Mañana entre pandas, uno de los tesoros de China.

Después de nuestro viaje al Valle de Jiuzhaigou, nos sentamos otras 10 horas en un autobús para ir a Chengdu, capital de la provincia de Sichuan. ¿Qué mejor lugar para ver pandas? 

Al saber que nos encontrábamos en el lugar de China donde el panda gigante es el tesoro por excelencia, nos dirigimos hacia el Centro de Investigación y Reproducción del Panda Gigante de Chengdu, situado muy a las afueras de la ciudad. 

Nuestro inseparable libro-guía sobre China nos recomendaba hacer la visita muy temprano, así que después de pegarnos un madrugón de los buenos y comprar un par de baozi (bollos rellenos de carne o verduras) para desayunar, nos dirigimos en autobús hasta el centro de pandas. A esas horas el parque está muy tranquilo, y lo mejor de todo: los pandas, al igual que nosotras, salen a desayunar. Esto permite a los visitantes madrugadores verlos más de cerca y con más calma mientras ellos mastican sus crujientes troncos de bambú.

He de admitir que, a pesar de no haber visto ninguno en persona, el panda era un animal que nunca me había llamado demasiado la atención y había ido a verlos porque era algo que había que hacer estando en China. Sin embargo, todo cambió cuando vi al primer panda repantigado sobre su trasero con la caña de bambú en la boca y con expresión de «amo mi vida». 

Estos animales son como bebés gigantes. Comen. Duermen. Comen. Duermen. Comen. Se suben a un árbol. Duermen. Comen. ¡Son como yo! Pensé. Y desde aquel momento despertó en mi un amor incondicional por los pandas que aún me dura.

Todo el mundo tiene en la cabeza la imagen del panda como un ser adorable, achuchable, blandito, rellenito y suave. Y sí, en cierto modo son así, pero la imagen que vino a mi cabeza al ver el primer panda fue esta:

La única diferencia entre los pandas y yo, es que ellos están requeteprotegidos por el gobierno chino. Si alguien se mete con un panda va a tener problemas muy, muy, muy, pero que muy serios. Estos animales son los niños mimados de China, ¡y con razón! 

El Centro de Investigación y Reproducción del Panda  no tiene nada que ver con esos zoos tan deprimentes que tanto abundan por el país asiático. Se trata de un centro especializado en pandas, no de un zoo. Aquí los animales se encuentran separados por edades y, además de estar extremadamente cuidados y recibir exámenes físicos periódicos, gozan de gran libertad y tranquilidad.

Como ya todos sabéis, el panda se encuentra en peligro de extinción, o bueno, se encontraban. Hace poco salió a la luz la buena noticia de que la especie ya estaba fuera de peligro. Hasta hace no mucho, el número total de ejemplares de panda no llegaba a 2.000. Los grandes problemas que tienen estos osos para reproducirse vuelven locos a los científicos, pero aquí se encargan de sacar adelante de la mejor forma posible a las diminutas y escasas crías que tienen. En los recintos del centro se pueden encontrar algunos de los bebés panda ya creciditos. Ver a los recién nacidos es casi imposible, no solo por la escasez de crías que ya he mencionado, sino también por el dineral que te cobran y por la limitación de los horarios habilitados para ello.

En este mismo centro se pueden encontrar otras criaturas que, a pesar de ser menos conocidas, también son dignas de admiración. Se trata de los pandas rojos, unos animales que recuerdan a mapaches por su forma y tamaño, pero de color cobrizo. Esta especie también se encuentra en peligro de extinción y, por supuesto, lo miman tanto como a sus primos los grandotes.

Los pandas rojos son la alegría de la huerta, trepan por los árboles, juegan a perseguirse los unos a los otros, te miran con ojos de cordero degollado para que les des algo de comer o les lances algún piropo… Todo eso (y su tamaño adecuado para ser transportados) te incitan a robar uno y huir del país con él metido en el bolso. Cosa que, estimado Gobierno Chino, no hice.

Y vosotros, ¿habéis visto alguna vez un panda?

Podéis leer la entrada original en mi blog YeTian Blog-China, donde encontraréis más foto y vídeos de pandas.

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