Las causas son varias. Por un lado el auge de la economía china en las últimas décadas ha propiciado la aparición de grandes fortunas y millonarios que, atraídos muchas veces por razones de prestigio, invierten cantidades enormes de dinero en comprar arte, y aunque muchos de ellos invierten en autores internacionales, los artistas de su propia cultura copan la mayoría de sus compras. Así, nombres como los del matrimonio formado por Wang Wei y Liu Yiqian o el empresario chino-indonesio Budi Tek se han convertido en habituales en las casas de subastas de todo el mundo.
Por otra parte, la aparición de la casa de subastas con 100% capital chino Poly Auction (a pesar de las noticias que hablan de datos inflados) ha puesto al servicio de estos grandes coleccionistas chinos unos servicios de consultoría y comercialización imprescindibles para desarrollar un mercado eficiente y con capacidad de crecimiento.
Cabe destacar también la conversión de Hong Kong como mercado de arte a nivel mundial. Esta ciudad ha sido siempre un enclave fascinante, pero desde hace algunos años se ha convertido en la ciudad predominante en lo que a las transacciones artísticas asiáticas se refiere. En Hong Kong se realizan todo tipo de propuestas culturales y artísticas pero son sus ferias de arte, como Hong Kong Art Basel (la sucursal asiática de la mítica Art Basel celebrada en Suiza), las que atraen a galerías y coleccionistas de todo el mundo a la antigua colonia británica convertida en capital económica de China; y esto ha facilitado que artistas chinos que en un principio tendrían mucho más difícil salir al exterior, tengan ahora un canal para dar a conocer su obra en todo el mundo y colocar mejor y mayor precio sus obras.
Lo cierto es que el mercado de arte chino no ha dejado de crecer en los últimos años y esto ha revertido en que las obras de los grandes clásicos del arte chino se convirtieran en buscadas y deseadas por coleccionistas y casas de subastas. Por ello el valor de su cotización ha aumentado exponencialmente. Y entre todos los grandes clásicos hay dos nombres que destacan no sólo por su calidad e innovación artística sino también por su experiencia vital, como son Zhang Daqian y Qi Baishi.
La vida de Zhang Daqian (張大千, 1899 -1983) es apasionante. Formado artísticamente en un ambiente academicista heredado de una familia dedicada tradicionalmente a la pintura y amigo personal de Picasso y Pollock. El señor Zhang viajó por toda Europa y América tras tener que abandonar su país tras la revolución maoísta del 49. A partir de entonces el señor Zhang abandona la copia de obras clásicas del arte chino para asimilar la vanguardia occidental y aplicarla a su trabajo. La aparición de una enfermedad ocular que le mermó la visibilidad hizo que su técnica evolucionara hacia la creación de grandes manchas de color que eran modificadas para crear paisajes, flores o animales. Es precisamente esta etapa de su carrera la más demandada por los coleccionistas que ven en Zhang Daqian al padre del arte moderno chino.
Sin embargo Qi Baishi (齊白石, 1864-1957) podría considerarse el representante de un estilo de vida mucho más sencillo ya que debido a su naturaleza un tanto enfermiza apenas pudo estudiar, trabajar o viajar. Este estilo de vida tranquilo se formalizó en su trabajo dotándolo de una sencillez que lo convierte en un arte muy popular y con un contenido fácil de entender. Su principal inspiración fueron los motivos naturales centrándose en los pequeños elementos que la conforman. Son las obras finales de su carrera caracterizadas por enérgicos trazos que dibujan crustáceos, gambas y animales pequeños en general las que alcanzan las mayores cotizaciones en las subastas.
Zhang Daqian y Qi Baishi son sólo dos ejemplos brillantes de este auge del arte asiático derivado de la explosión de la economía china. Una explosión que ha generado una nueva clase social millonaria ansiosa por invertir en arte de su país. Un arte que vive un momento fantástico, no sólo por lo vibrante de la escena artística, si no por la creación de más instituciones, ferias y centros que se centran en desarrollar un mercado artístico que parece imparable, dispuesto a romper todos los récords del mundo del arte y superar cualquier barrera en cotizaciones y ventas. En conclusión, es el momento del arte chino.
Qi Baishi ‘Flores y saltamontes’
