En el siglo XIX, mientras en Europa ya habían tenido lugar importantes cambios como la Revolución Francesa o la Revolución Industrial, China continuaba funcionando con el mismo sistema tradicional que había seguido durante miles de años. Éste se basaba en una visión sinocéntrica del mundo, el cual se relacionaba con el resto mediante relaciones de vasallaje, mientras que aquellos estados que no formaban parte de su sistema eran considerados como bárbaros que debían aprender de China.
Sin embargo, la llegada del imperio británico a sus costas, así como de otras potencias extranjeras posteriormente, supuso un verdadero golpe para el sistema imperial chino, viendo peligrar la continuación de ese sistema que tan bien le había funcionado a lo largo de su historia. Los recién llegados no sólo se negaron a realizar el kowtow que marcaba el protocolo chino, sino que también impusieron su voluntad mediante la utilización de armas de fuego, contra las que el ejército chino era incapaz de competir, consiguiendo hacer uso de sus puertos para negociar con el continente y disfrutar de la extraterritorialidad, a raíz de la firma de los Tratados Desiguales haciendo uso del concepto de “nación más favorecida” tras las Guerras del Opio.
Además, resultó una auténtica humillación, de ahí que ese periodo recibiese el nombre de “El Siglo de las Humillaciones”, ya que había quedado demostrado que los chinos no eran los más avanzados del mundo, tal y como ellos creían hasta entonces, sino que tenían que asumir su inferioridad respecto a las potencias europeas, llegando a la conclusión de que China también tendría que pasar por un proceso de modernización si quería poder llegar a competir contra éstas.
Así fue como aparecieron movimientos reformistas, bajo el concepto de 中學為體西學為用 [zhongxue wei ti xixue wei yong], el cual abogaba por adoptar la práctica occidental pero manteniendo la esencia china. Sin embargo, también supuso un problema ya que tenían el dilema de hasta qué punto había que mantener las características chinas y dónde adoptar las occidentales. No obstante, decidieron comenzar a importar tecnología y ciencia extranjera, impartir lenguas europeas para poder entender los manuales occidentales, e incluso fabricar nuevas armas para defenderse, dando lugar al que se conocería como el Movimiento de Autofortalecimiento a finales de siglo.
Ahora bien, este movimiento, así como otros coetáneos, terminarían fracasando ante las derrotas que seguía sufriendo la dinastía Qing, entre ellas la de la I Guerra Sino-japonesa, que dio lugar a una oposición al propio sistema imperial, mientras se abogaba por la revolución que finalmente llevaría a la proclamación de la República de China en 1912.
No obstante, el país continuó sufriendo abusos y, entre otros, apareció en 1919 el movimiento nacionalista antijaponés conocido como Movimiento del 4 de Mayo. A diferencia de otros movimientos reformistas, no pretendían llevar a cabo reformas, sino romper completamente con el pasado, rechazando todo lo tradicional. Así, además de protestas estudiantiles y obreras, el movimiento también dio lugar a la aparición de muchas manifestaciones artísticas y culturales, con autores tan importantes para la literatura moderna como Lu Xun.
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*Todos los datos han sido recogidos durante el curso «Pensamiento Moderna y Contemporáneo de Asia Oriental», en la parte dedicada a China, impartida por Seán Golden en la Universidad Autónoma de Barcelona entre Septiembre y Noviembre del 2014
Una idea sobre “Los Orígenes de la Modernidad China”