Tibet: El lugar más bello del mundo

Fotografía del titual de Plegarias Tibetanas de colores
Mencionar la palabra Tibet cuando hablo de mis viajes es como decir que conocí a uno de esos actores increíblemente atractivos, sexy, tímidos pero no… apuesto mi vida a que muchas veces cuando digo “estuve en el Tibet” están los que, por un par de segundos, dejan de respirar y sin más dejan de prestarme atención. No los juzgo, en mi opinión Tibet es el lugar más bello del mundo.
La frivolidad no es una de mis pasiones y creo haber dejado mi marquita en más de uno de esos lugares que le quitan el aliento a cualquiera… pero lo únicamente hermoso del Tibet me cautivó de una manera que aún hoy, un mes después, me cuesta describir. Quizás me haya deslumbrado la bondad que sonríe desde los ojos de los tibetanos o el aire puro y limpio que acaricia sus miles de kilómetros. Puede haber sido que la miríada de colores me haya hechizado o que lo grandioso en cada detalle  fuera abrumador. No lo sé. No me atrevo a presumir saber sobre el Tibet, tengo mucho que aprender seguramente. Pero me gusta pensar que encontré la clave de eso que llamo bello y que hoy en día me cuesta encontrar acá donde estoy. Todo parte de este símbolo:
El nudo infinito, el comienzo y el fin íntimamente relacionados, la representación de la inagotable fuente de sabiduría y compasión de Buda. El tiempo, en este nudo sin fin, hecho a un lado sin explicación.  Un significado tan poco concreto y aun así sólo significa una cosa para los tibetanos: UNION.
 
Monasterio Sera, en las afueras de Lhasa.
Yo y la señora Everest
Verán, para los tibetanos, todo lo que son, todo lo que los rodea, desde la pequeña piedra que se depositó en la base de su más alta montaña hasta la misma energía que muchos llaman dios, es parte de algo que debería tender a la armonía. De ese sentimiento nace su devoción por la vida, su respeto por la naturaleza y lo sagrado (sea histórico o religioso) y sudedicación a ser felices. Creo que esto es lo que vi. El amor por la unión, que se refleja en sus postales, en el semblante pacífico de sus habitantes y en la perpetua sensación de equilibrio que acompaña al paso.
Y sí, deben haber excepciones. Debe existir el desdichado, el ruín, lo contaminado y sucio incluso en este destino utópico. Pero sigo convencida que haré muchos viajes en el futuro y nunca voy a encontrar un lugar que supere a este.
Paisaje característico del Tíbet
 
El lago sagrado Yamrok
  
Simpleza. Amor. Respeto. Vida. Naturaleza. Unión.
Suena cliché, pero no tuve otra opción más que viajar. Abandoné la idea de visitar este lugar por varias razones (por la distancia, el papeleo sin sentido para entrar, el precio de los tours obligatorios, el miedo a no poder ver el Tibet real por la ocupación China)… sabía que tenía que ir. Un sitio tibetano que busca proteger la identidad tibetana me recomendó la agencia de viajes Explore Tibet, que opera desde Lhasa, capital del Tíbet. No recuerdo haber recibido un trato tan afortunado en viajes anteriores… Dolma y sus compañeros de trabajo se ocuparon de todas y cada una de nuestras (pequeñas y capaz innecesarias) dudas y consultas, y Namgayl, nuestro guía (y probablemente la persona más buena del mundo, sin chistar), probablemente haya sido el motor de una aventura inolvidable.
Para más información www.exploretibet.com o www.yowangdu.com.

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