una fresca pero agradable noche de noviembre. Yo volvía de camino al Campus de la Universidad de Wuhan después de acompañar a una amiga a su residencia, cuando, de pronto, divisé una extraña figura solitaria erguida bajo la luz de una farola.

Conforme me acercaba a la inquietante silueta, barajé unas cuantas posibilidades por precaución y por diversión: ¿Se trataría de un camello haciendo guardia? ¿Un sino-gótico a punto de transformarse en vampiro? ¿O quizás un gamberro esperando a darme una paliza Kung-fu?

Pues no. En apariencia, se trataba simplemente de un estudiante universitario memorizando la lección bajo el alumbrado público, pero la escena se me antojó tan extraña que incluso llamé a mi amiga para preguntarle si se trataba de un suceso normal.

En realidad, aunque no me había percatado de ello, consistía en un fenómeno relativamente común en los Campus universitarios durante el día, en cuyos jardines, kioskos y plazas todavía brota esta especie de estudiante, ya prácticamente extinta en Europa.

No obstante, las empolladas universitarias son de una naturaleza mucho menos masiva y extrema que las de los institutos de secundaria, donde los estudiantes, y en especial los internos, pasan casi todo el día estudiando.

Olvidaos de Sheldon, Leonard y esos aficionados de The Big Bang Theory que invierten horas y horas viendo series de ciencia ficción y jugando a videojuegos. Quizás ellos sean el máximo exponente de la categoría yanqui de “nerd” y “freak”, o de nuestra acepción del término “bicho raro”, pero en capacidad de chapar no le llegan ni a la altura del zapato a cualquier estudiante chino de entre 12 y 18 años.

Para que os hagáis una idea: Al analizar los datos de una encuesta que pasé a 100 estudiantes de la Universidad de Wuhan, descubrí que el 10% de los estudiantes había llegado a estudiar más de 90 horas semanales durante los momentos de preparación para la selectividad, mientras que el promedio para el conjunto era de 74 horas. Y aquí no hablamos de unas semanitas estudiando más de la cuenta, sino de meses y meses hincando codos como posesos, incluidos fines de semana.

Por supuesto, es muy posible que en las ciudades y entornos más pijos las nuevas generaciones muestren más casos de estudiantes que se rebelan y toman el rol de “malotes” o “pasotas”, pero en buena parte de China, y qué decir de la que está todavía en pleno desarrollo, esa conducta constituye un fenómeno esporádico que no “mola” ni convence demasiado en el ambiente estudiantil.

Efectivamente, en China ocurre más bien lo contrario a lo que me ocurría a mí en la escuela y el instituto, donde los empollones éramos una minoría con la que se ensañaba hasta el conserje.

Aquí los estudiantes que ocupan las primeras plazas en los rankings de cada centro siguen siendo admirados por buena parte de los alumnos, ya que ello no sólo es entendido como signo de una mayor capacidad intelectual, sino también como un rasgo de integridad moral y de responsabilidad hacia las expectativas familiares, un aspecto de lo más relevante dentro de la herencia confuciana.

Por otra parte, el gobierno, muy consciente de la motivación que proviene de dicho valor, juega de forma muy hábil a la hora de mantener los recursos educativos en un nivel de escasez, de modo que la sociedad, desprovista de un verdadero derecho a la libre organización, se ve forzada a competir contra sí misma desde la unidad familiar.

Tampoco habría que olvidar el aspecto de la férrea disciplina que se aplica en los centros de enseñanza, en los que gustan mucho de los alumnos sentados bien firmes, o el relativo a la estricta represión sexual que domina el ambiente estudiantil, de la que ya hablé en otro artículo.

Es esta mezcla de factores culturales y materiales la que ha forjado al empollón chino, quien acepta la sacrificada inversión realizada por sus padres para que acceda al mejor entorno de formación imponiéndose a sí mismo la obligación moral de obtener los mejores resultados a su alcance.

Desde luego, es muy posible que esta situación cambie a medida que la sociedad china conquiste más altos estándares de vida, pero aún a día de hoy, y en gran parte del país, el estudiante que no empolla para acceder a un futuro mejor es visto como poco menos que un tontolaba y un niñato desagradecido.

Ahora bien, si contemplamos la cuestión desde esta perspectiva, tampoco resulta de extrañar que los estudiantes chinos acaben obteniendo esos “milagrosos” resultados en los informes de PISA o en las universidades extranjeras, ¿no os parece?

Con ello no niego que el sistema educativo chino tenga algunos méritos, sobre todo a la hora de enseñar matemáticas (para las que cuentan con unos métodos tradicionales bastante efectivos), pero a mí no me parece que su ecuación guarde demasiado misterio:

Disciplina férrea + Todo el día estudiando + Obligación moral + Competencia por los recursos = Ejército de empollones

Por otra parte, si nos ponemos a considerar qué tipo de formación reciben estos estudiantes, lo más probable es que observemos ciertas carencias en el ámbito del pensamiento crítico o la creatividad, y de hecho, tengo la constancia de que a muchos estudiantes chinos les cuesta mucho dominar la capacidad de análisis e interpretación de textos que exigen en muchas universidades americanas.

Sin embargo, una vez que entrenan dicha capacidad, que apenas les supone un sacrificio en comparación a las penurias que han pasado en el instituto, se encuentran con que son mucho más capaces de esforzarse y obtener resultados excelentes que sus rivales occidentales (permítaseme la generalización).

No en vano, es posible que este sea un fenómeno nos encontremos cada vez más a menudo en nuestras universidades a medida que más estudiantes chinos se permitan estudiar en el extranjero, situación que podría plantear nuevas cuestiones y demandas sobre nuestro propio modelo educativo, y que quizás algunos aprovechen para promover la disciplina y mano dura.

Aunque, ¿quién sabe?, también cabe la posibilidad de que los empollones chinos se dejen seducir por el estilo de vida Mediterráneo, o comiencen a exigir a su gobierno que deje de hacerse el loco y les construya, al menos, un pequeño Estado del Bienestar, que para eso dicen ser socialistas.

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