Soy un “diaosi” y estoy orgulloso

Hoy en día nadie duda de los enormes cambios que ha vivido la sociedad China durante las cuatro últimas décadas. El abandono del maoísmo en favor de las “políticas de apertura” al capital y la técnica de las grandes potencias ha sacado a cientos de miles de personas de la pobreza, pero también ha generado un creciente malestar por el reparto desigual de la riqueza.

Al fin y al cabo, cuando Deng Xiaoping invitó a los chinos a que se enriqueciesen, lo hizo bajo la premisa explícita de que primero debía prosperar una parte de la sociedad, de modo que sus hábitos de inversión y consumo beneficiasen al resto de sus paisanos. La propuesta de Deng consiguió despertar y alimentar el esfuerzo de las familias chinas, y las reformas en el sistema educativo dieron lugar a los profesionales y expertos que China requería para convertirse en la fábrica del mundo.

Sin embargo, la desaceleración económica, la inversión en el sector de la construcción y la proliferación de universidades por todo el país ha generado un panorama de aspiraciones y oportunidades más inquietante para las últimas generaciones.

Tras crecer al son de las expectativas sin límites de sus padres, los nietos de la Nueva China comienzan a despertar ante las dificultades de aquello de llegar a enriquecer a todo el país, y es en la toma de conciencia de las cada vez más obvias e insalvables diferencias sociales donde emerge la identidad de los diaosineologismo acuñado a los que se hallan más lejos del ideal de ciudadano exitoso.

Hablamos de un término que quedó registrado por primera vez en la red de redes en octubre de 2010, en el marco de una discusión entre miembros de dos foros Tieba (Baidu) de gran popularidad, uno de ellos centrado en la estrella del fútbol chino Liyi, y el otro dedicado al videojuego World of Warcraft. Al parecer, los miembros de este último foro consideraban a los del primero como un rebaño de seguidores sin criterio y derivaron la fonética del término D-粉丝 (fans del foro D) hasta crear el descalificativo diaosi (屌丝), cuya traducción literal al español sería algo así como “pelo de polla”, aunque nuestro popular y también despectivo “pendejo” cumple funciones curiosamente silimares.

No en vano, si bien los chinos se refieren a la “cara” (面子), en tanto que fachada de la anatomía humana, para aludir a la dignidad personal o familiar, el sentido literal del término diaosi señala los elementos menos dignos de nuestro cuerpo -según el particular puritanismo chino- y en su acepción figurativa se refiere a lo que no mostraríamos en público, o a lo que nos debería causar vergüenza como miembros de la sociedad.

El Dr. Lu Heng, a quien tengo el gusto de conocer personalmente, es uno de los investigadores sociales más destacados de este nuevo fenómeno. Y como ocurre en muchos otros proyectos sociológicos, en este caso, el sujeto investigador y los sujetos investigados comparten una constelación de precedentes y contextos que facilitan su estudio y análisis.

Es decir, como muchos otros diaosi, tras invertir toda su juventud en su formación, el Dr. Lu Heng, de 32 años, necesitó de la ayuda de sus padres para comprar una vivienda, carece de un coche con el que desplazarse a la universidad, y tampoco goza de un despacho en su departamento.

De hecho, en su última conferencia, y para deleite de sus oyentes, se definió a sí mismo comodiaosi, aunque, como más tarde advirtió, es probable que otros diaosi de posición más baja no lo reconociesen como tal.

En cualquier caso, de acuerdo con los resultados obtenidos por el investigador,  el diaosi se define por tres carencias fundamentales que van más allá de las diferencias de clase, a saber:

-Sin atractivo físico: Como hemos mencionado antes, el diaosi es la antítesis del ideal de ciudadano en sus diversas facetas, y una de las más valoradas en China es precisamente la de la belleza, presente en las conocidísimas triadas “alto-rico-guapo” (高富帅) y “blanca-rica-guapa” (白富美). Y a pesar de que en este país el aspecto físico suele quedar relegado a rasgos psicológicos como la responsabilidad o a la capacidad económica, el diaosi se reconoce en desventaja a la hora de lograr la novia o el novio de sus sueños y sabe que no tiene acceso a los puestos reservados a la “gente guapa”.

-Sin trasfondo familiar: Dada la relativamente reciente apertura de China a la economía de mercado, hasta hace pocos años, las oportunidades de acceder a la clase alta no dependían tanto de la acumulación del capital, sino del peso político de las familias y de sus contactos en las esferas de la administración pública o las empresas de propiedad estatal. Por eso, el diaosi no solo se considera como tal por su humilde nivel económico, sino también debido a la carencia de un trasfondo familiar y de relaciones que permita el acceso a los estilos de vida más deseados.

-Sin (un buen) futuro: Como consecuencia de las dos carencias anteriores, el diaosi se ve a sí mismo como un sujeto sin grandes expectativas de futuro para sí mismo ni para sus posibles descendientes. No en vano, en los últimos años la adquisición de una vivienda se ha convertido en un requisito casi insalvable para los hombres que aspiren a casarse, y ello supone uno de los más inquietantes retos para quienes padecen el tipo de desventajas que venimos describiendo. Ahora bien, ser diaosi también supone toda una cruz para las mujeres, quienes soportan enormes cargas de presión familiar para casarse y proporcionar descendientes al linaje de su marido.

No obstante, este término incluye a una gran cantidad de perfiles profesionales, como las nuevas generaciones de trabajadores migrantes, los trabajadores temporales, los trabajadores autónomos, los empleados del sector informático y de los medios de comunicación, el funcionariado de bajo nivel, los estudiantes recién graduados o los profesores universitarios sin experiencia, como es el caso del propio Lu Heng.

Por otra parte, parece que la identidad de los diaosi se alimenta y se mantiene a través de formas de convivencia de tipo “hormiguero” (蚁族), en las que muchos estudiantes o profesionales comparten un mismo edificio, una misma vivienda o una misma habitación como forma de residencia.

En cualquier caso, hay otra serie de hechos y problemas sociales que explican la gran popularidad y el arraigo que ha logrado este concepto, como por ejemplo:

1-La flexibilidad del mercado laboral: La rápida transformación de la economía nacional ha hecho que gran parte de la población se vea sujeta a niveles de flexibilidad que chocan con el ideal tradicional del puesto de trabajo y del cargo estable para toda la vida.

2-Las tensiones entre lo rural y lo urbano: La población urbana de China ha pasado de suponer un 18% del total en 1978 a un 53% en 2013, y esta gigantesca transición ha generado todo un cúmulo de tensiones que tienen mucho que ver con las ventajas y derechos que disfrutan la ciudadanía urbana, y que van acompañadas  a otros conceptos populares como el del “chico-fénix” (凤凰男), que consigue renacer como sujeto urbano tras toda una vida de esfuerzos, o el de la “chica-pavo real” (孔雀女), acuñado a las jóvenes nacidas en el seno de las familias metropolitanas.

3-El desarrollo no equilibrado de las diversas zonas del país: Se trata de otra cuestión estrechamente relacionada al éxodo rural, ya que más allá del sureste y de la franja costera, China cuenta con provincias enteras que el imaginario popular asocia al subdesarrollo económico, como la Guizhou natal del Dr. Lu Heng, quien reconoce que su procedencia va acompañada de ciertos estereotipos poco o nada favorables a la hora de encontrar pareja.

4-Solidificación de las clases sociales: Durante la década de los 80 y los 90, el éxito que acompañó a los graduados de las recién reactivadas universidades convenció a los chinos de que el esfuerzo lo podía todo, y así resultó para muchos que obtuvieron su título de los campus con mayor reconocimiento. Sin embargo, la enorme movilización y competencia generadas durante las prometedoras políticas de apertura ha dado paso al estancamiento de los mecanismos de movilidad social, haciendo cada vez más difícil que las familias de clase baja, accedan a la clase media.

5-La cultura china del “suku” o de las quejas por el malestar social: El último de los aspectos a tener en cuenta sería el del largo precedente histórico que acumula la cultura de la queja en China, que constituye un canal muy recorrido para desahogar las penas que causa la injusticia social, así como para buscar consuelo y apoyo entre quienes padecen la misma situación.

Ahora bien, según afirma el Dr. Lu Heng, aunque el diaosi puede ser muy cínico en su forma de lamentarse y bromear acerca de su condición, no es un sujeto inclinado al pesimismo o la derrota, y cada día se levanta con la esperanza de que un día dejará atrás las penurias que acompañan a su estirpe y que nadie, excepto él mismo, le dirija este popular término de forma despectiva.

Es más, cuando el diaosi se reconoce o se proclama a sí mismo como tal, no lo hace para renegar de su dignidad, sino para hacerse dueño de aquello de lo que la élite social se avergüenza y lanzarlo al centro la discusión pública, en un experimento de parodia social que no ha hecho sino empezar.