Volando con chinos, pequeñas sorpresas que uno puede descubrir

Salí del aeropuerto de Barajas (Madrid) con destino Beijing en una travesía de 11 horas. En las cuales se aglutinaron todo el microcosmos que me avecinará en mi viaje en lo referente a la sociedad china. Todo ello con una preciosa panorámica de las proximidades del círculo polar Ártico, la inhóspita tundra, la poco desarrollada Mongolia…

No habían pasado más de 15 minutos del despegue cuando me percaté de cierto olor a caldo de pollo en el ambiente. Al girarme vislumbre a un muchacho sorbiendo fideos instantáneos. Supongo que el personal de vuelo le calentó el agua.

Más adelante me dí cuenta de la zona de esparcimiento social para los mayores de 1 hasta 3 años alrededor de los cuatro aseos. En ella se encontraban los infantes en brazos de sus progenitores. Intercambiando entre ellos conversación sobre lo fácil que es la vida teniendo un padre que te lo haga todo. 1, 2, 3, 4, 5,… niños. Lloros en cuarteto. Soliloquios de llantos. Duetos… Biberones, biberones por todos lados mientras uno espera en la cola del excusado.

Vuelo_radarElegí pasillo y me toco de pareja de un dicharachero trabajador chino de Madrid. El muchacho como buen chino me pregunta en un macarrónico español aspectos banales. Desde de donde soy, hasta que hago. Yo también le interrogo. El caso es que este señor de 35 años no se puede estar quieto en su sillón. Y tiene que hablar con su colega del asiento de atrás, con él de dos filas atrás e incluso con él amigo del barrio que se encuentra en otra sección. ¡¡¡Me tocó la única persona hiperactiva del avión!!! ¡¡¡Que se pone de rodillas sobre el asiento para hablar con el de atrás!!! Como me dijo José Serrano. Con esta gente paciencia y paciencia. El susodicho entre esas conversaciones banales, me dice mientras comemos señalando la barrita de pan.

-Mi hijo no gusta comida china. Él como tú, ya sabes, pan con chorizo y eso.

-¿Qué edad tiene? – Inquirí.

-15 años – dice él- Pobre de él, pensé.

-La gente viaja a China con legalos cada tes o cuato años. Ahora mejor, más lapido. Antes esperar 5h en Alemania. Uuhh mucho lio, mucho lio. ¿Tú bebes?

-No.

-Yo tampoco.

-¿Tú fumas?

-No.

-Yo si. Yo querer dejarlo. Lo dejo. Luego vuelvo… Ahola China más caro pa vivir. Ahola yuan subió. Mejó España con su temperatura y su seguridad en alimentos. Allí en China leche contaminada, agua falsa…

En un momento de la jornada, la azafata nos pasa una cartulina a los inmigrantes para entregar una vez aterricemos. Total como estaba desvelado me pongo a rellenarlo. Cuando me giro, allí está el chino a 15 cm de distancia mirando atentamente mi visado. Y es que en China la privacidad nunca ha sido es un valor en alza.

Mientras tanto a la azafata le contabilicé cuatro veces limpiando el aseo. Sin quitarle un ápice de elegancia, la muchacha con su guante de plástico reponiendo la bolsa de basura colmada de pañales. O la limpieza de la tapa del váter y del suelo. ¡¡¡Tiene huevos la cosa ponerse de pie a mear en un sitio minúsculo con un traqueteo y bamboleo incesante por las turbulencias!!! ¡¡¡Que se siénte coño!!! El tiro parabólico para el campo abierto. ¡Paciencia! Estoy viajando al pasado, a la España de los cuarenta del s. XX, ¿quizás?

Puesto hacer chascarrillos racistas, entre un ruidoso y maleducado payo español y un perdonavidas gitano español está el chino. Tal bullicio como si de un convite de primera comunión se tratara. Ahora entiendo a las gentes del Norte de Europa que no soporta el histrionismo de las gentes del Sur a la orilla del mediterráneo. El silencio sólo reinaba cuando repartían la comida y los bebes succionaban pezones de plástico.

Llegamos a Beijing. Un inconmensurable trayecto nos separaban desde la pista de aterrizaje hasta la terminal. En nuestro mismo vuelo iban brasileños, chinos y japones los cuales habían salido de Sao Paulo e hicieron escala en Madrid. Eso si es un gran viaje transcontinental. Recordad que el país dónde más japoneses emigraron fue Brasil durante s. XX.

Peking_aeropuertoLa señora de la facturación me dijo en Madrid que aunque haya 2 horas entre la llegada de mi vuelo y la conexión con el vuelo doméstico, me daría tiempo. Puesto si lo venden así, es que da tiempo. ¡Lo cojones! Si hubiera tenido alguna complicación, como fue que llegó un vuelo de México antes (¡Saludos mexicanos!) que nosotros y por tanto la entrada de la aduana para extranjeros estaba colapsada. Ya cuando los nacionales chinos se marcharon pude avanzar más rápido por la zona de nacionales también abierta a nosotros. Desde allí coger el tren del aeropuerto para llevarnos a la terminal de recogida de equipaje. En esto que me quedaban media hora para que mi vuelo llamara para embarcar. Cojo la maleta, la pasamos por rayos y luego otra vez la facturo. Y es entonces cuando observo una discusión entre una madre con hijos y la mujer de facturación. No entendía nada y lo entendía todo. Parece ser que le rompieron y/o perdió una tarjeta de embarque que no era. La madre gritando “pero si es vuestra culpa”…. No podía quedarme a ver el espectáculo. Corro a la C-30.

Mierda antes hay otro control de aduanas de mi equipaje de mano. ¡Que bien faltan 20 minutos! Debo pasar alguna maleta dos veces, porque toda la electrónica que llevaba (disco duro, enchufes, portátil… ) formaban varias capas en el escáner y necesitaban estar seguro pasándolo por separado. Uff, que bien rezumo sueño y sudor por doquier. Una cosa me doy cuenta. Los funcionarios de aduana son jóvenes. Y es que en mi país lo que abundan son los abuelos pero en otros países dónde la gráfica de población es rectangular o piramidal, el mundo gira alrededor de la juventud. Los que hacen cosas, los que consumen, los que pueden tener hijos… lo que hacen crecer a un territorio, creando necesidades y ofreciendolas.

Una vez pasada la yincana de la aduana a 160 metros estaba la sala de espera de mi vuelo. Faltan 10 minutos, amanece en Beijing y parece que llovió esta noche pasada. Hasta otra.

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