Los chinos dicen «ay, omá»

Si algo bueno tiene trabajar, es que te mueves. Y, si ya en lugar de hacer un trabajo haces tres, te mueves el triple. Hasta ahí vamos bien, creo yo.
En mis múltiples idas y venidas diarias por la ciudad de Beijing, he estado descubriendo cosas nuevas sobre los chinos, cosas que siempre han estado ahí pero que, por avatares del destino, normalmente no llegas a encontrártelas. Una de esas cosas son los llamados «zapatos de lluvia».
NO. Los «zapatos de lluvia» NO son como nuestras botas de agua. Ni por asomo. Ni pagándoles dinero. Nanai de la China.
 
Resulta que los chinos consideran que, en efecto, lo mejor para un tiempo de lluvia es llevar unos zapatos de goma; pero estos zapatos –y todavía me estoy preguntando por qué– también llevan unos agujerazos categoría «queso Emmental» por los que puede entrar el agua perfectamente; normalmente no son cerrados, sino tipo chancleta; y, para colmo de males, suelen ser de color plastiquete transparente o, en su defecto, del color más horroroso y chillón jamás inventado.
 

Glamour

 

Después de la señora en pijama con zapatos de vestir, salir a la calle con zuecos de enfermera es el siguiente paso lógico y natural. Como podréis imaginar, este fabuloso ingenio combina perfectamente con tu ropa de trabajo, fiesta o sencillamente con el traje de salir a comprar el pan (o sea, el pijama). Tengo entendido que, recientemente, este calzado ha empezado a comercializarse en España, pero para ser usado en la playa. Eso lo entiendo: hay piedras, hay cosas que pinchan, hay cosas que flotan y dan asquete… Así, las evitas, y el agua se filtra por los agujeros. Es una simple cuestión de CABEZOLOGÍA.
Otro de los fenómenos de los que me he percatado recientemente es el uso que los chinos les dan a los puentes. Contra todo pronóstico, resulta que los puentes son algo más que una plataforma para cruzar ríos, atracar gente o alojar transeúntes. Al contrario que en Europa, dónde debajo de un puente solo se puede malvivir tumbado en una caja de cartón, en China debajo un puente hay todo un universo de vida. Es como Disneylandia, pero con entrada gratis. He tenido oportunidad de visitar varios puentes desde la comodidad de mi asiento en el autobús que me lleva al trabajo (uno de los 3 autobuses que tengo que tomar, por cierto) y, señores, he visto de todo. DE-TO-DO:
Abuelas jugando al Mahjong (de hecho, mesas y sillas están perfectamente amontonadas en un calculado desorden junto a los cimientos que sostienen el puente, listas para ser usadas por el anónimo jubilado de turno); abuelas de palique; abuelas de palique con perros (se desbloquea en el nivel 5); gente vendiendo fruta-fritanga-deepfriedfritanga-animales-mierdasvarias en un carrillo; el taller de reparación de bicis (o sea, otro carrillo con un cartón pegado en una columna, que dice xiuche 修车); y, ojo al dato, de lo mejorcito que te puedes encontrar: peluqueros, dentistas u oculistas.
 

Con su bata y todo. Calidad.

  

A ver, señores, esto es muy fácil: tú tienes una muela picada, yo no tengo escrúpulos, ¡vámonos p’al puente!; tú tienes el pelo largo, yo tengo unas tijeras, ¡vámonos p’al puente!; tú no ves tres en un burro, yo soy soplador de vidrio, ¡pues vámonos p’al puente, hombre! A qué tanto ir al médico, a una óptica o a la peluquería, cuando puedes ir cómodamente bajo cualquier puente a ejercer tu profesión o a disfrutar estos servicios. Además, casi seguro que te pilla de camino adonde co__ quiera que vayas ese día. ¡Pues ya está! Además, ¿y lo que te ahorras en centros de día para mayores? Todo son ventajas.
 
Luego, los chinos son gañaneitors por naturaleza. Les viene de serie. Están siempre bailando en la cuerda floja, oscilado en ese difuso límite que divide lo campechano de lo aberrantemente cateto… Está ahí ahí la cosa… Aparte de la Sinfonía del Escupitajo, compuesta por Manuel de Flema, lo de ir pegando berridos por la vida, con las camisetas subidas exhibiendo la panza o en cuclillas por los suelos como si estuviesen «reforestando» la zona, pues, la verdad, no contribuye demasiado a la causa. Pero, amigos, he descubierto un nuevo elemento que ya es el no va más del castrojismo, the ultimate redneck’s garment: los chinos dicen «ay omá»
 
 

Gárgolas: este argumento es irrefutable

 

Esto lo he descubierto gracias a mis idas y venidas en autobús. Es frecuente que, cuando a alguien le dan un empujón, le pisan un pie, el coche mete un frenazo, etc, se oiga por ahí un aiyo 哎哟, una interjección que equivaldría a nuestro «ay» de toda la vida. Lo que no sabía yo es que también se podía mentar a la madre que parió al cordero en la misma frase, diciendo aiyoma 哎哟妈. Total, que últimamente cuando voy en el bus, llevo mi propia banda sonora incorporada de «¡ay omá!», «¡aaaaaay omá qué rico!». 
 
¿Qué otra cosa…? ¡Ah, sí! Los chinos duermen la siesta. Eso no es nada nuevo. El caso es que se echan la siesta donde toque. Da igual que no haya sitio para dormir, ellos lo inventan. Es la hora de dormir, ¡y s’acabao! Te puedes encontrar gente durmiendo a zapato quitao en los pasillos del metro (no en un banco, no; en el suelazo); en cualquier mesa del universo, incluidas las ventanillas del banco; en cualquier parte, calles, clases, coches, donde sea. 

Comodidad

  

Por cierto, los chinos también escupen desde las motos. Cuidado, nunca olvidéis que la fuerza es igual a la masa multiplicada por la aceleración (f = m·a), así que no perdáis de vista la carretera, la muerte acecha tras cada esquina. Y quien dice escupir, dice sonarse los mocos SIN PAÑUELO. Es decir, soplando a través de la nariz como si no hubiese un mañana. La combinación «chino inconsciente» + «viento de frente» puede ser mortal. Creedme, me ha pasado. Y tengo testigos que vivieron el épico momento en riguroso directo. Para aquellos que queráis aprender esta técnica milenaria, perla del civismo y la higiene, os dejo el siguiente manual. 
 
Y con esto y un bizcocho… 
ACTUALIZACIÓN DE ÚLTIMA HORA 
 
 
Los chinos también defecan en las calles. Esta foto ha sido tomada esta tarde mientras iba de camino a Yuanmingyuan en la bici… en fin… Ahí queda.

Anda sí, hijo, tócala a ver cómo te ha salido…

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