多桑 Duo Sang: A Borrowed Life (Dir. Wu Nien-jen, 1994, Taiwan)

Sinopsis

 
 La película trata sobre la vida de un minero taiwanés y la relación con sus familiares. Tras quedarse sin trabajo, dedicará el tiempo a apostar dinero jugando al mahjong lo que le traerá problemas con su mujer, al mismo tiempo que su apego por Japón dará lugar a un choque entre él y el resto de su familia, la cual se siente más identificada con la cultura china.
Análisis
 

 
A través de la vida de Sega, un minero padre de familia, A Borrowed Life nos muestra un conflicto generacional entre padres e hijos nacidos en dos de las etapas más importantes de la historia de Taiwán, la colonización japonesa y la sinización del KMT, cuyas propias características son parte de la causa que provocó la crisis identitaria por la que aun sigue pasando parte del pueblo de Taiwán, donde todavía hoy en día se puede escuchar a gente mayor combinando chino, taiwanés y japonés en sus conversaciones cotidianas, tal y como ocurre a lo largo de la película.
Ahora bien, para poder entender el trasfondo del film hay que estar familiarizado con la historia de la isla, ya que muchos detalles de la misma se dan por sabidos, y el espectador occidental puede perderse en el transcurso del metraje. Además, la traducción tampoco ayuda demasiado, ya que a través de ésta se pierden detalles importantes. Por ejemplo, cuando el padre hace un comentario sobre los waishengren,  se traduce como “continentales” a secas, desprovisto de la carga semántica que conlleva la palabra original. Además, con lo que Wu Nien-jen muestra en pantalla, el público que desconozca el contexto social de la época puede llevarse una visión errónea de la historia del país. De hecho, a pesar de que la mayoría de la historia tiene lugar bajo el período de autoritarismo de la Ley Marcial, a lo largo del film no se hacen referencias a ésta, excepto una mención al Incidente del 228 durante una conversación.
De este modo, el director no trata de mostrarnos esa etapa de la historia en su conjunto para aquellos que la desconozcan, sino que lo que pretende es retratar una historia personal concreta, la cual forma parte de la memoria colectiva de los taiwaneses. Así pues, la intención con la que parte la película es similar a la de las obras de Hou Hsiao-hsien, lo que tampoco es de extrañar teniendo en cuenta que el propio Wu es el guionista de varios de sus films (Yip, 2004).
Además, ahí no termina su relación con el cine de Hou, sino que a nivel fílmico es más que evidente la influencia de éste en A Borrowed Life, tanto en lo fotográfico como en el pausado ritmo de la misma, una constante que se irá repitiendo en muchas de las obras del llamado Nuevo Cine Taiwanés. Así pues, el espectador menos familiarizado con este tipo de cine puede llegar a aburrirse con el visionado de la película, especialmente durante la primera mitad de la obra, ya que en ocasiones da la sensación de que no ocurre nada, mientras lo que prima es la poética de las imágenes.
Centrándonos en la japonesidad de la obra, la cual se trata de la protagonista principal de la película personificada en la figura del padre, ya la vemos presente desde el propio nombre del film, cuyo título original, Duo Sang [多桑], no es más que la “taiwanización” de la palabra tōsan [父さん], cuyo significado en japonés es “padre”.
A su vez, dado el importante papel que jugó la presencia japonesa en el norte de la isla para llevar a cabo la explotación minera, tampoco es casual el hecho de que el padre sea un minero de los alrededores de Jiufen [九份], municipio que a su vez también aparece en las películas Dust in the Wind (1986) y City of Sadness (1989), de Hou Hsiao-hsien con guión de Wu. Además, se da un paralelismo con Japón, ya que del mismo modo que el padre sueña con ir allí a ver el Monte Fuji y el Palacio Imperial, Jiufen se trata de un destino turístico que atrae a una gran cantidad de turistas japoneses. De hecho, el director de animación japonesa Hayao Miyazaki reconoce haberse inspirado en  Jiufen para recrear los escenarios idílicos de su película El Viaje de Chihiro (2001). Es más, muy cerca de la zona museística de las minas de Chinkuashih [金瓜石] todavía hoy en día se pueden visitar los restos de un santuario shintoista.
Por otro lado, una escena clave para recordar el pasado japonés de la isla a través del film es la escena de la película en la que el hijo está en la sala de cine en la que un narrador va contando la historia que se proyecta en pantalla, siendo ésta una antigua práctica japonesa llamada benshi [弁士], en Taiwán conocida como bianshi [辩士], que “not dissappear after the Nationalist government’s takeover; instead, […] would reappear and thrive” (Hong, 2011: 30).
A su vez, las muestras de apego del padre por la cultura japonesa las vemos constantemente a lo largo del film. Por ejemplo, cuando habla de la buena calidad de los productos japoneses o cuando prefiere hablar en japonés con sus amigos, en lugar de taiwanés como el resto de su familia y, a diferencia de sus hijos que han sido educados bajo el sistema educativo de la República de China, él tiene dificultades con el mandarín. También es muy clarificadora la escena en que su mujer está escuchando la radio con música taiwanesa, y él le cambia la frecuencia para sintonizar una emisora en japonés.
 No obstante, a pesar de tratarse de un drama y lo trágico de la historia en sí misma, el director también nos ofrece varias escenas divertidas con los hijos a través de las que muestra la japonofilia del padre. Por ejemplo, una la vemos durante la emisión de un partido de baloncesto contra Japón en el que sus hijos apoyan al equipo chino y él se irá renegando de éstos a regañadientes. También lo vemos en la escena en que su hijo está mirando una revista pornográfica y el padre, tras preguntarse cómo puede ser que las chicas que aparecen tengan el cabello rubio mientras el vello púbico lo tienen moreno, acaba diciendo que tienen el pecho demasiado grande y que son mejores las mujeres japonesas. Sin embargo, una de las escenas más memorables de la película, por la fuerza simbólica que aporta a ésta, es aquella en la que el padre coge la bandera nacional de Taiwán, con  el sol blanco de la insignia del KMT, y lo pinta totalmente de rojo, alegando que ése es el verdadero color del sol, como en la bandera de Japón.
De este modo, vemos distintas situaciones en las que su amor por el país nipón entra en conflicto con la cultura de su propia familia, lo que le llevará a sentirse incomprendido y dará lugar a situaciones como en la que canta una canción de nostalgia recordando su juventud y renegando de su, según la letra, “trágico destino”, así como otras escenas más dramáticas a medida que se acerca el final de la película en las que, a causa sus problemas de salud antes de morir, teme que le ocurra lo mismo que a otros y no pueda cumplir su sueño de ir a Japón, momento en el que sus hijos se vuelcan más con él y aceptan esa parte de la historia de Taiwán que tanto significa para el padre.
Así pues, el director de A Borrowed Life termina el film mostrándonos una actitud reconciliadora entre el padre y sus hijos, de tal modo que puede simbolizar la propia reconciliación de la cultura china con la japonesa, así como de otros elementos propios de la isla de Taiwán, lo que le hace partícipe en el proceso de construcción de una nueva identidad propiamente taiwanesa, siendo éste uno de los objetivos principales con los que partían la mayoría de producciones del Nuevo Cine Taiwanés desde principios de los años ochenta, para las que él mismo escribió algunos guiones.
·        Hong, Guo-Jin (2011) Taiwan Cinema: A contested nation on screen. Nueva York: Palgrave Macmillan.
 
·        Yip, June (2004) Envisioning Taiwan: Fiction, cinema, and the nation in the cultural imaginary. Durham y Londres: Duke University Press.

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