Gonzalo Ortíz Díez-Tortosa recomienda…»The rise and fall of Communism»

The rise and fall of Communism escrito por Archie Brown y publicado en 2009 por Vintage, que mereció el premio WJM Mackenzie de Ciencia Política, es un estudio serio del ascenso y caída del comunismo centrado en algunos temas básicos como la llegada de los comunistas al poder, cómo fueron capaces de estar tanto tiempo y cuáles fueron las causas de su colapso definitivo.

El comunismo ha desaparecido en Europa como modelo de “centralismo democrático” y como alternativa de poder autónoma, y se ha difuminado en coaliciones de izquierda con innegable atractivo electoral para los elementos antisistema perjudicados por la crisis.

Los dos Estados comunistas que quedan en el planeta se han hecho dinásticos (monopolizados por una sola familia) y empobrecedores (no ha funcionado el sistema para dar a sus gentes mayores niveles de prosperidad y libertad, que son las que legitiman todo régimen político).

Y sin embargo hemos vivido una importante parte de nuestras vidas (yo más de 40 años) pensando que el marxismo-leninismo era una parte inexcusable de los equilibrios estratégicos con los que se movería la Humanidad en muchos años.

El comunismo además se afirmaba científico: Marx decía que en las raíces del capitalismo estaban las semillas de su propia destrucción, la revolución llevaría a la sociedad sin clases, acabaría el imperialismo y la dictadura del proletariado llevaría al triunfo del comunismo en todo el mundo.

El resultado de las dos Guerras Mundiales parecía darles la razón, se produjo la descolonización de los imperios europeos en África y Asia. La revolución se exportaba y cuajaba en lugares tan diversos como Cuba y Angola, Camboya o Aden. Además la URSS aventajaba a EEUU en la carrera del espacio colocando a la perra Laika en órbita o circunvalando la Luna y poniendo en jaque a Occidente en los cuatro continentes.

De repente en 1980, todo aquello comenzó a torcerse. Como se explica muy bien en el libro de Brown,de la noche a la mañana en Polonia, un Estado comunista, aparece un sindicato, “Solidarnosc”, no precisamente de izquierdas, que en poco tiempo consigue el apoyo de 10 millones de personas (la cuarta parte del país). Ello provocó consternación en el Pacto de Varsovia, y de ahí para adelante la desaparición del cordón sanitario de Europa Oriental, y el hundimiento de la Unión Soviética.

Lo que parecía, tan inalterable como el Papa en Roma o el dogma católico, se derrumbó con estrépito. El nacionalismo, el fracaso del sistema de planificación económica, las personalidades en presencia, el retraso tecnológico, y otros como explica el autor, son explicaciones parciales para un fenómeno global. Además los ciudadanos de los países comunistas anhelaban más libertad y desconfiaban de sus dirigentes.

¿Y qué ocurre en Asia? Los Estados comunistas de Asia (Mongolia, China, Vietnam) se reforman profundamente y promueven la inversión exterior, hacia la iniciativa privada y el mercado convirtiéndose en más capitalistas que las sociedades social-demócratas que se generalizan en Europa.

Hoy un dirigente comunista tradicional europeo que viaje a China, tiene que estar tan desorientado, no debe entender nada. Se han preservado los símbolos y las figuras ( la Revolución, el Ejército Rojo, Mao y otros dirigentes, o el partido como vanguardia de la sociedad), pero todo lo demás ha cambiado. Ya no se utiliza para cazar ratones el gato negro de la ideología, el plan, el estajanovismo o las campañas recurrentes, sino más bien el gato blanco del mercado y la frase atribuida a Deng Xiaoping de que “hacerse rico es glorioso”.

Debido a un primer destino en la Embajada de España en Pekín entre 1988 a 1990 he seguido muy de cerca los cambios ocurridos en el comunismo chino en los últimos 25 años. En mayo de 1989 se acercó Gorbachev a Pekín en plena efervescencia de los estudiantes en Tiananmen. El líder soviético hablaba de “glasnost” y “perestroika” con la idea de iniciar las reformas políticas a las que luego seguirían las de carácter económico. Eran meses en los que iban desapareciendo y a gran velocidad los regímenes “satélites” de Moscú en Europa Oriental y Central.

La fórmula china para salir del impasse fue la contraria. Primero, las reformas económicas, siguiendo los modelos “chinos” de Singapur y Hongkong, que precederían luego otro tipo de reformas. Lo cierto es que los sucesos de Tiananmen no fueron el final de la apertura capitalista de China, sino el escopetazo de salida de las Zonas Económicos Especiales, que siguieron a la reforma del campo iniciada y teledirigida por Deng, el padre de la China Moderna.

Cuando desde mi despacho contemplo el horizonte de la ciudad de Shanghai veo un sinnúmero de rascacielos de excelente calidad, en unas calles bien urbanizadas y limpias. En el discurso político poco queda de la lucha de clases y del marxismo. Sólo la referencia a los “camaradas” (muchas veces el Presidente de una empresa es el secretario del PCCh en la misma) y un “socialismo con señas de identidad chinas” (en realidad un capitalismo con fuerte impronta pública gobierno-partido-ejército), que ha permitido crecimientos cercanos al 10% en los últimos 30 años.

El comunismo ha sobrevivido en Asia a todas las crisis, ha creado un modelo de sociedad muy exitoso (hacia el “Chinese dream” del que habla el nuevo y carismático Presidente Xi Jinping), pero que paradójicamente habría dejado de ser comunista. Este es el mensaje implícito del minucioso y revelador análisis de Archie Brown.

Gonzalo Ortíz Díez-Tortosa es diplomático. Este artículo se publicó orginalmente en Yuanfang Magazine dentro de la sección «El experto recomienda»

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