Instituto inglés quiere copiar a los chinos

Foto titular: La última foto que me saqué en el instituto inglés, antes de salir corriendo.

Los viernes son mi día laboral favorito. Aparte de que es casi el fin de semana, ese día solo doy una clase a primera hora y el resto del tiempo lo utilizo para corregir mi montaña de deberes, sorber poco a poco el café que me traigo de casa y cotillear blogs varios (los que más leo sonPsivocupervivenciaVivir al MáximoKuluskamenteAcróbata del Camino y Los viajes de Nena).

En una de mis pausas lectoras y procrastinadoras de hoy viernes, me ha dado por ponerme a mirar la página web del instituto en el que trabajé en Inglaterra durante dos años, del 2010 al 2012. Puedo decir con total seguridad que desde la segunda semana allí empecé a soñar con el día en que abandonaría ese lugar. Me pasaba las tardes enteras y parte de la noche preparando clases, me había mudado a la casa de una pareja de la edad de mis padres con la que obviamente no había mucha relación, no me sentía capaz ni de controlar adolescentes ni de saber enseñarles nada, los demás profesores eran más bien cerrados y ya tenían sus grupitos de amigos profes hechos, y para rematar, no me llevaba muy bien con la jefa de mi departamento. Después de dejar aquél trabajo me fui de viaje a Argentina y Chile durante tres meses, y creedlo o no, incluso durante esos meses en el otro lado del charco tuve sueños más o menos frecuentes con aquel maldito instituto. Ahora mismo no suelo soñar con ése trabajo casi nunca, pero si eso sucede siempre pasa lo mismo: en mi sueño estoy intentando dar clase de francés a aquél grupo odioso que tuve los dos cursos, los de 14 a 15 años. Mira por dónde, yo no he preparado nada, pero improviso algo. Al llegar a este momento el sueño puede ir en dos direcciones: los alumnos intentan boicotear la clase, o simplemente no hacen caso. Supongo que mis sueños confirman los miedos que tengo a la hora de enseñar, y la verdad es que después de varios años no han cambiado tanto.

Volviendo a esta mañana, he dedicado un ratito a leer las últimas novedades de mi antiguo instituto, relacionadas con excursiones, eventos o charlas a las que han asistido los alumnos. Ahí estaba yo perdiendo el tiempo un poco, cuando llegué a la noticia de que una de las profesoras de matemáticas, que todavía trabajaba allí en mi época, acababa de pasar dos semanas en Shanghai para visitar escuelas y aprender de los métodos de enseñanza chinos que por lo visto van tan bien por aquí. Al leer esto a mí casi me dio un patatús. Por una parte por pensar que podríamos habernos cruzado cualquiera de esos días por Shanghai, y por otra parte porque el estilo de enseñanza chino que yo he visto hasta ahora no tiene NADA que ver con lo que se lleva en el Reino Unido. ¿En serio esta profesora inglesa piensa que el método chino puede ser mejor y que además se puede trasladar a su país?

El instituto en el que yo trabajé en Inglaterra está a años luz de donde estoy ahora, y para mí todas las diferencias se resumen en cosas básicas: en Inglaterra la educación se centra en sacar lo mejor de uno mismo -aunque ese “mejor” sea una cacarruta-, en aprender a hacer preguntas, cuestionarlo todo y en potenciar todo tipo de habilidades, mientras que en China lo importante es sacar mejor nota que los demás alumnos y para ello no es necesario ni cuestionar ni desarrollar tu creatividad trayendo al mundo tus “cacarrutas”, que por algo empiezan por la palabra caca. Lo importante es hacer la tonelada de deberes diarios, ir a no sé cuántas clases después del cole y memorizar. Como se vio en los tres episodios de la serie de la BBC Are our kids tough enough? -en el que 50 alumnos de 14 años aprendían según el método chino, con profesores chinos durante un mes para después hacer un examen y comparar los resultados con los que habían seguido con sus clases normales, el estilo de enseñanza de “Tú escuchas, copias y no cuestionas porque yo soy el profesor”, no funciona en un centro normal y corriente de Inglaterra. ¿Por qué? En mi opinión es porque la sociedad es totalmente diferente, y los adolescentes británicos están acostumbrados a la vida en libertad -en libertad entendida como una experiencia que les permite expresar lo que piensan y ser independientes. En China la tendencia entre las familias es considerar que lo más importante en la vida de los niños son los estudios, mientras que en Inglaterra lo más importante es su felicidad. Aún recuerdo al padre indignado de una de mis alumnas inglesas, cuando me preguntaba cómo era posible que los exámenes estatales de francés no tuvieran alguna parte más fácil para los alumnos disléxicos como su hija para que ella también pudiera aprobar, como si esperara que la vida del estudiante fuera una continua entrega de premios que confirmara que todos los niños van bien hagan lo que hagan.

Esta coincidencia aleatoria entre mi antigua compañera de trabajo y yo, también me ha hecho recordar sencillamente que ya no estoy en Inglaterra. Es algo muy simple y obvio, pero he recordado que mi vida ha cambiado mucho en los últimos tres años. Hace no tanto yo era otra profesora en el sistema británico, preocupada por la presión que todos teníamos por conseguir que nuestros alumnos sacaran buenas notas, y ahora estoy en un colegio caótico y pijo en China nada menos, ya pensando en los viajes que voy a hacer en cuanto se acabe este curso y deje de nuevo mi trabajo, en los paisajes que voy a ver y cómo será eso de hacer autostop. Joer. Es la primera vez que lo escribo, pero sí. No tengo ni idea de dónde estaré dentro de un año, pero el saber con seguridad que la incertidumbre me espera a la vuelta de la esquina me parece bien. Vale. Es una incertidumbre que me gusta, al menos de momento. Lo que sí sé es que nadie podrá encontrarme trabajando en Inglaterra otra vez. Ja.

Libros de viajes sobre mi escritorio en mi trabajo actual. Todo muy normal.

Libros de viajes sobre mi escritorio en mi trabajo actual. Todo muy normal. (Se pueden comprar en acrobatadelcamino.com)

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