Salchichas en Zhongguo: Más que una Crónica Perruna.

Cuando decidimos partir a China tuvimos un problema peludo. Que hacíamos con Pepa y Luna nuestras perras Salchichas (dachshund). Las dejábamos a cargo de “alguien” o las llevábamos.

Como se usa en la modernidad la duda la resolvió el psicólogo de nuestros hijos: «Para la tranquilidad emocional de los niños que van a vivir cambios tan bruscos sería bueno que se fueran con las mascotas».

Eran tiempos de «vacas gordas» y a pesar que era costoso se podía seguir la prédica de monseñor loquero.

Hoy en muchos tramos aéreos se pueden transportar perros como carga e incluso en cabina a un precio razonable…..  no era nuestro caso. Íbamos al lugar más alejado posible de Chile, que significaba una o dos escalas y cada una de ellas con su legislación especial con respecto a animales vivos. Además luego debían llegar a Hong Kong para trasladarse por tierra a Shenzhen o sea el cruce por un par de aduanas más. Por todo lo anterior no existía otra manera razonable de hacerlo que contratar a una agencia internacional tipo Courier que opera puerta a puerta y por cierto cuyo precio era alto.

Así, estos simples seres vertebrados cuya naturaleza los hizo incapaces de distinguir si están en un sitio u otro salvo por el olor de un árbol orinado dieron la vuelta al mundo pasando por Frankfurt -lugar que no conozco pero mis perras si- donde las bajaron y atendieron en un spa de perros, masajearon y perfumaron para controlarles el estrés.

Nosotros llegamos antes a Shenzhen y sin ellas de manera de que una vez que tuviéramos departamento las pudiésemos recibir. Esto se pudo hacer gracias a la paleteada de mi hermana Raquel y sobrina Nocolle que las cuidaron en Chile. Cuando pasadas unas tres semanas nos tocaron el timbre del departamento recién alquilado y llegaron a China en sus jaulas de transporte fue muy emocionante para todos. La familia no era la misma ni estaba completa sin ellas.

La agencia nos indicó que debían permanecer un mes con cuarentena domiciliaria o sea sin salir de la casa y que luego las debíamos registrar en el Buró de medio ambiente y pagar un impuesto anual de unos 100 usd por ellas. Como estábamos recién llegados hicimos caso, con el tiempo aprendimos que en la lógica de ese país las leyes como esa estaban para ser incumplidas.

No nos manejábamos para nada en la logística de tener perros en departamento y menos aún en el extranjero. En Chile Pepa y Luna vivían en una casa donde se movían entre el patio y el interior del hogar. Por tanto cuando se quedaban solas las encerrábamos en un sector amplio con mirada a la calle.

En China en cambio nuestro primer e ingenuo impulso nos hizo dejarlas libres por el departamento con la puerta de la logia abierta para que se refrescaran y pudieran compartir la vista con los vecinos.

A las pocas semanas el guardia del edificio nos detuvo para explicarnos con mímicas un problema con las perras. Nos decía algo así como «gouuu, bark» y nos mostraba en un traductor la palabra vecinos. Sonreímos y no dimos mayor importancia.

Un par de semanas después lo mismo pero esta vez nos llevó a la administración del condominio donde había una chica que garabateaba inglés. Le entendimos que un vecino reclamaba mucho por el ruido que hacían las perras. Tampoco nos complicamos. Seguramente era un viejo amargado que odiaba los perros y se molestaba con los discretos pasitos de nuestras peludas. Lo comentamos con un amigo cercano que vivía en el condominio quién nos reforzó:

«No hagan caso los chinos son muy exagerados y alegan por todo, a nosotros nos pasó que nos alegaban por el ruido del aire acondicionado y nunca di bola».

Pues con ese estado de cosas y a pesar que los reclamos aumentaban nosotros seguimos la misma rutina.

Abril de ese año fue uno de los peores de mi vida  por razones que no viene al caso explicar. Una mañana con ayuda de mi Patty me di impulso vital me levanté temprano y fui a darle una vuelta de tuerca al universo. Abrí la puerta principal del depa y había un papel tamaño oficio pegado y reforzado con harto scotch. Decía así:

«Tus perros ladran y hacen ruidos terriblemente molestos cuando los dejan solos.
O te deshaces de ellos o te vamos a presentar una demanda conjunta a la policía.

TUS VECINOS.»

Desastroso y lloviendo sobre mojado.

Llevábamos tres meses en un país desconocido, con visas que no eran de residencia y otras muchas vulnerabilidades que claramente no hacían aconsejable ser odiados por los residentes locales. Además estaba claro que el reclamo no provenía de un vecino mañoso sino más bien de una comunidad toda «NUESTROS VECINOS».

Inmediatamente tomamos dos medidas.
La primera fue enviar una carta muy conciliadora a cada vecino del condominio pidiéndoles disculpas y prometiéndoles que íbamos a tomar serias acciones para solucionar el problema.
La segunda –obvio- fue tomar esas serias acciones.

Comenzamos con un rápido experimento que consistió en ver cuánto ruido hacían las perras cuando no estábamos. Para ello elegimos una hora en que la gente estaba trabajando y así evitar que nos mandaran al «ejército rojo». Hicimos como que nos íbamos pero por debajo del edificio nos quedamos escuchando. El resultado fue pavoroso… lloraban, aullaban y gritaban con un ruido digno del jurásico. Un gemido tétrico, intenso y destemplado a un volumen de no creerlo. En un espacio de varias hectáreas y al menos 8 torres de  edificios se escuchaba el heavy metal de mis «princesitas» por todos sus rincones. Tarde me había dado cuenta de la pesadilla que había tenido que soportar la urbe de Shenzhen por nuestra negligencia. Ergo los vecinos no eran fregados nosotros si el desastre.

Para las medidas “mitigadoras” nos asesoramos por los veterinarios chinos. El doctor del hospital donde llevábamos a las perras nos ofreció dos opciones dignas de la inquisición:

«Algo que es muy bueno y muy usado por nosotros es cortarles las cuerdas vocales así no vuelven a ladrar más»

«Si eso no les gusta, otra alternativa es que usen estos collares que cuando los perros ladran emiten una descarga eléctrica que de a poco va “enseñándoles” a estar en silencio»

Dada que la descarga eléctrica era de baja intensidad y la situación desesperada elegimos la opción 2.

Nuevamente nuestros canes demostraron su tendencia al caos. Probamos un paseo con los collares electrificados. Nada. Le siguieron ladrando destempladamente como siempre a todo lo que se moviera en especial otros perros. El collar se les activo mil veces, ponían ojos de huevo frito pero jamás dejaron de ladrar. Preferían quedar asadas como pescado a dejar de expresarse. Los collares no se usaron más.

Finalmente como dice mi cuñado todo encuentra su equilibrio. La solución pasó por la molestia de salir menos de la casa. Cuando lo hacíamos por algunas horas las dejábamos encerradas en sus jaulas con música para que se calmaran. Y si el paseo era por el día completo las dejábamos en el veterinario que nos cobraba un precio razonable. Así pudimos sobrevivir a la deportación por perros casi tres años.

Una de las veces en que nos fuimos por varias noches y las dejábamos en el hospital de perros descubrimos que eran tan grandiosamente hincha pelotas que eran los únicos perros que no pasaban la noche encerradas en los caniles. Los funcionarios nos contaron que era tanto el ruido y escándalo que hacían si quedaban encerradas que las dejaban circular libre por todo el recinto. Más de una vez pasamos de noche y ellas eran las anfitrionas del lugar moviendo la cola, acompañando a los clientes y doctores, “sapeando” los perros que llegaban enfermos, heridos o atropellados. En síntesis eran las patronas.

En otro plano ya he contado en otros post que los perros chinos y en China rara vez ladran. ¿Será que todos habrán contratado al veterinario psicópata que nos tocó? pero así era. Pepa y Luna mostraron nula asimilación a la cultura local. Ellas le ladraban a todos los perros, personas, pájaros, insectos etc. Salir con ellas era un acto de aguante. Los chinos las miraban y se reían. Les decían «lashang» salchicha en chino y se ponían muchas veces e incomprensiblemente a ladrar con ellas. Cosas marcianas de chinos.

Por último debo contar sobre la vuelta.

Si la ida había sido de prosperidad la vuelta de apreturas, por tanto esta vez no era menor el costo del nuevo traslado.

Buscamos la opción de llevarlas como carga que como dije siempre es lo más económico, pero resultaba impracticable. Ninguna aerolínea lo aceptaba y si lo hubiesen hecho el pensar en devolverse a Chile con la mudanza de 12 maletas que llevábamos y que entre medio nos retuvieran a las perras, no poder tomar la escala, etc,  era una pesadilla por la que no debíamos pasar. Incluso me tomé un día completo para ir al terminal de carga de Hong Kong a conversar con los representantes de Air Candada que tienen una de las rutas más directas y con menos paradas pero fue infructuoso.

Decidimos ver con la agencia que habíamos contratado a la ida pero nos cobraba cerca de diez mil dólares que es un abuso por lo que quedó descartado de plano. Luego cotizamos con otra más profesional y razonable pero igualmente cara que nos cobrara cerca de siete mil usd.

En eso estábamos cuando una amiga nos contó que había una mujer china llamada Judith que en forma altruista ayudaba a los extranjeros a devolverse con sus mascotas. Judith que tenía un próspero negocio de venta de muebles antiguos le angustiaba ver como muchos extranjeros a la hora de volverse a sus países preferían cruelmente abandonar a sus perros en la calle que pagar para que vuelvan con ellos.

Ella nos orientó e indicó que las agencias estafaban a los clientes y que podía hacer los mismos trámites gratis y ayudarnos a mandar como carga a las perritas por una línea aérea sin intermediarios. Quedaba como un mes y medio para devolvernos o sea ni mucho ni poco pero había que actuar y así le pasamos con confianza el tema a ella.

Yo llamaba a Judith continuamente y ella me indicaba que iba avanzando bien, que no se manejaba mucho en mandar perros a Sudamérica pero que iba avanzando y aprendiendo. Sin embargo, a menos de tres semanas seguía sin darme una respuesta contundente. Ante mi presión finalmente nos reunimos. Me dijo que tenía casi listo el traslado pero no cien por ciento confirmado y que el tema me saldría 7000 pero llevándome las mascotas como carga en mi vuelo. Buena onda Judith, pero me ofrecía el stress de estar pendiente en el viaje del traslado de las perras al mismo precio de la agencia puerta a puerta, además perdí tiempo valioso esperándola para obtener el mismo precio y para colmo con nada confirmado. Le di caballerosamente las gracias por el intento pero lo haría por mi cuenta…. Se enojó y mucho.

Ahí ya estaba urgidísimo casi a dos semanas preparando la devolución del departamento, colegios, maletas y las millones de cosas que implican una mudanza transatlántica y no tenía resuelto como volvían las mascotas.

Volví a llamar a la agencia para tomarlos directamente ya que no había tiempo para dudas o cotizaciones. Ahí me enteré-informaron de otra complicación peor; en pocos días más se detendrían en Hong Kong el traslado de mascotas debido a que comenzaba el verano y los animalitos se podían sofocar en la carga de tal manera que si no eran embarcados en esos días había que esperar hasta septiembre, tres meses más. Grave… súper grave, nosotros nos teníamos que ir como sea en junio pero muy probablemente las perras no podrían viajar. La agencia me dijo que harían todo lo posible para conseguir reserva  pero que era muy difícil y que me avisarían.

Ya era casi un hecho había que buscar un lugar para que las perras estuvieran solas en China hasta septiembre. La veterinaria donde usualmente las dejábamos nos cobraba cien yuanes diarios algo así como diez mil pesos o sea en tres meses debíamos pagar casi un millón de para que las tuvieran. Pero lo peor es que estarían en una jaula todo el día por muchísimo tiempo y sin nosotros o sea completamente deprimidas.

Judith que tenía guardería de perros y cobraba como la mitad de la veterinaria parecía la mejor opción. El detalle es que estaba furiosa conmigo. Cuando la llamé para plantearle el tema me trató bastante mal, me enrostró todo el tiempo que perdió conmigo y que con las mascotas no había que ser tacaño como yo. Ambas acusaciones bien injustas pero si en ese momento me decía que me crucificara en el edificio más alto de Shenzhen disfrazado de panda lo hacía con tal que cuidase a las perritas.

Le doné a su causa varios kilos de comida de perro, más champú, productos y dinero directo. No se le pasó del todo el enojo pero aceptó.

La logística sería que ella mantendría cuidadas en su “hospedaje de perros” a Pepa y Luna por tres meses hasta que la agencia un día –después del verano- las tomará y se las llevara de vuelta a Hong Kong para embarcarlas a Chile. Era una mala solución pero la mejor posible en su contexto.

Nuestro gran amigo Ernesto se reía mucho de nosotros no le entraba en la cabeza que hiciéramos tanto esfuerzo en la repatriación de unos perros. En su jerga colombiana y pensando en el crimen perfecto nos decía: “Tengo una solución berraca… yo arriendo un auto y te las atropello. Luego vas a casa y finges que es un accidente”.

Roxy y Nacho nuestros amigos argentinos en un gesto emocionante nos ofrecieron quedarse con las perras los tres meses hasta que las fueran a buscar. Ellos tienen y tenían niños muy chicos que obviamente les demandan toda su atención y sumar a las perritas era un ofrecimiento de mucha generosidad.

Finalmente a días de nuestra partida nos llamó la agencia asegurándonos que había conseguido cupo para ellas en KLM una semana después que nosotros partíamos. Era la última opción y casi un milagro. Lo tomamos de inmediato. Roxy y nacho se quedarían con ellas sólo una semana. Mágicamente todo resultó y de la mejor forma esta vez.

Con KLM las “chiquillas” hicieron escala en Amsterdam donde nuevamente las atendieron, masajearon y pasearon. Seguramente bajaron sus colitas para hacer “sus cositas” en algún hermoso jardín de tulipanes de esa ciudad que por su puesto no conozco pero ellas sí.

Aunque es un poco al margen de toda la locura anterior quiero mencionar algo especial que pasó a raíz de esta historia; Un día vino al departamento la dueña de la agencia que finalmente embarcó a las perritas. Nos comenzó a preguntar si teníamos jaulas para transportarlas en avión y les trajimos las con las que llegaron. En ello estábamos cuando apareció Mis Quó que era una joven chica que venía a diario a hacernos el aseo y con la que llevábamos casi tres años juntos. Era una persona amable y sencilla, sólo hablaba chino y se comunicaba con nosotros por gestos. Siempre fue muy cariñosa con toda la familia y a pesar que no nos entendíamos nada le tomamos harto cariño. Al ver a la mujer de la agencia le comenzó a preguntar cosas en Chino y rápidamente se dio cuenta que nos íbamos. No habíamos reparado en que aun no le contábamos. En ese momento cambio su habitual sonrisa se fue donde la Patty, la abrazó y se puso a llorar profusamente como una niña. La chica de la agencia también se fue donde ella a consolarla. Luego fue a trabajar a casa de unos conocidos y nos llamaron para reclamarnos que le habíamos hecho de malo que no paraba de llorar.

En China los gestos espontáneos de cariño abierto, contacto y expresión de emociones son muy escasos. Por eso mismo lo que pasó en ese momento nos emocionó mucho. Fue muy lindo y triste al mismo tiempo.

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