Como ocurre en tantas otras culturas y civilizaciones, dentro de la historia china hay toda una serie de relatos no oficiales que nos ofrecen un acercamiento a aspectos de la política y la sociedad que no encajaban en los ideales de la élite cultural. En el llamado “Reino del Medio” dichos pasajes son recogidos bajo la categoría de “historia salvaje” (野史), la cual reúne una gran cantidad de documentos de temática sexual, desde tratados sobre los métodos anticonceptivos usados por las cortesanas, hasta los vicios menos “ortodoxos” de los emperadores.
Pues bien, hoy me gustaría ofreceros unos cuantos ejemplos del libertinaje que se permitieron algunos de los grandes líderes dinásticos, no solo por lo morboso del asunto, sino también por el interés de recordar la prácticamente universal hipocresía sexual de las élites monárquicas, tan recatadas como modelo para el sacrificado populacho, y tan permisivas dentro de su hábitat exclusivo.
XIAO WUDI (430-464) Aunque en los archivos de la “historia salvaje” de China hay numerosas referencias a reyes que tuvieron relaciones sexuales con sus madrastras, Xiao Wudi fue un paso más allá y las mantuvo con su propia madre. Al parecer, ella era una bella concubina del anterior emperador, la cual dio a luz a Xiao Wudi con 19 años de edad. No obstante, tras el parto, el monarca perdió interés en ella (extraño, ¿verdad?) y la envió junto a su hijo a regentar uno de sus dominios.
El caso es que, después de años de conspiraciones y enfrentamientos entre el emperador, su primogénito, y el joven Xiao Wudi, el último acabó ocupando el trono y nombrando emperatriz a la mujer que le dio la vida, por quien desarrolló una especial atracción. Según se relata en los anales de la dinastía Song, el nuevo emperador comenzó a tener sueños en los que mantenía relaciones sexuales con ella, y dado que en esa época no había psicoanalistas que tratasen su obvio complejo de Edipo, Xiao Wudi pasó a la historia como el rey que se acostaba con su madre, y no precisamente porque le diese miedo la oscuridad.
LIU ZEYE (449-465) La vida sexual del heredero del Reino Song (no confundir con la dinastía Song) constituye otro caso casi más sorprendente de debilidad por las relaciones incestuosas.
Como a Zeye le gustaba una de sus tías, la nombró su concubina y, de paso, mató a su marido, quien, consumido por los celos, incluso trató de derrocarlo. No obstante, aquello no fue suficiente para el emperador, así que decidió liarse con su hermana, quien tampoco se andaba con chiquitas, y exigió contar con docenas de hombres que la satisficiesen igual que las concubinas de palacio hacían con su hermano. En cualquier caso, la cosa no acabó ahí, y Zeye llegó a ordenar a las doncellas y princesas que participasen en desenfrenadas orgías grupales bajo amenaza de muerte, todo ello mientras no era más que un mocoso que no sobrevivió para cumplir los 18.
GAO YANG (529-559) Durante los primeros años en el trono, el rey de los Qi del Norte fue muy apreciado por sus súbditos debido a sus éxitos en el ámbito militar y el económico. Sin embargo, a su fulgurante ascenso en el poder le siguió un descenso ahogado en alcohol y desmesura sexual.
En una de sus terribles borracheras, Gao Yang intentó violar a una de las concubinas de su padre y la vio morir tras apuñalarla en la vagina. En su descenso a la sexualidad menos sublimada, dejó de preocuparse de vestir ropa y acabó comportándose peor que un animal dominado por sus deseos. Los relatos hablan de todo tipo de abusos hacia las mujeres que se negasen a acostarse con él, pero su peor crimen consistió en decapitar a una de sus amantes favoritas y descuartizar a su hermana tras descubrir que le había sido infiel. No contento con ello, ordenó que extrajesen los huesos de la primera y fuesen utilizados para elaborar un instrumento musical reservado a las ceremonias de la corte.
YUAN SHUNDI (1320-1370) El último heredero de la dinastía Yuan es recordado como un líder especialmente interesado en el sexo, aunque con ciertos matices religiosos. Y es que Shundi era un fervoroso creyente del budismo tibetano, en particular de las prácticas del tantra (mucho mejor que pasarse horas meditando, dónde va a parar), lo que le sirvió como excusa para montar todo tipo de orgías dentro de la corte.
Además, conviene recordar que, durante aquel periodo, existía una especie de “derecho de pernada” que obligaba a las mujeres recién casadas a pasar la primera noche con un monje, así que os podéis imaginar la cantidad de “tantra” que habría practicado el bueno de Shundi antes de morir de diarrea.
MING WUZONG (1491-1521) Este monarca de la dinastía Ming es recordado como uno de los más viciosos líderes de la historia, y razones no faltan para otorgarle semejante título.
Entre las diversas fechorías que cometió, el bueno de Wuzong se saltó a la torera la obligación de residir en la Ciudad Prohibida de Pekín, y decidió montar un recinto llamado “La casa del leopardo”, donde se dedicó al adiestramiento de estos bellos animales, y a dar rienda suelta a sus perversiones con jóvenes de ambos sexos. Según cuenta la historia, Wuzong gustaba de abusar de las damas de honor que invitaba a su guarida, e incluso llegó obligarlas a mantener relaciones sexuales con animales (no se sabe si con los leopardos o con otros bichos un poco más mansos).
MING SHIZONG (1522-1566) Por lo visto, en los tiempos de la dinastía Ming los emperadores pasaban mucho tiempo inmersos en la tarea de extender sus nobles genes, y el sucesor de Ming Wuzong no se quedó atrás en semejante menester. Sin embargo, al convertirse en un cincuentón, Shizong descubrió que sus colgantes reales no rendían con el vigor al que acostumbraban. Preocupado por el hecho, decidió probar un compuesto afrodisíaco que le recomendó un médico-magufo, cuyo ingrediente principal consistía en la sangre de la primera menstruación de 49 niñas.
La historia cuenta que el medicamento resultante (administrado vía oral), otorgó al emperador la capacidad de acostarse con 10 mujeres en una sola noche. Fuera como fuese, y a pesar de contar con numerosas concubinas en la corte, lo cierto es que Shizong prefirió concentrar sus energías en su consorte favorita, lo que levantó una ola de celos entre las doncellas que por poco acabó con su vida.
CIXI (1835-1908) La célebre “emperatriz viuda”, y tía-abuela del último emperador de China, no solo pasó a la historia como una de las figuras con más poder en la decadente dinastía Qing, sino que además es recordada por un peculiar episodio romántico que le otorga un merecido hueco en los archivos de la “historia salvaje”.
Y es que Cixi tuvo a su servicio un conocido eunuco llamado Andehai, personaje recordado por su inteligencia y su carácter maquiavélico, quien rápidamente pasó de ser uno de los favoritos de la emperatriz a prácticamente convivir con ella. El lazo que se estableció entre ambos fue tan estrecho que, según indican los historiadores, muchos dudaron de que Andehai fuese un auténtico eunuco. Sin embargo, para desgracia de la emperatriz, Andehai murió con apenas 25 años, víctima de una conspiración planeada para limitar su acceso al poder.
Por otra parte, hay constancia de que a Cixi le gustaban especialmente las obras de ópera china con mayor contenido erótico (aunque fuera de palacio se recomendase más bien lo contrario), y se dice que apreciaba mucho la compañía de sus actores e intérpretes.
Otro día os hablaré de cómo la hipocresía sexual de los monarcas imperiales sobrevivió a través del mujeriego Mao Zedong, quien, dicho sea de paso, impuso grandes niveles de represión a sus camaradas, aunque fuese por su bien, claro está.
Una idea sobre “Los emperadores más perversos y salidos de la “historia salvaje” de China”