Por qué decidí estudiar chino

Puede que la respuesta os decepcione un poco ya que la razón es tan simple y llana como esta:

Eso es, mi mamma, la que todo lo sabe y todo lo ve. La que un mes antes de que entrara en la carrera de Traducción e Interpretación me dijo:

«El chino es el idioma del futuro, ¿por qué no lo pruebas?»

Como os lo cuento, yo, Teresa Moya, aka 玛丽, caí en el topicazo de «el idioma del futuro», mi madre me puso la miel en los labios y yo piqué como abeja boba. Me hace gracia porque ahora siempre me quejo de la gente que se sube al carro del chino porque piensa que hablar mandarín le va a abrir las puertas del «cielo» laboral. Qué queréis que os diga, como dice mi tía Inma de Tenerife: ¿y qué le hago, me mato? Os doy permiso para que me hagáis unfollow en Twitter, o dejéis de seguirme en Facebook y para que me borréis de vuestra lista de Feedly… ¡No soy merecedora de vuestros ojos lectores!

Es cierto, no soy una de esas personas que desde que tiene uso de razón se siente atraída por el mundo chino. Pero bueno, todos los caminos llevan a Roma, o en este caso a China. Y aunque lo mío no fuera platónico sí que fue amor a primera vista. Solo me hizo falta unas pocas semanas para darme cuenta de que era un idioma que me interesaba, y no solo eso, me emocionaba. ¿Y sabéis qué? Me sigue emocionando a día de hoy, y lo que me emociona es eso que hace que mucha gente deje de estudiarlo, es decir, que sea difícil de cojones.

Después de que mi madre me soltara esa frase decidí que no me iba a meter de lleno a estudiar un idioma así en la universidad sin haber probado antes si me gustaba o no. Así que decidí hacer un cursillo intensivo de chino en el Instituto Confucio de Granada. Una de mis clases preferidas, todavía me acuerdo, fue cuando el profesor nos trajo pinceles y papel de arroz y nos enseñó a escribir nuestros primeros caracteres. Era el principio del curso y hasta ese momento sólo habíamos aprendido pinyin. Hasta el más simple carácter me parecía un garabato imposible de escribir, y más aún con pincel y tinta. Javier, el profesor, nos dijo «ya veréis como no es tan difícil». Para mi sorpresa estaba en lo cierto, al final de clase todos nos llevamos a casa nuestro cuadro de papel de arroz con caligrafía escrita de nuestro propio puño y letra. Unas semanas después estaba empezando a escribir frases en chino y recuerdo mirar el papel y pensar «¿eso lo he escrito yo?», y sentirme orgullosa de mí misma.

Y supongo que por eso sigo estudiando chino hoy en día, a parte de porque me gusta como idioma en sí, me engancha, me hace superarme a mí misma y me da una de cal y una de arena para que no tire la toalla y pueda seguir emocionándome con él.

Después de esto, ¿sigo siendo merecedora de vuestro tiempo o pensáis soy una vendida más? 😛 Y vosotros, ¿qué os llevó a estudiar chino?

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En la próxima entrada voy a hablar de Skritter, la aplicación y página web para aprender a escribir caracteres chinos.

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