Tesla abre una sala de exposiciones en Xinjiang, región que sufre acusaciones de genocidio desde occidente, mientras que la República Popular China siempre ha rechazado las críticas y acusaciones sobre el trato a los uigures.
Ampliamente admirado en China, Tesla se ha expandido rápidamente hasta convertirse en el país más poblado del mundo. Sin embargo, con su reciente expansión, el fabricante de automóviles corre el riesgo de ver su reputación dañada en casa, dada la fricción diplomática entre Washington y Beijing sobre Xinjiang. La República Popular China ha rechazado sistemáticamente las críticas y acusaciones sobre el trato a los uigures en Xinjiang, descartando la acusación de genocidio como «una invención» y describiendo su campaña en la región como un esfuerzo innovador para contrarrestar el extremismo religioso y el terrorismo de origen islámico. En diciembre pasado, el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, aprobó nuevas reglas que prohíben la mayoría de las importaciones de Xinjiang debido a las preocupaciones sobre el uso de trabajo forzoso en el área. La Casa Blanca también ha sancionado a varias empresas y personas a las que acusa de participar en la campaña de asimilación forzada. Xinjiang, explica el Journal, se ha convertido en una prueba de fuego para las empresas extranjeras que hacen negocios en China. Aquellos que se acercan a la región se arriesgan a tener problemas regulatorios y reacciones negativas de reputación en sus mercados internos, mientras que aquellos que la evitan enfrentan la ira del gobierno de Beijing y los consumidores chinos cada vez más nacionalistas.